Capítulo 11 - ¿Quieres...

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Sabes una cosa – Luis Miguel


Abby te ha enviado un mensaje

Abby te ha enviado un mensaje

Abby te ha enviado un mensaje

Abby te ha enviado un mensaje

Desbloqueé mi teléfono apresuradamente, abriendo su conversación, que se sintiera dichosa porque yo no leía los mensajes muy a menudo y estaba segura de que sería alguna tontería. Justo arriba de varios mensajes de ella, venía una captura de pantalla.

"Huesos" se leía cómo nombre de contacto, había quitado el apodo y el corazón con el que tenía guardado su número.

"Abigail; siento no haber contestado. Fue porque sentí que te estabas emocionando con todo, conmigo y no quería que te ilusionaras con algo que no pasará. Quizás no fue la mejor manera de afrontarlo, pero no se me ocurrió una en la que no te lastimara... Lo siento". Huesos le había escrito todo de una, y estaba muy segura de que Abigail había estado insistiendo últimamente.

"No acepto tus disculpas, porque a mí si se me ocurre una forma"

"Con la verdad". La pelirroja contestó con esos únicos dos mensajes, él los leyó pero no le respondió de vuelta.

Fui a la habitación de Alan a pasarle la noticia, él estaba tumbado en su sillón leyendo.

—Huesos ya paró a Abigail —le afirmé sentándome en su cama, mientras abría los mensajes para mostrárselos.

—No tardaba —, me aseguró tomando el celular para leer, dejando el libro en su regazo, su expresión fue un tanto desconcertada y para ser justos, la respuesta de Huesos había sido muy tajante y repentina.

—Tu amiga lo tomó mejor de lo esperado —mi hermano se encogió de hombros —, al menos ahí ya quedó y nadie más va a salir jodido por esto, no creo que a Huesos le queden ganas de contestarle. Me quedé un rato hablando con mi hermano hasta que decidí mejor irme para que pudiera terminar el libro, porque era una de sus tareas y yo únicamente le quitaba el tiempo.

Subí al País de las Maravillas en busca de Pablo, quien estaba recargado en el barandal con un cigarrillo entre sus dedos.

—¿Todo va sin contratiempos? —pregunté a la vez que me acercaba tras él, dio un pequeño saltito y me miró con cierto alivio al notar que era yo —, no sé si te preocupa que descubran tu cueva o tu vicio.

—Un poco de ambas, supongo —admitió dando unas últimas caladas y apagando en su suela lo que quedaba de cigarro —ay Gabriela, me estoy muriendo de miedo.

—Todo irá bien, seguro le va a encantar todo

—¿Y si no? — preguntó con sincera curiosidad,

—Estaré contigo hasta que todo vaya mejor, ese es mi trabajo, soy tu hermana —continué en un susurro —y la favorita.

Mi hermano me rodeó por los hombros y recargó su cabeza sobre la mía.

Más tarde, por la noche, salimos en la camioneta, porque las ridiculeces de mi hermano no cabían en su auto y de camino pasamos por la mejor amiga de Camila, porque claro que esto no lo podía hacer solo, y tanto Salvador, cómo Alan, nos habían mandado al carajo. Llevábamos un peluche gigante, una caja llena de chocolates y dulces, y un ramo de flores que seguramente pesaba más que yo, además de que Pablo había contratado mariachis y estaba decidido a cantar también, cosa que raramente hacía, porque a pesar de cantar muy bien, no pasaba de la ducha.

—Llegamos —me anunció una vez aparcó la camioneta, suspiró con pesadez y frotó sus manos, para después tronar sus dedos, odiaba que lo hiciera, pero sabía que no podía evitarlo.

La mejor amiga de Camila sostuvo el enorme cartel que habíamos hecho, y Pablo bajó las flores, pero me las dio un momento mientras arreglaba su camisa, el ramo me desequilibró, sí, probablemente si pesaba más que yo. Los mariachis aparecieron unos minutos después y yo me situé en el toldo para grabar todo.

Por un momento me encontré a mi misma observando de manera ajena todo lo que en esos pocos metros cuadrados se suscitaba y momentáneamente parecía que todo fuera tan lento, con cuidado observé cada detalle, mi hermano ansioso, pero terriblemente alegre moviéndose de un lado a otro, dando pasos atrás y mirándose en el cristal para saber si se veía de la manera en que él quería, mientras que la mejor amiga de Camila se notaba sinceramente alegre, dando saltitos y bailando mientras sostenía el cartel.

Tomé un par de fotografías y antes de que los mariachis empezaran a tocar, comencé a grabar. No distinguí las primeras notas, pero después noté que era una canción de Luis Miguel, y que mi señora interna se la sabía completa; se encendieron las luces de la habitación de arriba, y todos contuvimos la respiración unos cuantos segundos.

Los mariachis comenzaron a corear, pero mi hermano fue la voz principal, se me enchinó la piel cuando llegaron al coro.

—Y te entrego en esta rosa, la vida que me pueda quedar... — Camila ya estaba asomada por la ventana, cubriéndose la sonrisa con ambas manos, y los ojos iluminados en alegría, tras ella, apareció su madre con una emoción bastante similar a la de su hija y finalmente apareció su padre, sin tanta alegría.

Una vez terminaron de tocar y mi hermano cesó su canto con una gran sonrisa, Camila asintió emocionadísima, salió corriendo escaleras abajo y llegó al encuentro con mi hermano, quien la levantó por la cintura una vez ella saltó a sus brazos. En lo profundo de mí, sentía algo de celos, era mi hermano y ella por más que me agradara, me robaría un poco de su atención.

—Son las dos de la mañana, y sabes que me gusta anunciar lo evidente —comenzó mi hermano una vez la bajó de nuevo y se hincó en una rodilla ante ella, tomando las flores del piso y ofreciéndoselas — ¿quieres ser mi novia? —aún había algo de duda en su voz y todos miramos expectantes, la pelinegra asintió sin titubear y todos festejamos, Pablo se levantó y la abrazó de nuevo, al final, ella lo besó y dejé de grabar.

Los marichis continuaron tocando después de todo y los padres de ella estaban abrazados en la puerta de entrada, un buen rato después, entre su amiga, mi hermano, sus padres y yo llevamos todo adentro, nos despedimos y desde la puerta ella agitó su mano como despedida, con una imborrable sonrisa, cerrando tras de sí.

De vuelta llevamos a la chica a su casa y Pablo se la pasó hablando de cuanto le gustaba y de cómo pensaba que lo rechazaría, pero lo bien que había salido todo al final.

La sonrisa sin sentido le duró un par de semanas a Pablo, después lo asimiló.

Punto y Coma  [T E R M I N A D A]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora