Odio lo que me haces recordar ~ Zed x Kayn

Prólogo

Kayn se había marchado. Apenas pudo se escabulló en un barco con destino a Freljord. Sin arrepentirse en ningún momento de su decisión, tuvo un viaje casi tranquilo, de no ser por las molestas quejas de la guadaña.

-¿Cuánto falta? Llevamos casi dos días en este crucero de mala muerte. -

-"Crucero" le queda demasiado grande. - Respondió Kayn. -Es un barco de exportaciones y huele a mierda. -

-No estás respondiendo a mi pregunta. -

-Nunca he viajado a Freljord, pero ya se puede sentir el frío característico. Sé paciente y cállate por un par de horas. Quiero dormir un poco. -

-¿Quieres soñar con Zed? -

Kayn se levantó de golpe de la pocisión que había adoptado para relajarse. Miró a Rhaast con ira transmitiendole la rabia que le causaba escuchar ese nombre. -

-Te dije que no quería volver a escuchar la palabra con zeta. -

-Pero Kayn, ¿Acaso dije alguna mentira? Aunque lo niegues, Zed sigue en tus pensamientos, y así será por un laaargo tiempo. -

-Por eso, no quiero escucharlo. - Dijo tajante. -Mi exilio será para crecer y aprender, no para seguir pensando en Zed. -

Dentro de su corazón anhelaba con fuerza que el frío congelara esos sentimientos que tanto daño le estaban causando. Zed se había vuelto su punto débil, y no podía permitir que volviera a afectarlo tanto como para querer desaparecer y entregar su cuerpo.

Todo había llegado a su límite, y estaba consciente que tanto Zed como él eran culpables de su desequilibrada relación. Aunque culpaba más a Zed, siendo él el adulto no supo manejar la situación y eso lo decepcionó.

.

El frío cada vez era más progresivo, hasta el punto de calar los huesos. Kayn despertó temblando mientras que un suspiro congelado se hizo notar en el espeso aire.

-Llegamos. -

El barco chocó contra el muelle anunciando su arribamiento.

-¿Ahora te arrepientes de no conseguir un abrigo?- Dijo Rhaast con un tono burlesco.

-Lo conseguiré. - Espetó.

Al salir del barco con su paso sombrío se encontró con algo que jamás había visto: un paisaje nevado y blanco.

Rhaast estaba en la misma pocisión, jamás había visto la nieve ni mucho menos había sentido tanto frío en su filo.

-Aquí comienza, una nueva etapa. - Dijo para sí entusiasmado.

Corrió hacia el pueblo. Al ver casa tras casa rústica, se topó con lo que parecía ser una hostería.

Sabía que no tenía ni una sola moneda de oro, mas intentaría persuadir al dueño para que lo dejara quedarse por lo menos una noche.

Al entrar, los clientes miraron a Kayn con algo de intriga. Era obvio que era un veterano, mas no se esperaban a alguien de prendas tan ligeras con esa extraña corrupción en su rostro.

Enseguida se acercó el dueño un poco tembloroso.

-¿T-te encuentras bien? - Preguntó con un acento un tanto peculiar.

Esa pregunta había facilitado las cosas.

-N-no... No me siento para nada bien... -

Kayn fingió desmayarse.