Recuerdos I

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A la hora de la cena, Zed dudaba si el pelinegro iba a asistir después de lo acontecido.

Conversó con Syndra gran parte del día respecto al misterioso sujeto que poseía el arte de las sombras. Le inquietaba no tener siquiera una mínima sospecha de quien podía ser, conocía las capacidades de cada uno de sus acólitos y ninguno calzaba.

Kayn llegó a la misma hora de siempre, nueve en punto. Al ver a la soberana sentada en la mesa, dudó en entrar, mas lo hizo de todas formas sin decir ni una sola palabra.

Syndra estaba frente a frente con Zed, apropósito, pues quería que ambos se sentaran juntos.

Cuando el pelinegro se sentó, evitó todo contacto visual con la soberana, mas esta lo miraba fijamente.

—Kayn, supongo que te preguntas por qué invité a Syndra a cenar. —

—Sí, pero si lo preguntaba o no importa muy poco ¿No? — Dijo un poco fastidiado.

Zed habló después de beber un sorbo de té.

—Hay una buena razón. Syndra me dio detalles de lo que ocurrió en el bosque la tarde que la encontré. Es de suma importancia que la escuches. —

La soberana volvió a repetir su experiencia, cuidando de ser lo más descriptiva posible. A medida que iba avanzando, la expresión molesta de Kayn se iba transformando progresivamente en una de preocupación.

—¿Poder sombrío? ¿De quién? — Le preguntó a Zed.

El albino negó con la cabeza dando a entender que tampoco sabía.

—Esto es muy preocupante ¿Qué deberíamos hacer? —

—¿Qué harías tú en este caso, Kayn? —

Kayn pensó por unos segundos.

—Se debe investigar la situación, pero no tenemos la suficiente información. —

—Exacto, pero tampoco podemos quedarnos de brazos cruzados. Cuando Irelia llegue, tenemos que platicarle al respecto. Este sujeto sabe donde reside Syndra y esa es información limitada. Irelia debe saber algo. —

—Dos días como máximo... — Dijo Kayn pensativo. —Bien, esperemos. —

La cena se resumió en eso, una seria reunión llena especulaciones.

Al rato Syndra comenzó a bostezar, decidió irse primero.

—Pórtense mal. — Le susurró a Zed antes de irse.

El albino solo tosió una vez intentando retomar su compostura.

Kayn aún parecía pensativo y notoriamente preocupado, Zed posó su mano en la espalda de su acompañante. Se sobresaltó ante el tacto.

—Relajate Kayn, el traidor no podrá esconderse por mucho tiempo. Cuando lo encontremos dejaré que tu mismo seas quien corte su cabeza. —

El pelinegro suspiró y acomodó un mechón que se había acomodado en su rostro.

—Haré lo posible para que nadie corra peligro. Tendré que ser más estricto con la vigilancia, ahora mismo iré a ordenar patrullaje. —

—Espera. —

Zed lo sujetó firmemente del brazo.

—¿Esperar qué? —

—Yo lo haré, vé a descansar. —

Kayn rió ante la ironía.

—¡Cuánta amabilidad! Eres todo un caballero, pero no tengo problema en hacerlo yo. —

Odio lo que me haces recordar ~ Zed x KaynDonde viven las historias. Descúbrelo ahora