CAPÍTULO 8 "CORTE"

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JESSICA

Dos semanas completas de seguridad, la angustia me visitaba un rato por las noches, pero la inconsciencia quebraba cualquier contacto que ella quisiera establecer conmigo. Dormir era la solución, leer también lo era. Pero la más viable era tener compañia.

Pero esta noche fue diferente, centenares de correos electrónicos inundaban mi buzón. Una dirección correo desconocido que llevaba justamente 2 semanas enviándome archivos adjuntos. Entré a uno para cerciorarme, me recibieron fotografías de chicas desnudas, consoladores y demás artefactos que nunca antes había visto. Lo último fue un video, su contenido era casi nulo excepto por las inaudibles voces de fondo, coloqué mis auriculares y subí completamente el volumen del computador. Eran gemidos muy bajos, la imagen era totalmente negra, pero allí estaban esos gemidos. Y en el último segundo antes de que cortara el vídeo, decía la voz dominante en un gran gemido: "Jessica". reconocí de inmediato la voz de mi padre.

Mi corazón comenzó a latir con violencia, el terror y el asco recorrían todo mi sistema. Dejé caer el computador y corrí al baño a devolver todo de mi estomago, vomité unas tres veces porque ya no tenía más nada para sacar. Me derramé en el piso del pequeño baño, encontrándome en aquel maldito día otra vez.

(...)

Haciendo una mueca abrí mis ojos y me dí cuenta de que había permanecido sentada en el frío suelo todo el tiempo mientras dormía, me dolía todo el cuerpo, pero más el estomago. No sé cuanto tiempo dormí, suponía que debían ser una o dos horas.

El latido en mi cabeza aumentaba frecuentemente, hasta que sentí como toda la habitación latía junto a ella. Me incorporé sintiendome débil. Y entendí que los latidos no eran en mi cabeza, eran en la puerta.

Me apuré en recordar que hacía aquí, y con quién convivía.

Bajé el baño y enjuagué mi boca. Los golpes se habían detenido para cuando quise abrir, ya nadie estaba ahí. Para mi fortuna, porqué mi estado vulnerable sólo lo guardaba para mi misma.
El computador seguía en el suelo, encendido y dentro del correo electronico. Cuanto agradecí que Nate no invadiera mi privacidad. Eliminé cada correo, cada cosa que tuviera relación directa con ellos. Intenté también eliminar los recuerdos, juro que lo intenté con mucho esmero.

Apagué el computador, cerré los ojos y respiré con ansiedad, mientras masajeaba mi cabeza.

necesitaba terminar esa historia, necesitaba un final. Porque aún habían más hojas blancas que llenar, necesitaba intensamente un final, para poder continuar, o poder concluir.

Tomé un libro del montón que habían encima del escritorio más pequeño. Leí su portada, leí su maldita caligrafía y la perfección en como estaba narrada su sinopsis, deseaba poder ser más como ellas, tener una fortaleza inquebrantable, que soportara cualquier adversidad sin ser una princesa, una ladrona, o tener algún superpoder. ¿cómo podía sacar algo bueno de aquello que leía?, ¿cómo podía ser más como ellas?
Rasgué su portada, arranqué los primeros capítulos, destrocé sus páginas, tanto como yo lo estaba.

Es una herida que no sana, fundida en dolor, ira, en una unión de sentimientos que comprendía cada parte de mi cuerpo, cada parte de mi alma. Una reacción recia de una persona necia, una combinación desfavorable, en momentos de angustia. No obstante, necesitaba deshacerme de ese mar que me quería ahogar, y qué mejor manera.

El papel caía sobre la sabana, como las gotas podían caer del cielo, en forma desorientada sin curso y sin rumbo. Sólo caían amontonados, mientras yo seguía rompiendo cada libro que prometió ayudarme, cada palabra que llenó superficialmente una hueco de mi.

El Sonido Del MiedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora