PRÓLOGO

56 11 0
                                    

Pasado

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Pasado.

JESSICA

Me estaba apagando dolorosamente, mientras mi corazón latía al compás de mis lágrimas. Mis manos se aferraban a mi cuerpo queriendo cerrar la grieta que fue abierta, y mi mente estaba bloqueada recordando todo lo que quería arrancar de ella.

Mi cuerpo desnudo y maltratado, lleno hematomas y heridas visibles, usurpado y humillado, descansaba a un lado del inodoro mientras lloraba de vergüenza y de ira. Mis ojos ardían y todo dolía, mi alma dolía, pero más dolía mi existencia. Me había roto contra mi voluntad, me habían roto en miles de pedazos que ahora no encajaban.

Tapé mis piernas débiles con una delgada sabana blanca y consideré quedarme aquí tirada para siempre, no salir más de este pequeño baño, ni al mundo. para que no pudieran romperme más de lo que ya estaba.

Me levanté con gran esfuerzo y miré mi reflejo en el espejo, no podía reconocerme, no más. Aquella jodida imagen en él no era yo. Levanté el puño y lo estampé una y otra vez contra el vidrio, pedazos pequeños se clavaron en mis nudillos, pero ese dolor no se podía comparar con el que sentía dentro de mi. Golpeé una y otra vez el espejo, los vidrios caían sobre el lava manos, junto a mis lagrimas.

Tomé un par de tijeras y pensé por un segundo cortar mis venas, pero no pude hacerlo. Aún me faltaba más valentía para hacerlo, y en este momento sentía todo, menos valentía. Me sentía como una cobarde humillada y en desgracia.

Tomé esas tijeras y corté mi cabello, mechón por mechón, caían al suelo junto a la sabana. Seguí cortando hasta que destruí más mi imagen, quería cortar cada parte de mí qué él arruinó. El pánico me consumió por completo, grité desesperada sintiendo que me ahogaba.

Deseaba con fervor morir justo ahora mientras caía de rodillas y rogaba que todo esto acabara. Pero nada sucedió, yo seguí en ese suelo frío tirada llorando. No veía nada, solo el vidrio mezclado con mi cabello y la sangre que se derramaba de mis manos, no pensaba más nada que en querer morir, y solo escuchaba mis sollozos, que son el sonido del miedo.

 No veía nada, solo el vidrio mezclado con mi cabello y la sangre que se derramaba de mis manos, no pensaba más nada que en querer morir, y solo escuchaba mis sollozos, que son el sonido del miedo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

NATHAN

Acompañé a mi hermana hasta el hueco en el suelo que esperaba su ataúd, cargué por una última vez su peso con mis brazos. Mientras caminábamos hasta el panteón que nos recibía con un devastador frío, que coincidía con el que yo sentía en el corazón. La brisa helada golpeaba mi cabello haciendo que este callera sobre mis ojos, cosa que agradecí porque podía tapar las cientos de lagrimas que rodaban por mis mejillas.

Depositamos el ataúd sobre unas cuerdas encima de la tumba.

Mi madre colocó un par de rosas rojas encima del ataúd y se despidió de ella, luego se alejó al lado de mi padre, quien solo dio una palmada al cajón que contenía a su hija. No escuché ningún lo siento por parte de nadie, supongo que era esperar mucho.

Me acerqué a mi hermana y observé por una última vez su delicado rostro pálido.-No tengo nada que perdonarte, Cassie.-tomé el ramo de rosas y lo lancé al suelo junto a los pies de mi madre.-Perdóname tu a mí, Perdóname por no detenerlo.-rogué desesperado al borde del pánico.

Besé el ataúd.

-no tienes la culpa de nada.-susurré desgarrado.-ellos te hicieron esto, yo te hice esto, no tú cassie.-el nudo en mi garganta creció.-tu no te mataste.-lloro desconsolado al decir lo siguiente.-nosotros lo hicimos. Perdóname.

El ataúd desciende lentamente hasta tocar el fondo, al mismo tiempo que yo toqué fondo dentro de mí. Mis piernas fallaron y caí al suelo, deseando con todas mis fuerzas que esa no fuera mi hermana. Deseando que esto acabe, así como el dolor está acabando conmigo.

-no le gustaban las rosas.-me levanté y caminé al lado de mi madre. Mi voz destila hostilidad, pero también se que todos son tan culpables como yo.

No se quién me pasa una pala pero la recibo y soy la primera persona que lanza un poco de tierra sobre el ataúd. Eso solo hace que me desgarre más, que mi pecho se oprima y que mi alma se quiebre desesperadamente mientras pienso en toda la vida que teníamos por delante.

Nos recuerdo tan felices, pero ahora solo estoy yo y este dolor que no acabará, sino que acabará conmigo y la tierra cayendo sobre mi hermana, que es el sonido del miedo.

El Sonido Del MiedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora