CAPÍTULO 9

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NATHAN

La maleza había retornado de manera inmediata, tras casi una semana faltando a mi encuentro diario. Las flores marchitas embellecían, de manera irónica, el lugar. La falta de vida era notable, y también palpable. Tomé un par de tijeras grandes y corté de raíz toda la hierva seca, con la excepción del pequeño arbolito que nacía desde la lápida quebrada. No me enojó el hecho, más bien me conducía a pensar de que literalmente sí había vida después de la muerte, absoluta y completamente convencido. Pero aún así dolía un poco más.

Aún tenía muchas cosas por entender, pero lo que más me desordenaba los pensamientos era Jessica y su cicatriz. Nunca pensé enterarme de algo así, y quizás esté juzgando antes de saber, no obstante no encuentro una razón lógica para que alguien como ella contemplara siquiera la idea de... suicidarse.

Tan solo pensar esa palabra, volvía a caer en las garras de la negación.

Vacié mi mente mientras plantaba algunas semillas en la tierra húmeda y seca de la tumba. Al lado de su nombre, junto al tallo del pequeño árbol. Me detengo a pensar nuevamente, en cassie, en lo parecida que era a una rosa roja. La fragilidad de su existencia, y en lo dulce de su presencia. Pero ahora solamente relacionaba a mi hermana con una flor de las nieves, Leontopodium alpinum, que crece en la soledad y el hielo.

debes cortarla desde la raíz, para que no vuelva a nacer.

—¿pero por qué quieres cortarlo, mama?—pregunté confundido, el árbol era grande, lo suficiente como para refrescar nuestra casa, y proveernos de un oxígeno más limpio que el de la escuela, en donde no había ni un árbol.

—no quiero hacerlo, pero tu padre ordenó cortarlo para abrir una piscina.—contestó mi madre en duda.

—ya tenemos una.—cassie apareció por la puerta de vidrio de la cocina, tomando un jugo de caja.—no la usamos, tampoco.—sorbió fuerte.

—¿por qué tenemos que hacer lo que dice papá?—mi madre me miró extrañamente, una expresión indescifrable, entre el desagrado y la razón.

—porque el es tu padre, nate. No vuelvas a recriminarle, ni en su presencia ni cuando no está.

—nate tiene razón mamá.—defiende mi hermana. Desechando la caja de jugo vacía.

—sólo tienen 10 años, no entienden de razón y lo que dicen carece de coherencia.—mi madre se quitó los guantes y los tiró a nuestros pies. Y entró enojada a la casa, azotando la puerta.

—¿dije algo malo, cassie?

—dijiste lo que tenías que decir, nate.

Miré una última vez el árbol enorme y toqué tu grueso tallo hasta un pedazo que estaba levantado, lo arranqué sin saber y encontré tallado en el interior de ese pedazo de madera una frase escrita como con una navaja. "Podría jurarte mi amor eterno, si vuelves a mirarme como aquella vez".

ya entendí porqué se enojó.—se lo enseñé a cassie.

—no está enojada, está dolida. Y no tuvo con quién más desahogarse, que con nosotros.—miré a cassie, pensando que ella era mucho más inteligente que yo. Cassie arrojó la caja de jugo y saltó sobre ella haciendo que estallara fuerte, en ese instante dudé de su inteligencia.

Me despedí de mi hermana, luego de permanecer con ella un par de horas, en silencio y en palabras. En un silencio agotador, pero al mismo tiempo reconfortante. Entre mis palabras y sus respuestas, que no fueron más que un leve soplo de viento que revolvía mi cabello. No obstante fueron las respuestas que esperaba, que anhelaba fervorosamente.

Porque ahora cassie hacía parte del viento, del cielo, de las estrellas y de mi mismo. En el viento permanecía su escencia, y a donde quiera que yo fuera, el viento siempre iría conmigo, por ende estaría cassie a mi lado todo el tiempo. Al final el amor es eso, algo efímero que no se ve, pero podemos sentirlo tan profundamente, que se convierte en algo inexplicablemente maravilloso.

(...)

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⏰ Última actualización: Nov 30, 2019 ⏰

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