Capítulo 5

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-Pensé que no vendrías... ¿No estás enfadado?-dije mordiéndome el labio.

-¿No eras tú quien estaba enfadada?-dijo con media sonrisa.

-Sí, pero creo que me pasé... No debería haberme puesto así. Lo siento.-dije mirando al suelo.

-Vaya, María pidiéndome perdón... Acepto tus disculpas.-sonrió.-¿Vamos?

-Claro.-dije atrapando mi labio inferior con mis dientes.

-Ponte delante.-dijo abriendome paso a su moto.

-¿Qué? Yo no sé conducir una moto.-dije negando con la cabeza.

-Yo te enseñaré. ¿Confías en mi?-dijo mirándome a los ojos.

-No.-reí.

-Me lo imaginaba...-rió.-Sube.

Me subí delante, tal como él indicó. Él se puso detrás de mi. Arrancó. Sólo el ruido de esta moto tan grande me daba miedo. Él puso sus manos encima de las mías, para poder manejar también la moto. Después, puso su cabeza en mi hombro y me susurró "vamos". Le dí gas y empezamos a conducir. Cuando llevé unos cuantos minutos conduciendo, le perdí el miedo. La verdad es que esta moto era genial. Él dirigía hacia donde ibamos y tomó un camino que desconocía. Cuando paramos, era bosque. Nos bajamos de la moto.

-¿Donde estamos?-dije mirándole.

-Vamos.-dijo cogiéndome de la mano haciéndome entrar en el bosque.

Al caminar unos tres minutos, llegamos a una especie de lago, super bonito. No había nadie, eso me extrañó.

-Es precioso, Álvaro.-dije sonriendo.

-Me alegro de que te guste.-dijo abrazándome por detrás. Mi piel se puso de gallina, este chico es increíble.

-¿Y por qué me has traído aquí?-dije separándome de él y sentándome en la hierba. Él hizo lo mismo.

-Solía venir aquí cuando era pequeño. Me traía mi padre y pasabamos horas y horas aquí, haciendo cualquier cosa. Y ahora es como mi lugar secreto. Siempre que tengo un mal día vengo aquí a relajarme.-suspiró.

-Bueno, pero hoy no es un mal día, ¿no?-le sonreí.

-Claro que no.-me sonrió. Después, me cogió para ponerme delante de él. Yo me tumbé sobre él, poniendo mi cabeza en su hombro izquierdo.

-Y...¿Dónde está tu padre ahora?-me salió del alma, sin pensar en que no sería buena pregunta.

Él suspiró y se quitó una de las cadenas que llevaba. Me la dio para que la viera. Yo la cogi y detrás vi lo que ponía.

-¿Ejercito? ¿Tu padre está ahora en el ejercito?-pregunté.

-Sí.-puso la mano para que se la devolviera y acto seguido se la colocó en su cuello de nuevo.

-Supongo que le echarás de menos.-dije acariciando sus nudillos.

-Mucho... Pero ahora te tengo a ti y no me siento tan solo.-dijo dándome un beso en la cabeza.

-¿Una amiga hace que no te sientas tan solo?-sonreí.

-Claro, los amigos son lo mejor.-asintió.

Giré un poco mi cabeza, hasta que pude mirarlo a los ojos. Nos quedamos uno enfrente del otro. Tragué saliva, ya que estaba demasiado cerca de Álvaro y eso me tensaba. Vi como me miraba los labios y después me miró a los ojos. Me sonrió y yo le devolví la sonrisa. 

Después de ese momento tan tenso, me levanté de repente, prestándole mi mano para que se ayudara a levantarse. Él me la cogió y se levantó.

-Debería irme a casa. Tengo que estudiar.

-Oh, claro.-dijo haciendo una mueca.

Caminamos hacia su moto y me llevó a casa.

-¿Nos vemos pronto?-me preguntó.

-Nos vemos pronto.-le sonreí.

Entré a casa y vi a mi prima cocinando. Por el olor pude deducir que era lasaña.

-¡Que buen olor, prima!-dije dándole un beso en la mejilla.

-Pues esta será tu cena. ¿Donde has estado?-dijo mirándome.

-Con Álvaro.-sonreí.-Vino a buscarme después de clase y he estado con él hasta ahora.

-¿Te gusta?-me preguntó de repente.

-Mmm... Bueno, no sabría decirte. Hay facetas suyas que me vuelven loca pero otras que no soporto su humor. Así que no sé que decirte.

-Yo creo que es un buen chico, sólo que no ha tenido una buena vida y a veces se pone agresivo.

-Ya, bueno. Prima, voy a ducharme y ahora bajo a cenar, ¿sí?-le sonreí.

-Claro.-me devolvió la sonrisa.

Me duché y después cenamos. Que buena la lasaña de mi prima. Después de cenar, subí a mi habitación y me puse a estudiar historia. Qué aburrimiento. Pero ese fue mi plan para esa noche. De vez en cuando Álvaro aparecía en mi mente, pero intentaba apartarlo porque si no era imposible concentrarme.

A las dos horas, ya estaba rendida y decidí irme a dormir.

Pipipipipipipipipipipipipi...

Maldito despertador, no se le escapa ni una. Me levanté, martes todavía, que horror. Desayuné rápido y me fui corriendo, que se me hacia tarde. Esto de tener que elegir ropa cada mañana hacia que siempre llegara tarde. Cuando salí a buscar mi coche, me encontré a Álvaro en mi puerta con su moto.

-Buenos días.-dije con cara de extraña y sonriendo.

-Buenos días. ¿Te llevo?-dijo guiñándome un ojo.

Me acerqué a él corriendo y me ofreció un casco. Me subí y le di una galleta que me había llevado para comer por el camino. Él se la comió encantado. Me llevó hasta el instituto y me bajé de su moto. Él se quedó subido.

-¿Y ahora como es que te levantas tan temprano?-le dije mordiéndome el labio.

-Para que veas lo que hago por ti...-dijo sacudiendo la cabeza.

-Yo no te he pedido nada.-dije riendo.

-No rompas este momento, anda.-rió.-Entra, que vas a llegar tarde.

-Sí.-reí.-Nos vemos.

-Pronto.-añadió Álvaro.

Me giré para mirarle y regalarle una sonrisa. Después, me fuí dentro. Me encontré con Nat y me preguntó mil cosas, cosa que me aburría. 

Al cambio de clase, alguien puso su brazo al lado de mi, acorralándome en mi taquilla. Me giré y vi que era Adrián.

-¿Que haces? Déjame en paz.-dije sin ganas.

-Ahora prefieres a delincuentes como novios, ¿no?-dijo refiriéndose a Álvaro.

-Eres un imbécil, eso lo primero. Y segundo, Álvaro no es un delincuente, ¿vale? Y no me alteres.-dije enfadándome y mucho.

-Mírate, te está pegando sus maneras de hablar... Ya no eres lo que eras, bonita.-me dijo guiñándome un ojo.

-Pues si ya no soy lo que era, vete. Eso significa que ya no te gusto.-dije con indiferencia.

-Pero tu cuerpo aún me gusta, y si en mi cama te pongo algo en la boca para que no hables, estarás perfecta.

-Eres un pervertido, eres un asqueroso, eres...-dije empezando a gritar. Cuando todo el mundo me miró, me di cuenta de que debía bajar el volumen.

Las siguientes clases las pasé con indiferencia, sin participar en clase y sin nada. Estaba afectada, supongo.

Cuando sonó el timbre, fui corriendo fuera y vi a Álvaro esperándome. Me fui corriendo hacia él, le abracé y empecé a llorar.

Ni contigo ni sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora