Ciudad de ángeles

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Era de noche... muy de noche. En una ciudad como aquella la noche es peligrosa.

Calles oscuras y sucias predecían un aciago camino.

Apuró el paso, nerviosa volteó, no había nadie... O ¿si?

Aún faltaba para su destino.

La luz mortecina de los postes iluminaba de manera irregular la acera, haciendo aparecer fantásticas criaturas de sombras que a ella se le antojaron monstruosas.
Nuevamente volteó y un hombre a paso lento caminaba a unos cuantos metros de ella. Parecía alguien al salir del trabajo. Llevaba un maletín en su mano y vestía de traje. Sin embargo... ¿salir del trabajo a esa hora?, era muy tarde para cualquier trabajador.

Su corazón se aceleró, pensó en apurar el paso o esconderse. La segunda opción no era muy viable, no había nadie en aquellas calles, ningún sitio abierto, todo desolado. ¿Como esconderse sin que la notara?

Caminó más rápido entonces.

Algunos carros aun transitaban, indiferentes a que una jovencita caminara sola por esas peligrosas calles, indiferentes a que tal vez un hombre la estuviera siguiendo, quien sabe con qué propósito.

A nadie le importaba.

Podría morir allí mismo. Ser atacada, abusada y nadie interferiría. Solo ella debía defenderse si no quería aparecer al día siguiente como un número más en la estadística de muertes de aquella demoníaca ciudad, donde vivir no era posible y solo sobrevivir contaba.

Tenía la garganta seca, el estómago prensado. Caminó más rápido. No quería llegar a correr pero le faltaba poco para eso. Sintió miedo, terror líquido sustituyó la sangre en sus venas al ver que el hombre también aceleró su caminar detrás de ella. Definitivamente la seguía, si quisiera podría alcanzarla en cualquier momento.

Nadie le impediría hacerle daño. Ella solo era una menuda jovencita, delgada y bajita, ¿que podría hacer? Ni siquiera una patrulla de policías, aunque verdaderamente, aquella tampoco era una de las mejores opciones. En esa ciudad los policías eran peores que los maleantes, ellos tenían poder y la ley de su parte. ¿Que sería peor, ser víctima de los policías corruptos y desalmados o de los criminales?

El viento frío quemaba su cara y las lágrimas amenazaban con surcar sus mejillas, se sentía acorralada. Mas rápido, caminaba mas rápido.

¿Qué hacía allí? ¿Cómo se permitió estar a esas horas deambulando sola?

Lo que había comenzado como una noche divertida estaba terminando como una pesadilla.

Ni siquiera conocía bien a esos chicos.

Su amiga Karen la había invitado a salir, pero la muy estúpida no le dijo que iría con su novio y otros amigos que ella ni siquiera conocía, cuando se dio cuenta Karen había desaparecido. Seguramente se habría ido a follar con su novio dejándola con un montón de desconocidos. Por supuesto que en seguida uno de ellos quiso acercársele primero buscándole conversación: " Como te llamas, eres muy linda" y todas esas babosadas que dicen los hombres para conquistar. Pero el verla indiferente no lo hizo desistir, al contrario: "Vamos a bailar" Y ella de estúpida aceptó. Claro, tenía la esperanza de que Karen regresara de quien sabe dónde y mientras tanto pasar el tiempo. Pero el muchacho iba rápido. La apretó de manera vulgar contra su cuerpo y comenzó a restregarse con descaro, ella trató de apartarlo, pero era débil y el otro mucho mas fuerte. No sabía en que momento la había arrojado a un cuartito oscuro con claras intenciones de violarla. No supo de donde sacó fuerzas para empujarlo y salir corriendo de allí. A la mierda Karen y su novio.

Salió a la calle oscura y vacía dejando su bolso olvidado en la fiesta. Ya no podía regresar allí a buscarlo así que tocaba caminar hasta su casa, por las calles desoladas y amenazantes de esa ciudad, una de las más peligrosas del mundo. Y ahora otro hombre claramente quería hacerle daño.

Volteó de nuevo. El hombre seguía allí, con su maletín, a unos cuantos metros de ella.

Adelante había un grupo de muchachos.

Eso le gustó menos. Todas las células de su cuerpo se pusieron alerta y gritaron PELIGRO.

Los hombres adelante la vieron... con hambre... como si fueran lobos olfateando sangre. Comenzaron a vociferar palabras obscenas y ella se sintió morir. Se detuvo petrificada, de repente no supo que hacer. Uno de los hombres se separó del grupo y comenzó a caminar hacia ella. Solo tocaba esperar lo peor, la atacarían, eso era seguro. Cerró los ojos y se encomendó a Dios, a los ángeles, a quien la estuviera escuchando en ese momento. Entonces una mano la jaló con fuerza y la obligó a moverse rápido cruzando la avenida a la acera contraria. El grupo de hombres se arrojó tras ellos y comenzó a perseguirlos. Ella empezó a correr siendo jalada con fuerza por alguien, a quien reconoció como el hombre del maletín.

El grupo de atrás no parecía darse por vencido, continuaban persiguiéndolos y gritando obscenidades, claramente la querían a ella. Todo era como una pesadilla donde parecía inevitable el trágico fina, solo lo había retrasado un poco. Pasaba de un acosador, a otro y ahora a muchos. Ya las lágrimas rodaban desbordadas y el nudo en el estómago no la dejaba respirar.

Era horrible, solo corría.

Se le salió un zapato, se quitó el otro.

El hombre del maletín seguía tomándola con fuerza, no dejándola caer.

De pronto un sonido presagió el desastre.

Lo peor.

Sonidos de motos.

Los perseguían ahora en motos. No quería morir y seguramente sería torturada antes, su cuerpo violentado por muchos, mancillado, roto, herido, ya estaba muerta. No había salvación allí donde Dios no parecía compadecerse de sus hijos, donde los malos eran los vencedores, la ley del mas fuerte, el único superviviente. Como si ya esa ciudad fuese un escenario posapocalíptico a lo Mad Max, donde era correr o morir y jamás, jamás, jamás, salir de noche, la noche es de las sombras, pero no fantasmales si no unas peores: demonios de carne y hueso poseídos por verdaderos espíritus infernales que usaban como portal la droga y el alcohol para reinar a sus anchas allí, en ese Pandemonium.

Las motos ya estaban muy cerca. Apretó los ojos con fuerza. Todo había terminado, su vida. Empezaba ahora la pesadilla de su final.

Una calidez comenzó a extenderse por su brazo, el calor reconfortante de la mano que la sostenía con fuerza le hizo abrir los ojos.

Las motos pasaron de largo, como si no los hubiesen visto.

Ella volvió sus ojos asustados al hombre que la sostenía y vio el rostro mas hermoso que jamás había visto, la mirada dulce y pacifica que le decía sin palabras que todo estaría bien. Lentamente le sonrió y le mostró con un movimiento de su cabeza lo que tenía a su espalda. Era la puerta de su edificio, habían llegado y en su desesperación no lo había notado.

El hombre abrió su maletín y sacó su bolso, el que había dejado tirado en la fiesta.

La muchacha lo tomó y sacó sus llaves. Quería darle las gracias, disculparse por creerlo también un maleante, pero cuando volvió a levantar su mirada ya no había nadie allí solo la calle vacía, ahora extrañamente iluminada. Entró a su edificio y desde el otro lado de la reja miró allí donde había estado, y todo lo que vio fue una gran y hermosa pluma tornasolada del ángel que la había protegido, abandonada sobre la sucia acera. 

 

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