Blancanieves y el cazador

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Relato escrito para participar en el segundo reto del concurso WOWAwards2019: "Piensa en tu personaje favorito de la infancia (Anatasia, Ariel, Vaca y Pollo...) y haz que haya cometido un asesinato. Describe como ha llegado a matar."

Variación un poco macabra del conocido cuento infantil.

Tengo miedo, mucho miedo. Ni siquiera me atrevo a voltear. Temo descubrir que él está cerca empuñando esa daga con la que pretende sacarme el corazón.

Adelante solo hay oscuridad. Nunca había estado en el bosque. Recuerdo que los sirvientes del castillo dicen que está encantado. ¿Será verdad?

¡Es cierto! Está embrujado. Los demonios se me vienen encima y tratan de agarrarme con sus brazos flacos y retorcidos. Son garras que me arañan la cara y se enredan en mi pelo. Escucho como silban, como susurran palabras demoníacas en la oscuridad. Adivino que murmuran frases infernales.

¡Oh, Dios!

Y corro desesperada. No quiero que me atrapen, pero tropiezo. Sus brazos me alcanzan, se enredan, arañan y caigo con la certeza de saber que mi final está cerca. No quiero abrir los ojos. Espero que me maten, que sea rápido. Pero nada pasa. ¡Nada!

Con temor, abro los ojos y veo árboles. Son las ramas secas de los árboles las que enmarañan mi negro cabello y fueron sus ramas secas las que lastimaron mi blanca piel.
Piel como nieve.
Blancanieves, la huérfana que nadie quiere. Esa soy yo. La tonta que se asusta de los árboles.

Con un suspiro me levanto dispuesta a continuar, a buscar un sitio donde guarecerme de la noche, pero el crujir de ramas me pone en alerta. Escucho pisadas apresuradas. Y recuerdo que aún el cazador me persigue. No estoy a salvo. Mi corazón vuelve a palpitar veloz. Debo huir, no quiero morir.

Parece lejano e irreal cuando tan solo momentos atrás, alegre, cantaba en el jardín del castillo, acompañada por el trinar del ruiseñor. A pesar de que vivía en el palacio real y soy una princesa no tenía lujos, pero era feliz. Mi corazón estaba en paz. Era dichosa entre flores y pajaritos, llevando mi vida sencilla. La reina me ignoraba y, aunque, al principio dolía, luego aprendí que así las dos podríamos convivir con tranquilidad.

Hasta que la desgracia llegó con forma de cazador.

Se acercó a mí. Sudaba, por eso creí que estaba enfermo. Entonces sacó la daga:

—Ella quiere tu corazón —dijo caminando hasta mí, con los ojos desorbitados.

Me aparté lentamente y él se aproximó más.

—¡Huye! —gritó él—. Ve al bosque.

Y no esperé que lo repitiera. He corrido tanto que mis pies sangran, pero no puedo detenerme, porque él me persigue. No ha dejado de gritar que me detenga, que me quiere ayudar, pero sé que no es verdad. Ella desea mi corazón ¿y quién se puede negar a la voluntad de la reina?

Adelante hay un gran tronco y a mis pies, una rama gruesa. Trago con dificultad. En verdad no quiero morir.

—Princesa, ¿Dónde os encontrais?

Él está muy cerca. Siento como resbalan lágrimas de terror por mis mejillas.

—Solo quiero ayudaros, princesa. Hay aquí un peligro que vos desconoceis y estamos muy cerca. Dejadme ayudarla.

Rápidamente, tomo la rama gruesa y me escondo detrás del árbol. Mis manos tiemblan y casi no me puedo controlar. Comienzo a morder la punta de la rama para hacerla más afilada. En la oscuridad distingo una piedra y la uso para lijar la rama.

Ya viene.

El cazador está cerca.

—¿Blancanieves?

Me abalanzo sobre él y le clavo mi improvisada arma en el pecho. El cazador da unos pasos hacia atrás. Me mira con horror, con sorpresa. No puede creer lo que he hecho. Yo tampoco lo creo. Soy una asesina, mis blancas manos ahora están teñidas de sangre y siento mi estómago revolver.

¿Qué he hecho?
¿Acaso soy mejor que la reina o el cazador?

Comienza a amanecer y a la luz del día los crímenes que se han cometido en la oscuridad muestran todo su horror.

La sangre sale a borbotones de su pecho. El cae de rodillas y me mira suplicante. Balbucea, no entiendo lo que dice. Sus ojos miran a alguna parte detrás de mí.

—El, el peligro... cerca — dice y sus ojos se abren con horror mirando algo a mi espalda. ¿Qué es?

Volteo y hay una pequeña casucha, destartalada, vieja. La puerta se abre y un hombre de muy baja estatura sale de ella y camina hacia mí. A él le siguen otros, todos bajitos. Cuando están más cerca puedo ver que en sus manos traen martillos, cuerdas, cuchillos.

Puedo ver la expresión de sus caras.

Lascivia, deseo.

sonrisas lobunas acompañan al brillo macabro de los ojos de los enanos y comprendo cual era el peligro del que quería protegerme el cazador.

Lo miro y el pobre cazador yace muerto sobre un charco oscuro. ¿Por qué no le creí?

Los enanos siniestros se acercan y yo corro desesperada otra vez. 

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