Capítulo 3

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— ¿Te besaste con el posible marido de Mabel? — preguntó Wendy pasmada.

Rodó los ojos frustrado y le dirigió a Mabel una mirada indignada. Su hermana les había relatado a sus amigos un detallado informe de su tiempo en preparatoria, incluyendo por su puesto el tema a discusión, y se había encargado de dejar su posición y perspectiva como única.

— En primera el me besó a mí y en segunda, fue un accidente. No es la gran cosa — se quejó.

Esta vez fue el turno de Mabel para indignarse.

— Sí, claro — se burló la pelirroja mientras llegaban hasta una atracción de la Cabaña que casualmente era una de las más visitadas siendo la más falsa entre todas. — Bien, aquí podemos admirar al asombroso conejo pato, una abominación que fue letal en los tiempos de guerra. A 5 dólares cada foto, paguen y prosigan — habló nuevamente con voz aburrida mientras Mabel recolectaba la lluvia de billetes a su alrededor.

— Resultaste todo un casanova Dipper — lo halagó Soos con una sonrisa mientras se acercaba al gentío para ponerlo bajo control.

— No es para tanto — musitó mientras sus amigos avanzaban con los turistas básicamente sobre ellos. Suspiró sonriente viéndolos sufrir con la gente a cuestas.

— Disculpe, hay algo que quisiera saber sobre una de las atracciones — se sorprendió al sentir una mano en su hombro y la voz varonil a su espalda. Respingó, incluso, ante el toque repentino.

Giró sobre sus talones para poder observar al hombre a su espalda, relajó el gesto y asintió con una sonrisa tímida.

— Claro, ¿sobre cuál? — inquirió siguiendo al chico que curiosamente había empezado a movilizarse por la cabaña y se dirigía a la puerta.

— La estatua triangular en el bosque — declaró por fin apuntando a un punto al azar en el bosque.

— ¿La qué...? — confundido, retrocedió un par de pasos en lo que el sujeto revelaba su rostro de a poco.

— Vamos Pino, no me digas que lo olvidaste —  fanfarroneó el muchacho con una voz que se le hizo aterradoramente familiar.

Reaccionó gracias al instinto, giró con rapidez y trató de advertirle a su hermana.

— Mabel... — trató de gritar,  pero en su lugar tan solo profirió un quejido lastimero que fue apagándoses mientras iba perdiendo la conciencia.

— No te preocupes Pino,  esto es entre tu y yo — le aseguró y entonces todo se volvió negro.

...

Para cuando volvió a ser consciente de sí, supo que no estaba en la Cabaña del Misterio gracias al olor de la humedad. Eso no logró más que ponerlo intranquilo y hacerlo removerse inquieto en la superficie sobre la que se hallaba recostado.

Pronto descubrió que se trataba de una cama y que estaba atado.

— Tranquilo, Pino, no te haré daño, aunque eso dependería de tu concepto de daño. Dejémoslo en que no saldrás de aquí herido — aclaró el chico.

Escuchar aquella voz, burlona y amarga, disparó todas sus alarmas provocando un estado de pánico que no supo describir. Debía estar alucinando, por Dios que debía estarlo, era imposible que algo así hubiese pasado.

— Pino, no gastes mi paciencia, solo quédate quieto — ordenó con voz suave,  una clara amenaza que fue capaz de dejarlo inmóvil — Estoy aquí por ti — confesó — sin saberlo me salvaste, y ahora estoy atado a ti.

Sintió la desesperante necesidad de llorar en ese momento, sintiéndose vulnerable y pequeño mientras los dedos de un muy humano Bill Cipher, se enredaban en su cabello. Lo miró durante unos minutos, admirando lo que creyó imposible.

El chico frente a él no pasaba de los 20, era rubio y su cabello oscilaba entre los rizos y las ondulaciones. Tenía ojos de un color miel arrollador, mas parecido al oro líquido que a la miel en realidad. Tal vez le hubiera parecido atractivo de no ser por el miedo que le provocaba.

Trató de hablar, de gritar, pero su boca estaba bloqueada por lo que pudo distinguir como una tela. Bill pareció divertido ante el hecho y su desesperación.

— Permíteme — solicitó con fingida amabilidad.

Liberó su boca de la mordaza y se sentó a esperar que hablara.

— No sé de que hablas, pero lo que sea que quieras, no voy a dártelo — soltó a trompicones con la voz temblando en su garganta y sus ojos picando pero con su determinación intacta.

Un escalofrío recorrió toda su columna dorsal en cuanto una sonrisa satisfecha y maliciosa cruzaba por el rostro de Bill.

— Pero Pino, ya me lo diste — aseguró acercándose peligrosamente a su rostro — Sé que no lo entiendes, pero ese día, estabas tan aferrado a la mente de tu tío que inconscientemente te aferraste a mí — volvió a hablar con sus ojos brillando de una manera indudablemente humana.

— ¿Qué...? — preguntó el castaño, confundido con los ojos repletos de lágrimas y el miedo intrínseco en su cuerpo.

— Tu mente y yo estamos enlazados por los tratos que hemos hecho, así que creaste uno nuevo. Te enlazaste a mi energía para evitar perder la mente de tu tío, lo que jamás notaste es que yo la traje de vuelta mientras tu me ayudabas a salvarme — explicó emocionado.

Dipper se mantuvo callado,  pensando en aquellas palabras. Ya lo había pensado antes, que si la mente de Stan había vuelto tal vez Bill también, que si su mente no se había destruido, Bill tampoco. Como había deseado que eso no fuera verdad.

— ¿Y con eso qué? Ya no puedes recrear el Raromagedon

— Lo sé y por eso mi objetivo es otro. Por el momento no entraré en detalles. Cree mi propia forma física así que nos veremos seguido desde ahora, sólo quería informarte y pues... hacerlo oficial —  señaló con naturalidad.Sin más se acercó al castaño y con una calma totalmente fuera de lugar se inclinó sobre casi cubriéndolo con su cuerpo. Dipper cerró sus ojos con fuerza y se encogió como pudo totalmente aterrado, esperando el final de todo aquello y probablemente de su vida. Sintió que en cualquier momento empezaría a sollozar cuando todo se detuvo y cambió. No estaba muerto, eso seguro, no había dolor físico, tan solo el delicado tacto de unos labios rasposos y de un particular sabor. Abrió los ojos sorprendido y se encontró con la penetrante mirada del demonio sobre él, hasta que segundos después,  se alejó como si nada — No lo olvides Pino, esta conversación fue privada, que se mantenga así — ordenó indiferente y lo liberó de las ataduras.

Aún en shock, el castaño se encogió abrazándose a si mismo y cubriendo sus labios con una de sus manos sintiéndose vulnerable, furico y confundido.

— ¿Me dejarás ir? ¿Qué demonios planeas en realidad? — exigió saber temblando con las mejillas arreboladas y el pulso explotando en sus venas.

— No te dejaré ir del todo, pero podrás regresar a la cabaña. Dadas las circunstancias este trato es bastante parecido a un matrimonio, así que te daré los detalles en la luna de miel. Ni se te ocurra hablar de esto con nadie, podría complicar las cosas para ti — comentó tranquilo,  disfrutando de la inseguridad y terror que le producía al pobre chiquillo.

Dipper quiso negarse, gritar, o simplemente preguntar, pero en cuanto lo intentó todo regresó a la oscuridad y el no pudo resistirse.

Me Case Con Un DoritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora