Capítulo 8

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— Estás siendo injusto tío Stan, muy injusto — reclamé indignado.

¿Cuantas veces hay que pedir perdón por llegar tarde?

Aunque bueno, técnicamente llegué al día siguiente, pero no fue mi culpa.

— ¿Es justo para mi corazón tener que soportar sustos como el de anoche? No jovencito, no. Ahora calla y baila — ordenó molesto arreglandose el traje, claro, eso era tan fácil de decir, él no tenia que usar un incómodo y desagradable traje de lobo en medio de los turistas.

— Maldición — me queje mientras volvía a bailar para la gente que me arrojaba dinero.

— Stanley deja ir al niño, ya parece un stripper — comentó mi tío Ford claro que probablemente su comentario sería ignorado, aunque yo valoro el esfuerzo.

— Oh vaya, es cierto,  deberíamos considerar abrir un club nocturno — bufó Stan con sarcasmo.

Yo no soy un objeto sexual, no es como si las adolescentes que me graban mientras bailo hayan venido aquí por mí, por supuesto que no lo que me llevaba a otro tema.

Bill Cipher, un maldito dolor en el trasero. Al diablo sus deseos de experimentar por medio de mi cuerpecito.

Es que... ¿en qué estaba pensando ese demente cuando le confesó su maravilloso plan? Lo tomó por sorpresa y no pudo negarse apropiadamente, luego tenía que regresar a casa y de nuevo no pudo hacerlo.

La vida era tan injusta.

Lo es Pino, lo es.

¿Bill?

No, soy una de tus múltiples personalidades.

Sal de mi cabeza.

Lo haré, pero debes venir para hablar sobre unas cosas.

¿A donde dices?

Tu sabes donde, necesito que hagas algo por mí.

— Genial ahora mi esclavitud es de uso público — pude haberlo pensado y ya, pero hablando era menos probable que Bill lo escuchara.

La dirección en mi mente pulsaba con insistencia y hasta cierto punto era algo molesto, aparentemente Bill era una joda intensa cuando quería algo, lo cual, admito es muy frustrante.

— Tío Stan necesito comprar  unas cosas — inventé rodando los ojos por la aparición constante de la dirección con intermedios en los que Bill posaba ridículamente.

— Puedes ir, pero harás el recorrido con el ridículo disfraz de lobo — cedió.

Bueno en realidad no era un consenso, solo era una manera elegante de seguir torturandome.

— Pero tío... — traté de negarme.

— Entonces no vas — pero cuando al tío Stan se le mete una idea en la cabeza es más difícil de sacar que un anillo muy pequeño de un dedo gordo.

Acepté mi derrota y cabizbajo salí a la calle en la estúpida dirección. Mientras caminaba las miradas me caían como si fueran bombas y yo estuviera en el fuego cruzado. Tambry me sacó una foto y supe que hasta aquí llevaba Dipper y su dignidad,  la que quedaba.

Ni siquiera presté atención al lugar en el que estaba entrando. Eran unos almacenes a las afueras, nada muy sofisticado pedo tampoco parecía un buen lugar para cometer asesinato, la fachada se veía desgastada aunque aún se distinguía el color que alguna vez debió haber relucido en las paredes, las puertas y ventanas estaban sucias pero estaban en perfecto estado de uso, es decir no estaban rotas.

Me adentré en el lugar siguiendo a mi corazón, mentira, siguiendo a Bill y en poco tiempo estuve frente a él en un amplio salón en desuso. Cipher estaba muy cómodo en una pequeña estancia para tomar el té.

Un par de resplandecientes sillas de metal flotantes rodeando ununa pequeña mesa circular del mismo color y material con una superficie de vidrio que sostenía un seguramente muy caro conjunto de té.

Por supuesto, tanto él como su estancia eran un contraste radical con las paredes mohosas y el piso polvoriento, pero en el fondo creo que a Bill le gusta eso de resaltar y llamar la atención.

— De saber que me harías un stripp habría preparado un ambiente diferente — picó con una mirada juguetona en dirección a mi pecho descubierto.

— Por supuesto que no te haré un stripp, solo que no pude cambiarme. Habla de una vez — exigí con la cada roja y ardiente.

¿Parezco stripper con esto?

Sí, uno muuy atractivo.

— Estoy a unos cuantos pasos de ti, háblame como la gente normal — pedí ocultando mi cabeza en un acto reflejo.

Odio que entre en mi mente sin mi permiso, no es cortés para nada.

— La verdad es que tenemos asuntos pendientes Pino y aunque anoche decidí ser un buen samaritano, quiero mi parte del trato — enmudecí de golpe. No estaba listo para un comentario así, no esperaba siquiera que lo comentara.

Yo no quiero ser la fuente de "placer carnal" de Bill, además quien dice eso en estos años. Por otra parte si no cumplo, la mente de Stan podría perderse definitivamente.

— ¿Puedes ser más específico? — no necesitaba que lo fuera, pero por Dios si es que el cielo lo quería habría hecho una conclusión apresurada.

— Pues como dicen los jóvenes,  quiero follarte — soltó a bocajarro.

Mi cara debió volverse un poema porque quedé en shock de pies a cabeza. La respuesta era obvia pero el que lo dijera así complicaba las cosas.

— Ah, bueno — no se me ocurrió que más decir, fue algo inesperado. Entre en pánico ¿ok?

NO ME JUZGUEN.

Ejem, ejem, es decir quedé sin palabras.

— Vamos Pino, iré muy despacio con todo, disfrutarás de tu tortura casi tanto como yo. Complace a tu esposo —  murmuró despacio, en una voz suave y sensual, casi arrastrando las palabras.

Si no fuera un demonio genocida ya se hubiera desmayado de la impresión.

— No soy una mujer esclavizada del siglo pasado — me negué buscando una excusa.

— No hay que ser sumiso para ser complaciente, basta con complacer un par de caprichos pequeños recíprocamente y tener una buena vida — volvió a hablar estaba vez poniéndose de pie en un grácil movimiento.

— En pocas palabras si doy, recibo — resumí.

— Créeme, tu tendrás apenas que dar. Lo único que quiero es que recibas sin hacer problemas de donde no los hay — ordenó,  pero su tono en serio daba paso a la duda de si era una petición.

— Está bien.

Me Case Con Un DoritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora