Capítulo 15.

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El calor sofocante me trajo de nuevo a la realidad, estar tan incómodo no deja dormir a nadie, mucho menos a mí, detesto el calor.

Traté de levantar la cara de la almohada pero un pinchazo de dolor en la espalda me devolvió inmediatamente a mi posición y aunque ahora estaba justo como cuando me levanté el dolor ahora estaba bien presente. No había abierto los ojos todavía, pero cuando traté de hacerlo la luz me los cerró de golpe.

— Dip, hey Dip, ya despierta. Un día ya es bastante, no seas vago — la dulce voz de mí hermana me trae suficiente consciencia para preguntarme donde estoy.

Una vez más trato de abrir los ojos y se ciegan por la luz. Inmediatamente logro ver a Mabel tapandola con su mano mientras me mira con una sonrisa dulce en su rostro.

— ¿Mabel? — pregunté estúpidamente.

Asintió mientras limpiaba en agua un pequeño pañuelo que luego pasa por mi rostro con suaves toquecitos aliviando el horroroso calor que siento.

— Quiero sentarme.

— Tranquilo germano, te lastimaras más — advirtió impidiendo que me moviera.

— ¿Qué?

— La herida en tu espalda, el dolor te provocó fiebre, llevas dormido un día y medio enteritos — comentó en voz baja y cuidadosa, confesándome a su manera que ya lo sabía todo. Suspiré con pesadez ya sin intentar moverme.

— ¿Cómo lo supiste? — pregunté resignado.

— Él te trajo, conoce muchísimo pero no como tratar heridas humanas — explico molesta.

— ¿Qué tan mal se ve? — pregunté preocupado.

— Tienes grabado el símbolo donde el tío Ford hizo que nos pararamos para detener a Bill cuando eramos niños.  Ya está cicatrizado, pudo curarte pero no eliminar lo que hizo. Parece que el dolor es una secuela — explicó.

Fruncí el ceño en una mueca un tanto rara, mezclada entre la ironía y la molestía del punzante dolor en mi espalda.

— ¿Y el que dijo? — volví a cuestionar.

La situación era totalmente surrealista, mi hermana hablando con Bill Cipher muy tranquila después de traerme a casa con una herida en mi espalda. Me sorprendió que ella estuviera tan tranquila, podía imaginarla totalmente histérica.

— Quería que te dijera que no podía eliminar algo que había estado totalmente fuera de sus manos — relató apuntando a su espalda — Que el contrato también toma control sobre él.

— Y supone que eso cambia algo — niego con la cabeza.

— Tal vez algo cambie cuando me expliques porqué no me contaste del contrato — dijo con la voz teñida de resentimiento. Cerré los ojos ahogado un suspiro cansado.

— Era peligroso — justifique.

— Tu espalda habla por si sola — obvió irónica.

— No para mí — aclaré. Me miró incrédula apuntando con los ojos a mi espalda acusadora.

— Es distinto — volví a intentar.

— No lo es — rebatió apuntando a mi espalda.

— Esto fue un accidente — intenté tranquilizarla.

— ¿Ah sí?

— Lo provoque, jugué mal mis cartas. Es todo — expliqué

— ¿Te estás escuchando, Dipper? ¡Te quemó la jodida espalda! — chilló histérica. Su voz me retumbó en la cabeza causándome un poco de dolor. Negué con la cabeza molesto.

Me Case Con Un DoritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora