Prologo

1.4K 84 7
                                    

Quiero aprender a tocar la guitarra, pero cada vez que mi padre me consigue un profesor de guitarra, yo o mamá arruinamos todo.

Yo lo arruino porque no puedo enfrentarme al fracaso. Si algo me sale mal, exploto en lágrimas o me enojo con todo el mundo. Hasta la mariposa que pasa frente a mi es mejor que yo y yo quiero matarla por eso. 

Mamá lo arruina porque tiene un terrible pensamiento semi-machista. Ella piensa que la guitarra no es para una señorita, cosa que no soy porque con todas las palabrotas que suelto cuando me enojo, incluso hasta la mujer más guarra se asustaría. Así que cada vez que yo menciono la palabra guitarra, ella me mira horrible y yo tengo que tragarme mis palabras y disfrutarlas, porque de lo contrario ella va a estar molesta por más o menos dos horas. Dos horas horribles, por cierto. Creo que de ella saqué mi mal humor.

Además de ser una dinamita, o «TNT» como me dice a veces papá, también soy demasiado obsesiva. Puede que me frustre hasta explotar, pero voy a volver a intentarlo. Y querer tocar la guitarra nació en mí tan repentinamente, que incluso yo no sé cómo fue, pero cada vez que no puedo hacer nada con ella y me frustro, lo vuelvo a intentar.

—Mamá, quiero un profesor para aprender a tocar...

—No— me corta ella, con esa maldita voz de mujer fría y controlada que tanto detesto.

—Lorena...—dice papá, con voz ronca porque le dio un largo sorbo a su taza de café.

—Jack, ella ha tenido suficiente con veinte profesores en un semestre. No voy a gastar más dinero en esas estupideces—replica ella, mirándolo fijamente.

—Abbie es una perdedora—ríe mi hermano pequeño.

Y yo salto; él no se puede burlar de mí. —Pequeño renacuajo.

Desearía ser Homero Simpson, así podría apretarle la garganta sin que él muera. Oh, eso sería tan gratificante. Sin embargo, solo le doy unos golpes en el hombro hasta que mamá me mira con esa mirada de mierda.

—Pero al menos me pedirán una habitación en la universidad este año, ¿verdad?—pregunto, lanzado a mi hermano de nuevo a su silla, colocando esa miradita hermosa del Gato con Botas.

—No. No habrá ni guitarra ni habitación.

—Lorena...

— ¿Es que acaso no recuerdas lo que ocurrió cuando salió de la escuela?—chilla mamá, abriendo sus ojos castaños.

—No hubo desastres, mamá—gimo.

—Habrá habitación, si es que logras portarte lo suficientemente bien durante el verano. Habrá clases de guitarra, si logras conseguir un trabajo y guardes el sueldo para comprarte la guitarra—sentencia papá, señalándome con su dedo.

—Pero...— dice mamá.

Papá sonríe. —Lorena, amor mío, ¿acaso no recuerdas lo que ocurría con la palabra pero?

Mamá asiente, resignada. Pero luego esa mirada de resignación se va cuando papá se levanta y la besa hasta que no pueden ni respirar. No me da asco, como a los otros hijos de parejas felices. Bueno, ya, puede que un poco, pero también me gusta. Mi papá está enamorado hasta su cana más larga de mamá -papá no tiene canas, por cierto; es solo una manera de decirlo-, su azúcar morena, como él le dice. Papá es uno de esos ejecutivos que no se quiebran con nada, pero cuando choco una vez con una latina de buen culo -palabras suyas- en las escaleras de uno de los edificios de su compañía, el no pudo evitar fijarse en ella. Me gusta su historia, a pesar de que es bastante cliché, porque es linda. Ellos llevan cerca de treinta años de casados, porque lo hicieron muy jóvenes; ellos no tenían más de veinticinco años cuando todo esto ocurrió, pero en ningún momento ha habido peleas grandes.

Ahora papá dirige la empresa de mi abuelo, y la verdad es que le va muy bien. No me gusta regodearme por el dinero de papá. Si voy a tener dinero va a ser los finales de mes, por la mesada o cuando termine de estudiar y comenzó a trabajar. A pesar de todo, papá siempre ha insistido en que debe comprarme todo lo que pido, porque soy su nena, su morenita, su pequeña azúcar, y por supuesto TNT. También le da un montón de regalos a Edward; él está yendo a clases de karate o boxeo, no lo sé. No es que lo odie, pero a veces es tres veces más molesto que un grano en el trasero.

—Entonces—comienzo, balanceándome en la silla—, ¿no tienes a algún amigo que quiera a una niña para trabajar, papá?—pregunto, colocando otra vez la cara del Gato con botas.

—Sí, morenita, pero tú debes aprender a hacerlo sola.

—Pura mier...—ahí está esa mirada otra vez—. Está bien, papá.

Mamá sonríe, y yo conozco esa sonrisa. Ella se va a llevar una libra de mi bolsillo. Estúpido jarrón de las malas palabras.

Me levanto a regañadientes, dejo mi hermoso dinero en el feo jarrón y me voy a mi cuarto, donde me pongo a pensar qué clase de persona me podría contratar sin que me despida a la hora. Una sonrisa se agranda cuando pienso en el señor St. James. Ese hombre es un amor de persona y no sería tan malo trabajar en su pequeña pastelería.

Bien, trabajo: listo. Ahora lo más difícil, evitar comportarme como un ogro.

-:-:-:-:-:-

Por lo general en mis historias aparecen rápidamente los personajes, pero aqui he tardado un poco mas, je

How To Play The Guitar; n.h auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora