V. ¿Serenata?

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¿Conoces el dicho «Tan molesto como una espinilla en una nalga» o sus derivados, claro? Bueno, yo sí, pero no lo he vivido nunca literalmente. Y lo estoy viendo en este instante.

Durante este último tiempo, la confianza con Josh y Mark (Happosai) ha aumentado bastante. Son algo casi como mis mejores amigos. De hecho, ambos me han estado ayudando con esto del tutor para aprender a tocar guitarra. Me han presentado cerca de diez tipos de apariencia «playero rubio y bronceado que habla como un drogado» pero ninguno acepta. Todos los desgraciados me dicen, con esa voz como de garganta «Oye, vieja, deberías aprender sola».

Si, debería hacerlo, pero cuando estoy sola intentando aprender, no funciona. Creo que tengo un nivel bajo de déficit atencional.

En fin, voy con la espinilla en la nalga.

Josh la tiene, literalmente. Y es... Dios, ni siquiera es como decirlo. No me importa ver un poco de su nalga, porque la verdad no es tan fea, pero esa cosa es... iug. Bien, bien, debo soportarlo. Le dije que le pondría algún tipo de calmante para que no le doliera tanto y eso voy a hacer. Pero él debería quedarse quieto.

Y ya me estoy cansando.

—Mierda, Josh, tienes buen culo, pero me lo estas poniendo en la cara con una nueva nalga creciendo y no es agradable—gruño, alejando mi rostro de su rostro trasero.

Él suelta un bufido. —Lo sé. Intenta ser más delicada, por favor. Esta mierda duele como el infierno.

—No tengo manos de madre tierna, así que te aguantas en silencio.

Con un par de intentos más, logro colocarle la crema en la tercera nalga en crecimiento, y Josh vuelve a tener una expresión alegre en su rostro. Esa cosa debería haberle dolido bastante, sobre todo con ese tamaño. Dios, tendré un trauma.

—Abbs, te debo unas cuantas—dice, mientras acomoda el cinturón en la hebilla de sus pantalones. Si papá entrara en este momento, pensaría que algo ocurrió, porque yo estoy recién levantada –lo que quiere decir que estoy despeinada, con cara de sueño y con los labios un poco hinchados. Suele ocurrirme eso de los labios, en serio.

—Págame el psicólogo por el trauma—contesto, riendo un poco.

—Gracias—replica, con sarcasmo—. Ahora levanta el trasero y ponte ropa decente. Hay clases.

Me levanto de mi cama, mientras me toco la panza. —No me digas—replico, riendo.

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No hay clase que odie más que esta. ¿Qué me importa a mi lo que los idiotas quieren? Yo solo tengo que hacer mi trabajo, que es simplemente pensar en llegar a la gente y...

Oh, espera, debería gustarme esta clase. Diría que es el más importante. Por cierto, estoy estudiando publicidad. Me va bien en todo, pero supongo que el profesor de esta clase es demasiado feo, demasiado aburrido y asquerosamente apestoso a axila. Y le veo un moco desde aquí ¡Dios! ¿Es hoy el día en que voy a ver un montón de cosas asquerosas? Creo que voy a evitar el comedor hoy. Quizás que cosa voy a encontrar allí.

—Por ejemplo—dice el profesor, sonando nasal. Ese moco de seguro es el culpable—, un adolecente masculino no estaría interesado en comprar...

Y se quedó callado, mirando hacia la puerta con el ceño fruncido. Se acerca a ella, y la abre. Inmediatamente oigo la guitarra, y me siento derecha en mi silla con los ojos abiertos. No logro identificar los acordes pero...

¡Ay, madre santa!

«Oh Abbie, me seguiste durante semanas, yo no lo sabía. Deseas tocar la guitarra, y no lo pediste de la mejor manera. No me importa, oh no, ahora vengo a aceptar tu petición...»

How To Play The Guitar; n.h auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora