Valentina observaba cómo Juliana miraba el billete de cincuenta dólares encima de la mesa, sin llegar a explicarse por qué la rubia le había dado aquella cantidad de dinero. Era solo una canción, una simple canción que no tenía ese valor.
—¿Por qué? —Preguntó Juliana. No quería dar pena, y si era por eso por lo que Valentina se la había dado el dinero, lo devolvería de inmediato.
—Porque necesitaba que alguien se preocupase por mí, o al menos que me hiciera caso.
—¿Tan sola te sientes? —La muchacha asintió a la pregunta de Juliana—. Bueno, yo también, Valentina. Pero... Si quieres que te cante una canción, no tienes que pagarme, solo tienes que pedírmelo. —Y Valentina, con los ojos llorosos, asintió con una enorme sonrisa—. ¿Estás así por el trabajo?
—Estoy así por el trabajo, por mi padre, por estar siempre sola... —Cerró los ojos y hundió los dedos en su pelo con la vista clavada en la mesa—. Es un cúmulo de cosas, pero en fin... —Levanto la cabeza—. ¿Tú qué estudiaste? —Intentó cambiar de tema.
—No fui a la universidad, llevo trabajando desde que salí del instituto —respondió la morena, cogiendo la mitad de su sándwich de queso fundido, mojándolo en la sopa de tomate.
—Me parece genial eso. La universidad está sobrevalorada. —Juliana esbozó una leve pero intensa sonrisa al escuchar sus palabras.
Todo el mundo le decía que debió haber ido a la universidad, que había malgastado los mejores años de su vida, pero ¿qué iba a hacer? No quería endeudar a su familia de por vida, y lo que Juliana quería estudiar no la llevaría a ninguna parte, solo aumentaría el porcentaje de personas en paro en el país.
—¿Tú has ido a la universidad? —Preguntó Juliana, masticando con lentitud para poder escuchar su respuesta.
—Sí, y fue horrible. Terminé la carrera y empecé a trabajar en el museo, una meta muy ansiada —dijo con ironía a la vez que rodaba los ojos—. Ahora vivo con ansiedad porque, además de llevar cafés y refrescos, también tengo que hacer el trabajo de otros. —Valentina agarró un tomate cherry de la ensalada que tomaba, soltando un largo suspiro.
—Yo nunca he ido a un museo, pero me gustaría mucho —comentó Juliana tomando un sorbo de su refresco de cola.
—¿Cómo? ¿Nunca has ido a un museo? —Valentina parecía sorprendida por esa afirmación—. Oh, pues en San Francisco tenemos unos cuantos que puedes visitar. —La chica reparó en que la mochila de Juliana tenía un nombre escrito con rotulador en el bolsillo más pequeño, ponía julspic, y fue algo que le llamó la atención—. Oye, ¿y eso de tu mochila? —Señaló la pintada.
—Oh... —Juliana se tapó los ojos con las manos como si se avergonzase de ello—. Algo de cuando era adolescente. Tenía un blog que... Nah, tonterías.
—Seguro que era algo que te gustaba, si no, no lo habrías pintado en tu mochila.
Juliana se fue con las palabras de Valentinas grabadas en la mente. No se avergonzaba de aquél blog, en realidad le encantaba subir fotos en él, pero cuando sus compañeros lo descubrieron, comenzaron a meterse con ella. En realidad, ahora que lo miraba con perspectiva, no se metían con sus fotos, simplemente buscaban un motivo para hacerle daño, y eso acabó calando tan dentro de la chica que les hizo creer a sus compañeros de instituto que había eliminado el blog, pero simplemente le cambió el nombre para poder seguir publicándolas. No tenía ninguna visita, pues Juliana fotografiaba para ella misma, para acumular recuerdos el día que se fuese de Arkansas. Tenía claro que ese día llegaría, pero no que iba a ser así, tan de repente, tan brusco, sin nada en la maleta y ningún sitio donde ir.
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𝑢𝑛𝑎 𝑓𝑜𝑡𝑜 𝑒𝑛 𝑏𝑙𝑎𝑛𝑐𝑜 𝑦 𝑛𝑒𝑔𝑟𝑜 {𝒋𝒖𝒍𝒊𝒂𝒏𝒕𝒊𝒏𝒂}
RomanceDesde Arkansas a San Francisco. De tener la galería a su cargo, a ser una simple becaria. Cuando Juliana y Valentina se encuentran, sus vidas están cayendo en un pozo. Una sin saber dónde ir, sin tener qué comer, y la otra ahogada por el trabajo y...