Nota: estoy decepcionada con el final que le dieron a Juliantina. Ni beso, ni te quieros, ni nada, mientras que tuvimos que tragarnos a 2 heteros follando y a 3 besándose como si fuesen animales. En fin, eso para los que me decís que soy heterófoba PUES SÍ LO SOY hostia.
Como soy la única que puede hacer bien las cosas, aquí os va otro capítulo que os levante el ánimo.
La tarde caía y se cernía sobre ambas como si la función acabase, como si el telón de ese acto cayese para dar paso a un cielo de estrellas que no conseguía apagar del todo la actividad de la ciudad. El ambiente fresco y primaveral de la ciudad, se fundía con el tono lila muy claro, que comenzaba a mezclarse con el tono anaranjado del sol que iba escondiéndose tras las colinas de la ciudad el Golden Gate.
—Estoy cansada, Val —se quejó Juliana, tomando asiento en uno de los bancos de la calle, dejando caer su cabeza hacia atrás. Pero Valentina no estaba tan segura de dejarlo ir, daba vueltas delante de ella con las manos en la cintura, hasta que en uno de aquellos edificios de dos plantas que formaban la ciudad, vio uno especialmente bonito. Parecía ser de piedra, con grandes ventanales y uno de los pisos de la esquina en venta.
—Ven, vamos —dijo agarrando a la muchacha de la mano y la arrastró calle abajo, cruzando la carretera, para llegar hasta el edifico que había visto—. Vamos a entrar, dice que se puede ver hasta las siete.
—La verdad es que el edificio es precioso. —Asintió Juliana, mientras Valentina llamaba al timbre.
—¿Sí? —Respondieron por el telefonillo.
—Hola, buenas, queríamos visitar el piso que está en venta.
—Sí, subid. Es el piso A de la última planta. —Aclaró la mujer, que les abrió la puerta de la entrada.
Juliana iba un paso por detrás de Valentina, observando a la rubia ir hacia el ascensor. Reparó en los movimientos de su cuerpo al caminar, cómo parecía segura de sí misma, cómo se acomodaba el pelo a un lado y se giraba para pedirle que se apresurase con tan solo un gesto de cabeza.
Llegaron a la última planta, a esa tercera planta de paredes claras teñidas de un tono verde pastel, algo inusual para el rellano de un edificio, y las puertas de madera clara. Estaba absolutamente embelesada por la estructura de aquél edificio que casi parecía sacado de una película de Tim Burton.
—Hola, buenas, pasen —dijo la mujer de la inmobiliaria, dejando la puerta abierta para que las muchachas entrasen en la casa—. Soy Clare, ¿ustedes?
—Yo soy Juliana —se presentó la joven con una sonrisa—. Ella es Valentina. —Señaló a la rubia, que extendió la mano para estrechar la de la agente, que se alegró de verlas.
—Encantada de conocerlas. Este edificio es perfecto para parejas como ustedes, es un ambiente bastante joven —explicó Clare moviendo los brazos, entrando por el salón.
—Oh, no somos pareja —se apresuraron a decir las dos a la vez, y la mujer pareció avergonzarse de eso.
—Lo siento, es que la mayoría de gente de este edificio son parejas... Homosexuales. ¿Es eso un inconveniente para ustedes? —Juliana negó rápidamente, al igual que Valentina, aunque no era ella la que iba a vivir allí.
La agente inmobiliaria fue explicando cosas, pero Juliana no atendía a ninguna, porque esa casa captaba su atención y casi la atrapaba. Con suelos de madera oscura, una mesa de salón baja de color blanco, con un sofá marrón oscuro, las paredes de color beis menos la que colindaba con el sofá, que estaba empapelada con dibujos florales gris oscuro y plata. Pero eso no fue lo que dejó a Juliana sin palabras, lo que de verdad le impactó fueron las vistas de aquel gran ventanal del que contaba el apartamento. Desde allí se veía a lo lejos el Golden Gate, el mar, el famoso Embarcadero. Ella nunca había visto el mar, jamás había pisado la arena de una playa, no había olido el salitre, ni tampoco escuchado las olas que rompían en la orilla.
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𝑢𝑛𝑎 𝑓𝑜𝑡𝑜 𝑒𝑛 𝑏𝑙𝑎𝑛𝑐𝑜 𝑦 𝑛𝑒𝑔𝑟𝑜 {𝒋𝒖𝒍𝒊𝒂𝒏𝒕𝒊𝒏𝒂}
RomanceDesde Arkansas a San Francisco. De tener la galería a su cargo, a ser una simple becaria. Cuando Juliana y Valentina se encuentran, sus vidas están cayendo en un pozo. Una sin saber dónde ir, sin tener qué comer, y la otra ahogada por el trabajo y...