𝓬𝓪𝓹𝓲́𝓽𝓾𝓵𝓸 𝟗

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Nota: llevabais razón, sí, es injusto el capítulo final de Amar a muerte y cómo trataron al ship al final, pero es cierto que para ser un país tan homófobo como México es un grandísimo avance que ellas acaben juntas y tenga tanta representación. Quizás yo estoy más acostumbrada a tener un poco más de libertad al ser europea y aquí tenemos series con escenas más explícitas entre chicas (sobre todo española, aunque en España sigue habiendo homofobia). Siento si alguien se ofendió, pero en ese momento estaba muy cabreada, solo habían pasado 5 minutos desde el final del capítulo. ¡Perdón!


Zion hört die Wächter singen de Bach sonaba en los auriculares de Juliana mientras esperaba en la estación del metro a que llegase. Aquella música no concordaba en absoluto con el barullo de gente que la rodeaba, pero aquellas notas que sonaban en sus oídos parecían ralentizar el ambiente.

Pero al salir del metro y ver a Valentina esperarla en la entrada de la estación con las manos en los bolsillos de su pantalón y una sonrisa en el rostro concordaba un poco más con lo que escuchaba. Con un jersey rosa palo, el pelo posado en sus hombros y una sonrisa al verla. Parecía otra persona, realmente parecía que aquella imagen triste y apagada de Valentina se había quedado dentro de ese museo con Roger Kavinski. Incluso sus mejillas parecían más rosadas, más rellenas, y poco quedaba ya de aquellas ojeras que la consumían.

—Llegas muy puntual —dijo la muchacha riendo, acompañando esas palabras de un fuerte abrazo que abordó a Juliana sin esperarlo, pero que no tardó ni un segundo en responderlo. Valentina olía a fresa y caramelo, a su perfume y a su champú.

—No quería hacerte esperar, ¿vamos o tienes que hacer algo antes? —Valentina negó sacudiendo la cabeza, y las chicas salieron de la estación, calle arriba, en busca de aquella famosa tienda de fotografía de la que tanto había oído hablar Juliana.

Valentina parecía estar perdida entre tantas cámaras y accesorios, al contrario que Juliana, que parecía estar maravillada, pero su mirada no se centraba en las cámaras, sino en las reacciones de la rubia al ver algunas cámaras por primera vez.

La joven Carvajal tomó entre sus manos un modelo de cámara como el que tenía Juliana, ese que encontró en el desván de su antigua casa en Arkansas, con el que fotografiaba a sus primos más pequeños, a su abuela, o momentos especiales.

Juliana se centró por fin en las cámaras, y justo encontró la que buscaba. Una Canon EOS 5DS, con 5 fotogramas por segundo. La muchacha tomó la cámara y, justo en el momento en el que Valentina examinaba aquel modelo vintage, le sacó una foto.

—Juliana... —Se quejó Valentina, haciendo un pequeño puchero, pero la muchacha bajó la cabeza y miró la fotografía que había tomado hacía unos segundos.

—Me quedo esta cámara —concluyó con seguridad Juliana, recorriendo cada rincón de aquella fotografía con el control de la cámara. Acercó el zoom hasta los rasgos más pequeños de Valentina, a sus ojos, a sus dilatadas pupilas, al detalle de cada pelo en sus mechones, a las grietas mullidas y rosadas de sus labios, e incluso a la punta de sus dedos.

—¿Tan rápido te decides? —Juliana soltó una risa y asintió—. ¿Por qué?

—Porque... Mírate —La morena acercó la cámara con la imagen proyectada en la pantalla, y Valentina echó la cabeza hacia atrás, casi resignada, negando con la cabeza—. ¡Val...!

—Yaaa... Déjame —respondió ruborizada con las manos en la cara, haciendo sonreír a Juliana.

Valentina esperó fuera de la tienda, escuchando sonar las campanas de la iglesia gótica que tenía en frente. Allí, en mitad de la ciudad, una iglesia gótica copiada del arte europeo habitaba en pleno San Francisco con sus campanas sonando cada hora. Quizás era eso lo que la invitó a estudiar Bellas Artes, la mezcla de las culturas, del arte y su literatura, y ahora otros se empeñaban en no adoptar culturas de otros.

𝑢𝑛𝑎 𝑓𝑜𝑡𝑜 𝑒𝑛 𝑏𝑙𝑎𝑛𝑐𝑜 𝑦 𝑛𝑒𝑔𝑟𝑜  {𝒋𝒖𝒍𝒊𝒂𝒏𝒕𝒊𝒏𝒂}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora