Que caigan

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Gritos eran lo que llenaban el inmenso espacio vacío, gritos desgarradores junto con el sonido de latigazos resonando contra piel junto con el sonido de sangre y algo cayendo al suelo.

La voz de una mujer era intermitente, su tortura la llevaba a perder el conocimiento por lo que ella sentía que era poco tiempo, pues en cuanto recobra la conciencia sus captoras volvían al ataque brutalmente. El cuerpo de ella era desgarrado, azotado, perforado sin fin. Las cadenas le llegaban a cercenar partes el cuerpo, pero después de un par de horas estas volvían a aparecer un su posición, de igual o peor manera que antes.

La mujer nunca tuvo noción del tiempo, la podrían haber estado torturando por horas, días o quizás por siglos, ella no sabía. Sin embargo, después de mucho se dio cuenta de algo; las cadenas recorrían todo su cuerpo menos el punto más preciado para ella, no sabe si por "respeto" o que, pero nunca tocaron sus marchitas alas, quizás sabían que no valía la pena, que ellas representaban su marchito corazón.

Había perdido sus sentidos, por eso no sintió cuando las cadenas la soltaron, ni cuando su cuerpo cayó como trapo contra este. Escuchaba un incesante pitido en su oreja, pero eso no le impidió reconocer el sutil deje de una risa masculina.

-¿Quién está...?- dejó en medio del aire aquella pregunta inconclusa, la verdad era que ya no le importaba quién podría ser, incluso pensó que podría ser que por fin su locura la estaba consumiendo y la hacía escuchar voces en su soledad.

La tortura continuaba por un largo tiempo al igual que aquella risa que aparecía de vez en cuando para burlarse de ella, pero eso cambio cuando las cadenas soltaron su agarre...

La tiraron al suelo sin ninguna delicadeza, la mujer solo se recostó en posición fetal, sin importarle nada a su alrededor, la soledad, la oscuridad, el dolor, la locura... Se habían adueñado de su podrido cuerpo, solo podía pronunciar palabras para pedir perdón, ¿A quien? Ni ella lo sabía pero seguía rogándole a la nada que terminara su sufrimiento. Su mente estaba vacía, ya no podía recordar casi nada de su vida antes del vacio, lo unico que afloraba en su mente en la oscuridad era la razón de toda esta tortura; la razón de por qué fue condenada a este delirio sin fin... La razón por la que dejó de ser pura... La razón...

-La razón de que te volviste una desgracia querida...- susurró la voz, pero esta vez sin risas, su voz grave se sentía cierto deje de pena por aquella mujer.

-Si solo hubieras completado tu misión aquel día...- continuó la voz, llamándola de todos lados.

-¿Mi misión...?- repitió la mujer débilmente alzando el rostro buscando de donde provenía.

-Ya sabes cual...- dejó en un susurro que azotó en la mente de la mujer.

Aquella voz había desaparecido y las cadenas volvieron a su trabajo, pero esta vez, la mente de la mujer vagaba en el día que la condenaron, vagaban en el día que había desobedecido su misión, vagaba en... él.

No se dió cuenta cuando fue que las cadenas la volvieron a soltar, solo sintió cuando esa áspera y profunda voz volvió.

-Querida, no mereces nada de esto...- susurraba con aparente empatía.

-Mihi paeitent...

-Tú sabes por qué ocurrió todo esto.

-Mihi paeitent...

-Si solo hubieras completado tu misión.

-Mihi paeitent...

-Pero...

-Mihi paeitent...

-Puedes ser perdonada por tus pecados.

-Mihi-

Un encuentro que cambió el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora