II.

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En el momento en que abro mis ojos a la mañana siguiente, siento un dolor de cabeza intenso, característico de una resaca. El vodka no hace nada bien un día domingo por la noche sabiendo que al día siguiente tendrás que trabajar.

Me levanté a duras penas de mi cama y bajé al primer piso de la enorme mansión en la que vivo para buscar una bolsa de hielo para calmar este jodido dolor de cabeza.

En cuanto entro a la cocina, diviso a mi padre sentado en la pequeña mesa, leyendo el periódico y ya vestido con su característico conjunto de traje y corbata.

—Buenos días— dice él con un tono imponente mientras yo abro la nevera y extraigo una bolsa de hielo.

—Buenos días— murmuro sintiendo ese dolor punzante que proviene de lo profundo de mi cerebro.

—¿Por qué no te has vestido aún?— pregunta mirándome de pies a cabeza y notando que solo traigo mis bóxers puestos.

—Será porque acabo de despertar— declaro obvio y posicionando el hielo en mi cabeza, sintiendo un dolor mucho mayor —Auch— hago una mueca de dolor.

Corro hacía el espejo más cercano, detrás de la puerta de la cocina por alguna razón, y miro el moretón que se encuentra en la parte superior derecha de mi frente.

—Qué rayos— susurro un poco molesto y tocando delicadamente mi hematoma.

—¿Sabes por qué tienes esa cosa?— pregunta mi padre con un tono de voz molesto.

—No, ¿por qué? ¿Me peleé con alguien?— murmuro fastidiado.

—Ayer, señorito, estabas tan borracho que comenzaste a caminar sobre las mesa a pie descalzo y si no hubiese sido por Frank, quién te bajó de ahí, le hubieses aplastado la comida en la cara a la Señora Norma.

—Aún no me explico por qué mierda tengo esta cosa en la frente— declaré retornando mi vista hacia el espejo —Luces bien en las mañanas, Evan— pensé e hice gestos de admiración frente al espejo.

—¿¡Me estás escuchando siquiera!?— exclamó mi padre rabioso, creo que ya llevaba varias veces contándome el por qué de este moretón.

—¿Ah?, lo siento, no te estaba escuchando, estaba más entretenido mirando mi reflejo— dije con sarcasmo y él rodó los ojos devuelta a su periódico —¡Oye! Evan y yo seguimos sin saber que nos pasó— bromeo.

—Está bien, lo repetiré— hice un gesto gracioso, llevando ambos ojos a que miraran mi nariz —¿Me escucharás seriamente? ¿O no?

—Okey, okey— me acerqué a la mesa y me senté en una de las sillas de madera —Pero no se me enoje, que se arruga— dije y golpee su mejilla levemente repetidas veces.

—Lo que pasó fue que, soltaste a Frank y te dispusiste a subir las escaleras, pero te tambaleaste y te caíste sobre tu rostro, caíste inconsciente y Frank te subió a tu habitación— finalizó mi padre.

Be Careful |Evan Peters|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora