IV.
Alex.
Camino por entre miles de frondosos árboles mientras intento no perder de vista su silueta, ella cada vez corre más rápido, haciendo que las sombras de la noche la cubran cada vez más. Mis pies ya no se mueven, estoy como pegada al terroso suelo, no puedo moverme.
Comienzo a gritar su nombre:
"¡Annie!"
"¡Annie!"
"¡Annie!"
Lo único que me acompaña es la luna, esos miles de árboles y mi eco. Estoy sola en un bosque, perdida, sucia y sin ella. Sin que pueda evitarlo, las lágrimas caen por mis mejillas y las empapan por completo.
Además de mi llanto, se escucha otro a la lejanía. Mis pies comienzan a moverse solos sin que pueda evitarlo, cada vez más rápido, hacia la fuente de esos sollozos.
Una mujer está desnuda en el suelo acurrucada junto a un árbol, abrazándose a sí misma. Sus sollozos no se detienen hasta que me acerco a ella.
—Todo es tu culpa— murmura sin cambiar su posición.
— ¿Estás bien?— pregunto tocando su espalda.
— ¡No me toques! ¡Todo es tu culpa!— me grita sin cambiar su posición y ahogándose con sus propias lágrimas.
— ¿Estás bien?— repito la pregunta inconscientemente.
— ¡Todo es tu culpa!— la mujer voltea su rostro hacia mí y me mira acusadoramente, yo la reconozco.
—Y-yo no hice nada— balbuceo y retrocedo un par de pasos.
— ¡Todo es tu culpa!— grita nuevamente y retorna a su posición inicial, sollozando aún más fuerte, haciendo que todo el bosque se estremezca, literalmente.
El suelo comienza a vibrar bajo mis pies, cada vez más fuerte de acuerdo al aumento de sus sollozos. La mujer libera un grito agudo, haciendo que todo el bosque tiemble fuertemente. Caigo de cara al piso y cierro los ojos.
Cuando el movimiento subterráneo termina, abro los ojos. Despierto amarrada a una cama, hay un hombre de bata blanca y una mujer frente a mí, mirándome con decepción.
—Esta muchacha está loca— le susurró el hombre a la mujer, la cual era la misma que se encontraba en el bosque desnuda.
De mi boca no salen las palabras, tengo un nudo en la garganta y a mí parecer, me han comido la lengua los ratones. Cada palabra que intento decir, termina en un gemido desgarrador.
La mujer arruga su rostro ante cada gemido y cierra los ojos.

ESTÁS LEYENDO
Be Careful |Evan Peters|
Fiksi Penggemar«Será una experiencia inolvidable, bueno para ellas. Yo lo olvidaré a la mañana siguiente y por casualidad, perderé su número telefónico».