Perdiendo el control

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Amados y queridos lectores. Les traigo este capítulo en conmemoración del día del amor y la amistad <3 y qué mejor forma de hacerlo que dándole rienda suelta a nuestras sexys imaginaciones.
Espero que disfruten este día tan especial.
Este día no es necesario tener pareja; también está la familia y lo más importante de todo, a ustedes mismos. Quieranse y amense primero a ustedes y luego amén a los demás, solo así conseguirán la verdadera felicidad.
Sin más les dejo un nuevo capítulo, espero que lo disfruten...

***

No se que tanto podré resistir viéndola de esta manera, tenerla cerca y a la vez tan lejos.

Soy un hombre callado, vive sus historias a través de sus pensamientos, prestó atención a lo que me rodea y mantengo mis emociones bajo control.

Sin embargo, todo cambió cuando la conocí, cuando empecé a ser tan cercano a ella. Mi mente se convierte en un avispero, mis sentidos se agudizan, estudiando tan magnífica criatura.

-Y eso es lo que me pasó -me terminaba de contar Ana. Yo solo sonreí, la verdad era que no le había prestado atención suficiente a lo que me decía.

Verán, desde hace un tiempo, Ana y yo hemos tenido conversaciones... no aptas para todo público. Me gusta que me confié esas cosas, me hace sentir especial, conocerla, descubrir lo fantástica que es, pero últimamente he tenido que darme largas duchas frías para calmar a cierta parte de mi anatomía que parece disfrutar de las conversaciones. ¡Demonios, si parece que tuviera montado una carpa bajo mis pantalones cada vez que estaba cerca de ella y su perfume invadía todos mis sentidos!

-¿Me estás escuchando? -me miraba con intensidad.

-Perdón, mi cabeza es un desastre en estos momentos -admití, lo que provocó que me viera con esa mirada. Sabe lo que pasa por mi mente en estos momentos y le gusta eso, saber que tiene ese control sobre mí.

-¿Ah, sí? -no esa sonrisa-. ¿Y en qué piensas, si se puede saber?

-Nada en especial -desvié la mirada-. Pensaba en la inmortalidad del cangrejo -forcé una sonrisa.

-Si tu lo dices -se encogió de hombros. Estaba en una situación un tanto desventajosa para mi libido, estábamos sólo en casa y la lluvia caía con fuerza afuera.

-Tengo algo que te gustará -me levanté del mueble para dirigirme a la cocina; en un intento de desviar el rumbo de mis pensamientos.

-Muero de ganas de ver que es lo que me enseñarás -soy yo o había doble sentido en esa oración.

-Una ración de torta de chocolate, de las que te gustan.

-Recuerdas muy bien, Martínez.

-Lo sé.

Le llevé un poco de torta, sin saber que me aproximaba a un profundo abismo.

Como niña pequeña, se comió con gusto la torta, dejando caer de vez en cuando migas en sus hermosos senos. Ella los recogía y se los llevaba a la boca de nuevo.

-¿No quieres? -me preguntó.

-Si me dejas, no me molestaría.

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