Capítulo 18

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Bailes aburridos de la corte, un vestido que apenas le permitía moverse y un nuevo marido que parecía lacónico a su lado, nada parecido al hombre que había conocido, vaya primera fiesta como matrimonio.

Se mordió el labio inferior cuando Stuart se puso de pie y la invitó a bailar un vals, ella tomando su mano para poder danzar aferrada a él, sonriendo con calma cuando se movieron al compás de la música.

Y la fiesta pasó rápido, como un montón de machas de colores cuando sus tías y su abuela la sacaron del salón para ir a prepararla para su primera noche con Stuart.

Se sonrojó cuando la despojaron de sus ropajes y le colocaron un camisón de seda, cepillándole el pelo y perfumando su cuerpo con aroma a verbena. Ella mascó unas hojas de menta para refrescar su aliento.

Colocaron unas gotas de belladona en sus ojos para darle una mirada más inocente y, con una bendición, la dejaron sola en la habitación que le pertenecía, quizá después podría mudarse a la habitación de Stuart.

Pasaron los minutos y no sucedió nada, su puerta no se abrió ni su marido entró a enseñarle su pasión.

Y así los minutos se volvieron horas hasta que se cansó, se levantó y, cubriéndose con una bata, fue a buscarlo.

Tal vez la historia hubiese tenido final feliz si no lo hubiese hecho.

Caminó por los pasillos a pesar de la oscuridad y la sensación de vista nublada de la belladona, suspirando levemente cuando vio una luz salir de debajo de una pequeña puerta.

- Tenías razón, yo...yo no he dejado de amarte. – Reconoció el timbre de su marido, apurándose a abrir la puerta sin emitir ruido alguno, mirando a Stuart de frente con una mujer, solo que era el reflejo en un gran espejo, se fijó, de lo que las dos personas estaban haciendo.

- Entonces ¿por qué te cásate con esa mujercita? – Esa voz...esa voz era la de la duquesa de Somerset que la había saludado con altivez durante la fiesta de matrimonio.

- Porque me lo impusieron, Paula, además, creo que la quiero. – Dijo mientras abrazaba a la mujer. – Yo sé que no debo, pero...- Lo calló con un beso Stuart correspondiendo de forma torpe mientras el corazón de Noodle se rompía.

En silencio, cerró la puerta, corriendo a la seguridad de su habitación, pero esa no era su habitación, pensó con amargura. Igual que no eran suyas las promesas de amor, los besos, la pasión desmedida.

Había sido burlada.

Sus pasos la llevaron hasta la habitación de la única persona con la que podría sentir segura, una de las mucamas de su abuela abriendo antes de que Noodle se lanzara a los brazos cariñosos de la mujer mayor.

- ¿Qué pasó, amor?

- Me engañó...no me ama, abuela, está con otra mujer.

- Cariño...

- Me quiero ir de aquí, yo no quiero estar con alguien que no me ama, no quiero ver la culpa en sus ojos y yo...yo soy capaz de matarlo si trata de tocarme. – Su voz sonó quebrada mientras abundantes lágrimas caían por sus mejillas.

- Marie-Beth, ve y espera en el cuarto de Noodle, di que está enferma o inventa cualquier cosa, ma petite fille se queda conmigo.

- Quiero irme de aquí. - Lloró la joven con pena.

- ¿Qué estás dispuesta a sacrificar por desaparecer de este lugar, ángel?

- ¿Qué quieres decir?

- Tu pelo, ¿lo quieres mucho?

- No.

- Bien ¡Michelle, trae unas tijeras!

- Pero abuela...- Apenas dijo azorada.

- Estás aquí como una mujer, cariño, pero te irás de aquí como un hombre y nadie te podrá detener.

- ¿Y si...?

- ¿...Nos descubren? Ya estaremos en París cuando eso pase. - La mujer mayor hizo un movimiento gracioso con su abanico antes de que su sirvienta se acercara con unas tijeras para cortar tela. - Hasta llegar a Francia, serás Honoré de Blais, el hijo de mi pequeña hermana, Nidia.

- Pero ¿y Honoré?

- No lo he visto desde ayer, pero si vuelve a la casa del conde, podrá acusar que robaron sus papeles.

- Pero...- Clementine se levantó con rabia contenida.

- Vámonos antes de que yo le clave un puñal en la espalda a ese bastardo.

Noodle limpió su rostro, asintiendo.

A la mañana siguiente, la comitiva de Madame de Montmorency partía temprano con las joyas y vestidos que su nieta y ella misma habían usado el día anterior.

- ¿Ya se va, Madame? – El carroza principal, donde estaba la mujer mayor, se detuvo al lado del caballo que montaba el joven Lord Pot, Clementine conteniéndose de decirle algunas verdades que él se merecía.

- Si, mis terrenos no se administran solos, mi Lord. – Stuart echó un vistazo al interior del coche, mirando al sobrino de la mujer con el rostro cubierto por un libro; parecía que estaba profundamente dormido.

- Que llegué con bien, yo me ocupare de hacer feliz a su nieta.

- Si, hacerla feliz. – Hizo un gesto para que cerraran la portezuela, el cochero azuzando a los caballos para ir rápido.

Stuart suspiró mientras miraba a su nueva abuela política marcharse. Después de la caza iría a hablar con Noodle sobre lo que había ocurrido con Paula.

Esperaba que ella pudiese perdonarlo.

Días después, a su regreso de la caza, había ido directo a la habitación de Noodle, esperando encontrarla allí.

Solo había una nota.

"Au revoir, fils de pute"

Phantom Bride (fanfic) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora