No sabía muy bien cuánto tiempo llevaba en la ducha, la lista de reproducción que puso para calmarse había vuelto a empezar pero aún no le apetecía salir. Empezaba a sentirse cómoda con el agua mojando su pelo y relajándole cada músculo de su cuerpo, tensos desde hacía horas. Su mente era un caso aparte, había entrado a la ducha cantando bajito, casi en un susurro, para poder seguir oyendo el altavoz sin subirlo de volumen, le seguía doliendo la cabeza y la música conseguiría despejarla. Se equivocaba, al poco había dejado de cantar y volvió a pensar en los planes que había hecho para esta noche; en cierto modo lo había causado ella pero en algún momento tendrían que hablar. Llevaba un par de días malos y se le había venido todo encima, necesitaba sentirse tranquila y ese era la finalidad de la conversación que habían pactado.
Parecía que eso se les daba bien últimamente, hablar y mencionar cosas que en el fondo les atormentaban. Hablar era bueno, claro, pero dolía a veces y provocaba cacaos mentales con los que era difícil lidiar. Mañana o pasado mañana lo vería de otra manera y le encontraría la utilidad al haber hablado pero hoy no, hoy solo sentía el dolor que podía venir, el miedo a rememorar y repetir errores. Aquel lejano octubre no hablaron de sus miedos y preocupaciones, quizá porque no los tenían, quizá porque estaban muy bien ocultos bajo una capa de ilusión y felicidad que no amparó a su relación.
Se había alegrado mucho por haber confirmado por fin su viaje a Argentina pero fue al llegar a casa cuando se dio cuenta de que la historia se repetía un poco: ambos viajando, lejos, sin verse, ocupados trabajando...mucho tiempo. No es como si no supieran que eso iba a pasar y muchas veces además, lo que ocurría es que la última vez que se habían dado esas circunstancias la música fue su amante y se olvidaron de lo demás, como si no tuviera importancia, como si de repente hubiese desaparecido y al volver a verse, al ver que seguía ahí, no lo supieron manejar, se rompieron sin entender muy bien cómo o porqué. Demasiadas cosas en tan poco tiempo, esa era la escasa explicación que le daba ella, mucho que digerir en el último año que había parecido diez, habían corrido mucho y bien pero al frenar se estrellaron.
Con el tiempo y la calma para recomponerse habían vuelto a su historia bonita y a hablar cosas que antes obviaban, como esta, la cuestión de separarse. Antes la habría desechado como una rallada puntual, pero hoy había preferido comentárselo a Alfred, le preocupaba que se repitiese lo mismo y tuviese sentido o no, él aceptó la conversación. Les dolía a ambos recordar la parte de esos meses que implicaba a su relación. Componer, grabar, etc. todo eso había sido increíble, pero les quedaba intentar rememorar de qué habían hablado entre octubre y noviembre, cuándo se habían visto y cómo empezaron a ignorarse.
Sin embargo, como ella había expresado su miedo a que volviese a ocurrir y últimamente hablando resolvían muchos misterios, como había dicho Alfred, decidieron probar, esta noche iban a cenar tranquilos y transportarse al pasado de su relación, a contarse como esa celosa amante les eclipsó. Un modo de estrategia para comprenderse mejor pero, sobretodo para caminar sobre seguro. Se separarían mil veces más y no podían tener el monstruíto miedo bajo cualquier proyecto que les separase.
Un poco más tranquila y preparada para esa noche de recuerdos, salió de la ducha y se puso el pijama más cómodo que encontró entra el revoltijo del armario (iba progresando, ya no era un desastre, sólo un revoltijo). Se fue a la cocina y comenzó a preparar las cosas para picar, así podían comer en el salón, sentados en el sofá, cerca el uno del otro y pudiéndose mirar a los ojos. No tuvo que esperar mucho a Alfred, estaba con los ensayos de la banda pero hoy no llegaba tarde ni agotado.
Al principio se dedicaron a comer y a hablar del día pero entre tontería y tontería se serenaron y abrieron el whatsapp. Durante tres semanas ese había sido su único medio de comunicación, porque hasta medio se olvidaron de los facetime. Una cosa era saberlo y otra fue ver como sus conversaciones pasaron de durar horas y ser constantes a ser poco más que un intercambio de varios "¿qué tal?". Pero el hachazo llegó cuando leyeron ese "vuelvo mañana a Barcelona". Lo había escrito ella pero no iba seguido de un "¿nos vemos?" y él tampoco lo había puesto, ni una muestra de ilusión ni nada. Fría, era una conversación fría. Recordaron que se habían pasado un par de stories tontos por instagram y quedaron la tarde siguiente en su piso, el mismo en el que estaban ahora y eso les hizo incomodarse un poco.
Aquel día estaban ambos apurados y un tanto estresados, aún así, pudo brillar un poco de la magia. Cuando ella abrió la puerta se abrazaron, se tiraron el uno al otro después de ¿tres? ¿casi cuatro semanas? y por unos instantes el mundo desapareció y sólo existió su abrazo eterno. ¿Eterno? Bueno, hasta que sonó un móvil y el mundo volvió a girar a una velocidad difícil de seguir. Hicieron como si nada hubiese pasado, como si ese abrazo hubiese arreglado todo. Una tirita que no duró mucho y saltó en el momento más inoportuno que encima a alguien se le ocurrió grabarlo, fotografiarlo y distribuírlo por todo el país. Pero esa noche no viajarían tan lejos en sus recuerdos. Habían visto sus "yo" de esos meses a través de sus conversaciones y habían hablado de lo ausentes que habían estado de la vida del otro, aunque hablaban no se implicaban, no se atendían mutuamente. Al llegar a la parte de su encuentro la conversación había dejado de ser tan sincera así que quedaba pendiente para otro día. Poco a poco.
Por lo de ahora habían descifrado parte del misterio y se habían sincerado, sin recriminaciones, sin lloros, pausadamente y viendo que, con lo que habían aprendido de su relación en los últimos meses, ya nos les preocupaba que eso volviese a pasar, se fuesen a Argentina o a la China. No serían capaces de fingir que todo va bien, si se diese el caso. Con ese convencimiento y con la paz y calma que les había traído esa noche de charla se abrazaron y acompañados del calor del otro, escuchando el ritmo de sus corazones, se quedaron dormidos.
Como siempre, gracias por leerme y espero que os guste <3

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El beso de Peter Pan
FanfictionPuede que el primer amor no sea como ningún otro, que nunca muera. De un primer amor real sale esta ficción con máximo cariño y respeto a sus protagonistas, Almaia, Amaia y Alfred García, artistas y personitas mágicas.