- Menos mal – dijo Sabela al ver entrar a las jóvenes por la puerta – media hora más y llamábamos a la policía
- Tampoco exageres eh – contestó María desde el sofá
- Vamos a ver Mari ¿tú qué harías si no aparecen?
- Buscarlas en un cuarto – le susurró Marta a África
- Buen punto – rio Áfri
- Seréis burras – intervino Miki que acaba de llegar
- Como si no lo pensarais el resto... - contestó Marta por lo bajo
- Eso da igual – añadió Marilia mientras Sabela hablaba con Natalia y Alba - ¿no están más juntitas?
- No sé – contestó Julia - ¿mides muy a menudo el espacio entre las dos Marilia?
- ¿Qué ha pasado? – preguntó Sabela
- Nada Sabeliña tu tranquila – aseguró la navarra – nada de lo que te tengas que preocupar
- Viniendo de ti... me espero lo que sea – dijo la gallega
- Estoy con Sabela – se levantó la madrileña – y, además, quiero saber lo que ha pasado
- Venga Mari – rio Natalia – me voy a la ducha
- Pero antes nos lo cuentas – dijo María colocándose al comienzo de la escalera, bloqueando la subida y la bajada
- Bueno – dijo la castaña acercándose a la madrileña - ¿me vas a dejar pasar? – preguntó divertida
- No, ya te lo he dicho, o nos lo cuentas o no subes – contestó María
- Vamos a ver – comentó Natalia mientras agarraba a la madrileña levantándola por el aire y colocándola del otro lado de la escalera – muchas gracias – sonrió subiendo al piso de arriba
- Joder ¿Por qué eres tan alta? – se quejó María – es injusto que lo sepas
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- Hombre, si se digna a aparecer a comer – dijo África observando como la navarra bajaba por las escaleras - ¿Qué quieres de beber?
- Ya voy yo – se levantó la valenciana
- Pero si no sabes lo que quiere – contestó Sabela
- Claro que lo sabe – comentó la canaria por lo bajo
- Un vaso de agua con un hielo – dijo la rubia desde la cocina
- Ding, ding, ding bien Reche – asintió la navarra
- Tengo la sensación de que nos hemos perdido algo – le comentó Miki a Julia
- Claro ¿por quien me tomas? – contestó Alba
- Aquí hay gato encerrado – asintió Julia mirando al catalán. La verdad, Alba no prestó mucha atención a la conversación, básicamente se dedicó a mirar a Natalia; había cambiado; su pelo estaba más largo de lo que solía estar, su nariz era más fina que de costumbre, sus labios eran más carnosos y sus pómulos más marcados, solo había dos cosas que seguían como siempre; sus ojos, eran del mismo color marrón oscuro brillante de siempre, rodeados por esas largas y espesas pestañas negras; su forma de vestir era la misma, un poco más sofisticada, pero la misma dentro de lo que cabe, siempre combinando esa camiseta blanca (ahora camisa) con esos vaqueros rotos.
- ¿y tú que prefieres Alba? - pregunto Dave a posta, sabía que la valenciana no se estaba enterado de nada
- ¿yo? pues... lo que vosotros digáis
- Alba estamos hablando de que tiempo prefieres, el de Madrid o el de Inglaterra
- Ahh – contestó la rubia roja de vergüenza – pues... me da igual, el tiempo siempre cambia, ¿qué más da?
- Claro que sí – rio María – da igual pasar veinte días sin ver el sol, total en algún momento va a cambiar – añadió divertida – estas en la parra
- Perdón, tengo sueño – se inventó la rubia
- Súbete a echarte una siesta – contestó la gallega
- Vale – se levantó la valenciana - ¿a que hora salimos mañana?
- A las nueve – contestó Marta
- No Martita – rio África – a las doce
- Gracias – sonrió Alba dirigiéndose a su habitación – avisarme si me quedo muy dormida porfa
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- Hola guapa – apareció la castaña en la habitación de la valenciana a la media hora
- ¿Cuándo vamos a decírselo al resto?
- Creo que van a terminar dándose cuenta – contestó Natalia sentándose en la cama – menuda forma de mirar – rio
- Perdón – se sonrojó la rubia – pero coincido, tenemos que decírselo en algún punto de la vida
- O podemos no contárselo – rio Natalia
- Claro y Marta puede matarnos también – contestó la valenciana divertida
- Voy a por agua ¿quieres algo? – se levantó la castaña
- No gracias – contestó Alba volviendo a tumbarse
- Ahora vuelvo
- Preciosa – sonrió la rubia
- Guapa – contestó la navarra antes de abrir la puerta – qué coño – dijo al encontrarse a los catorce jóvenes del otro lado
- Te lo dije Miki, me debes veinte euros – gritó la canaria desde el final del mogollón
- Por favor decirme que no lleváis ahí un rato – pidió Alba
- Desde que ha entrado Natalia – asintió África
- ¿se puede saber en que momento perdimos el derecho de privacidad? – preguntó Natalia
- No te preocupes – rio Marta – vosotras nunca lo habéis tenido
- Me pido ser dama de honor en la boda – dijo Julia
- Yo también – añadió Marilia
- Yo me pido ser el cura – rio María
- Bueno, por lo menos no hemos tenido que contárselo directamente – le dijo Natalia a Alba alucinando con su grupo de amigos