Llegué a mí departamento con mucha hambre, pero sin ganas de cocinar por lo que opté por pedir delivery.
Era jueves, el tipo que me llamaba a la madrugada no lo volvió a hacer y lo agradecía porque esta semana estuve muy estresada y sólo quería dormir.
Mientras me cambiaba a ropa algo más cómoda escuchaba los mensajes en la contestadora como todas las noches.
"Mañana no trabajamos, a las once te pasamos a buscar y si no estás listas, te saco como estés"
"Hola Zamira, mañana no es día laboral por duelo, falleció Rodrigo. Espero que puedas acompañarme al velorio, si no, no hay problema"
No lo podía creer. Rodrigo estaba internado ya que había tenido un accidente automovilístico pero ninguno se esperaba que falleciera. Qué tristeza.
El timbre sonó haciéndome salir de mis pensamientos deprimentes. Era el delivery.
Al terminar de comer, comencé a prepararme, estaba segura que Lara iba a venir una hora antes y así lo hizo.
Larita
AbajoVoy
Puse en mi cartera lo necesario para llevar a un boliche.
—¿Vamos? –digo ya estando afuera.
—Vamos.
—Hola Alan –sonreí.
—Hola Zam.
—Estas muy linda Zam.
—Vos también amiga.
Alan encendió el auto y fuimos directamente al club.
Eran las cuatro de la mañana y mi vejiga no daba más.
Me dirigí al baño pero algo empezó a vibrar en mi cartera.Mi celular.
—¿Hola? –rodeé los ojos.
—Señorita, buenas noches, soy el jefe de seguridad de Club 42 y el señor quiso armar una pelea y se acaba de desmayar. ¿Podría venir a buscarlo?
¿Club 42? ¿En serio? No puede ser.
—Eh, yo no lo conozco.
—Por favor señorita, él mismo me dijo que la llame a usted.
Lo pensé un momento. No iba a dejarlo desmayado pero tampoco soy nadie para ayudarlo.
—En un momento estoy ahí.
Fuí rápido al baño, primero mis necesidades, y me acerqué a la entrada.
—Disculpe, ¿usted me acaba de llamar? –le pregunté a un hombre robusto con cabellera negra.
—Lo siento mucho, no quería arruinar su noche.
—No fue usted, fue él, así que no me pida disculpas. –asintió.
—Esta apoyado allá –lo señaló –ya está consciente, creo.
—Muchas gracias. –le sonreí e hizo el mismo gesto.
Quería volver adentro y dejarlo ahí pero no era una persona tan mala.
Pero, ¿qué era? ¿un nene que tenes que ir a buscar al jardín porque se porto mal? Lo peor es que ni siquiera lo conocía.
—Wos –lo hablo –¿Vamos Wos?
—No.
—Vamos –negó con la cabeza –Por favor cariño.
Al escuchar el apodo levantó la cabeza.
—¿Amor mío? –conectó sus bellos ojos con los míos.
—¿Vamos a dormir?
—¿Vamos a dormir juntos?
—Si mi amor, pero ahora vamos.
Quiso levantarse rápido pero fue una acción fallida así que lo ayude.
—¿En que viniste?
—Auto.
—¿Sabes dónde lo dejaste?
—No.
—Está bien, dame las llaves por favor.
Las sacó de su bolsillo y me las tendió.
Comencé a tocar el botón de alarma para poder descubrir cuál era.
Unas luces titilaron, por suerte no estaba lejos.—Ahora necesito que me ayudes porque sos mucho más pesado que yo y...
—¿Me estás diciendo gordo? –me interrumpió.
—No cariño, escuchaste mal –reí bajito.
—Te ayudo –apareció el de seguridad y como si fuera una pluma lo metió a la parte del copiloto.
—Muchas gracias, en serio.
Él sonrió y volvió a su trabajo.
Sentada al frente del volante no sabía que hacer. ¿Lo llevo a su casa o a la mía?
—Wos, ¿te acordás donde vivís?
No recibí respuesta. Se había dormido.
Miré cada una de sus facciones.
Tes blanca, cabello castaño claro y por lo que pude ver hace un rato, sus ojos eran de color celeste. Así que este era el ser que llamaba a altas horas de la madrugada.Decidí llevarlo a mi casa, después le explicaré que hace ahí.
Prendí la radio y justo estaba sonando una canción que a Lara y a mi nos encanta.¡Lara! No le avisé que me iba.
Ya afuera de mi edificio, tomé mi celular y le mandé un audio.
"Larita, tuve un problema y me fui, mañana almorzamos juntas antes de ir al velorio, ¿te parece? Te quiero"
—¿Soy un problema?
—No, pero causaste problemas.
—Yo no hice nada.
—Si vos decís, está bien –sonrió –Ahora ayúdame a bajarte.
Me ayudó, un poco pero lo hizo.
—¿Si subimos por el ascensor vas a vomitar?
Negó con la cabeza.
No me daba mucha confianza pero iba a tardar mil años por las escaleras.
—Te mojo la cabeza y vamos a dormir, ¿si?
Como pudo, se sacó la remera y le metí la cabeza en el agua helada, se quejó pero como decía mi abuela, calavera no chilla.
—Voy a dormir al sillón –lo tiré a la cama.
—No, conmigo.
—No.
—Por favor –me miró.
A esos ojos no les podía decir que no.
Me recosté a su lado y se apoyo en mi pecho.
—No me dejes, por favor.
—Nunca –sonreí.
De un momento a otro me dormí.