Capítulo 7.

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— ¿Me recuerdas porque debo acompañarte a esta huevada?

— Porque el psicólogo tiene que ir a la misa de su esposa.

— Uy cierto, ya pasaron seis meses desde que la pobre señora murió. — murmuró el joven colocando su mano en su cuello.

Ambos se encontraban en el aeropuerto Jorge Chávez. Se supone que como siempre la representación iba sola o con su jefe para reunirse con el jefe vecino, pero hubo un problema debido a la situación de Venezuela, ademas de la alta tensión respecto a los huaicos que azotan en el mismo momento a todo el pais. Así que mandaron a su psiquiatra acompañarlo a Chile, a parte de que la última vez alguien no lo acompañó a aquel país; el moreno terminó en Mexico en una playa llamada Cancún, tomando el sol y desaparecido por una semana. Se enteraron debido a que el jefe de Pedro lo amenazo pidiéndole la dirección de su amigo, así que lo arrastraron a su país original al peruano.

Por eso nos ponemos en esta situación, los dos estaban en un Starbucks del aeropuerto comiendo unas galletas y esperando a que llamen a su vuelo.

— Ni me lo recuerdes, me dio pena el señor Eduardo llorando por su esposa en el velorio.

— Lamentablemente ninguno de los hijos de la señora fue. — murmuró el más alto recordando el acontecimiento — Un momento ¿tú fuiste?

El de orbes dorados rodó sus ojos.

— Si pe' el señor fue amable y me invitó, pero fue triste. Aunque no me acuerdo haberte visto.

— Será porque ni siquiera sabias quien era sonso.

— Lo había olvidado.

Los dos conversaban de temas aleatorios de lo más normal, ya que los habían escoltado demasiado antes de su vuelo así que estaban aburridos y con algo de hambre, aunque el peruano si llegó a tomar su Maca en la esquina de su cuadra, pero no se compró nada sólido así que terminaron comiendo unas galletas que les costó el ojo en la cara.

Una amable joven se les acerca con un vaso de cafe, a lo cual los dos pelinegros la miraron extraño ya que no habían pedido eso.

— Jovenes, las señoritas de allá les envían un café. — mencionó con una sonrisa nerviosa mientras señalaba a dos chicas en el otro lado del café.

— Ah — murmuró el más alto al ver que la camarera colocaba el café delante suyo. — ¿gracias?

— Me retiro. Cualquier inconveniente por favor informarme.

La joven se retiró tras dar un levé asentimiento.

Por favor abordar al vuelo F37
a Santiago de Chile.

Los dos se levantaron de sus asientos para comenzar a caminar a paso ligero, al parecer la hora se les pasó volando o simplemente no vieron el reloj.

— Que suerte broder. Café gratis.

Soltó una risa mientras le golpeaba el hombro provocando el café se cayera en medio del pasillo.

— Ups.

— La próxima te lo tiro por la cabeza.

...

Ya estaban en el avión, sentados y tranquilos esperando a que se pueda despegar con su típica bienvenida de siempre y una azafata se presente ante todos o a veces son más.

Hasta que Miguel se da cuenta de algo, esa azafata fue la que lo escucho gritar en el último vuelo.

— ¿es enserio? — murmuró colocando su rostro en sus manos.

Recuerdos. [ChiRu/LatínHetalia] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora