Había iniciado en la habitación. Sus hermanos, en un intento de sacar a la abuela, asustaron a Rigoberta, que permanecía bajo la cama. La gallina empezó a correr sin control hasta llegar al baño, desde donde saltó por la ventana. Estando en el segundo nivel, pudo planear sin morir en el intento.
Como coincidencias de la vida, Vladimir Leboeuf debía hospedarse en el mismo hotel; mucha fue su sorpresa cuando una gallina ingresó por la ventana del auto que lo llevaba desde el aeropuerto. No podía quitársela de encima, gritando mientras Rigoberta agitaba las alas y lo abofeteaba.
Marianela corrió hacia su mascota, personas conglomerándose en torno a la estrella. El lobby estaba repleto de cacareos y cámaras. El actor no logró apartarla, empezando a ser perseguido por ella.
Los chicos y la abuela salieron del ascensor, preocupados. La señora Rojas abrió las puertas en esos instantes, apartándose en cuanto Vladimir y Rigoberta entraron, a media carrera.
Los gritos no se hicieron esperar. Algunos invitados se apartaron, logrando que el ave se escabullera más deprisa.
—¡Detengan a esa gallina! —Señaló el padre, antes que alguien le arrojara una limonada.
Todos los miembros de la Raza del sur, grupo preferido de Marianela, echaron a correr despavoridos, uno de ellos desmayándose luego de ser golpeado con una guitarra; Rigoberta echó zancadilla a otro, rompiéndole la pierna.
Cientos de corazones de papel y peluches volaron por el salón. El tío Florencio, cerca de Rigoberta, se lanzó en contra de ella a fin de detenerla. Rodó una vez antes de chocar con una mesa.
—¡Ya la tengo! —Levantó ambos brazos, aún en el suelo.
Sin embargo, cientos de miradas aterrorizadas se clavaron en él. Estuvo a punto de preguntar el porqué, antes que todos los aperitivos le cayeran encima. La gallina cacareó en cuanto la salsa y la fruta la cubrieron, sumiendo al salón en un silencio total.
—¡Guerra de comida! —exclamó su hermano, guacamole llenando el vestido de su madre.
Marianela corrió hasta Rigoberta, dejando a su tío en el suelo y asegurándose que ella estuviera bien. A continuación, tomó el cucharón del ponche, amenazando a todo aquel que se acercara al pastel, manteniendo a la gallina bajo su brazo. Los fans de Vladimir permanecían en la entrada, filmando. El actor estaba agachado en el centro de la pista, incapaz de moverse.
La primera en reaccionar fue la abuela. Se paró a media pista, exclamando con todas sus fuerzas.
—¡El siguiente que arroje una migaja se las verá con la chancla!
Incluso los compañeros de Marianela se detuvieron, comprendiendo la gravedad de la amenaza. Aquellos filmando retrocedieron un paso, la mujer dedicándoles una mirada asesina. Señaló a su nieta, haciéndose oír.
—¡Si no empezamos esta fiesta de inmediato, los obligaré a limpiar cada centímetro de este lugar con sus cepillos de dientes! —Todos se detuvieron, ella sonriendo—. Ahora, nieta amada, termina con tu vals de una vez por todas, para que pueda por fin bailar junto a este bombón.
Le guiñó un ojo a Vladimir, él ruborizándose y aceptando su mano.
No era la entrada que deseaba, pero estaba segura que nadie la olvidaría. Con una pose orgullosa y el semblante en alto, caminó hasta la pista, dejando a una calmada Rigoberta. El resto de invitados aplaudió conforme Octavio se acercaba.
Los miembros restantes de Raza del sur retomaron sus instrumentos, los heridos siendo atendidos por los paramédicos que uno de los fotógrafos había llamado. La música pronto llenó el ambiente, a medida que Marianela realizaba un intento de vals con su primo.
—No lo haces nada mal, Segundo —dijo ella sonriendo, los demás uniéndose poco a poco—. Casi haces que no me arrepienta de haberte invitado.
Volteó a ver a Julieta, quien parecía a punto de desmayarse junto a Julián, ambos bailando. Al otro lado, la abuela apoyaba su cabeza en el pecho del sexy vampiro, tomando una selfie para mostrar a su grupo de amigos. Uno de sus hermanos había tomado a la gallina a fin de mantenerla en control.
—Que mi nombre es... —Se rio, suspirando—. ¿Ahora me llamarás Primero?
Ella rio, apartándose.
—Sigue soñando, Noveno.
Marianela fue a buscar ponche, disfrutando su fiesta a pesar de todo. Habría continuado sin problemas de no ser porque en ese momento vio a su hermano, con el rostro pálido, buscando algo. Aquel que supuestamente cuidaba a Rigoberta.
—¿Dónde...? —comenzó.
No fue necesario que se explicara. Los gritos a un costado del salón le dieron la respuesta.
—¡El pastel se cae!
ESTÁS LEYENDO
Mi gallina rosa
HumorLos quince de Marianela están a una semana de realizarse, justo a tiempo para celebrar San Valentín. Con las decoraciones listas, el pastel y el vestido guardados bajo llave, el acuerdo con sus hermanos de comportarse y la invasión de la familia a s...