Chapter 11

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De pequeño Zoro siempre había oído en la escuela que los profesores hacían el amor en los lavabos. Él encima de verlo poco profesional y sucio no encontraba el sentido de por qué los adultos tenían la necesidad de follar en la escuela cuando podían hacerlo en la cama de su casa. Estaba claro que nunca llegaría a entender a los adultos.

Pero ahí se encontraba su yo de 25 años en el lavabo de profesores bajando las bragas a la profesora de las rosas, Nico Robin.

No sabía cómo había llegado hasta tal punto ni cómo lo consiguió, pero se sentía totalmente orgulloso de tener la oportunidad de satisfacer a la mujer de la que tanto había soñado.

La tenía empotrada contra la puerta. Estaban pegados el uno al otro. Oh, sí. Por fin suya. No eran imaginaciones, era la verdadera.

Zoro, tócame...

—¿Dónde? ¿Aquí? —preguntó acariciándole el muslo sintiendo el calor que emanaba su sexo. Ver la cara de placer combinada con desespero de su maestra favorita era algo exquisito.

Por favor, Zoro...

¿Qué pasa, no te gusta? ¿Prefieres más arriba?

Ahhhh...

La besó sin dulzura. Había esperado tanto en morder esos labios tan deliciosos que ahora ya no podía actuar gentilmente aunque se lo pidiese, no podía controlarse. También la había estado soñando tanto desde que la conoció; se había tocado tanto pensado en ella que ya podía decir que había perdido la cuenta.

***

El despertador empezó a sonar. Sus ojos se abrieron de golpe.

No había estado nada mal ese sueño, pensó. Tampoco le sorprendía haber tenido un sueño erótico y menos si se trataba de Robin. Ya le había pasado otras noches.

Hacía demasiado tiempo que no establecía contacto físico con una mujer desde que se fijó en la morena. Estaba insatisfecho y eso le pasaba factura.

Zoro se levantó del colchón. Se sentía algo avergonzado de tener esos sueños tan húmedos cuando Robin se encontraba en aquellas condiciones tan pésimas. No quería estar tan desesperado como Sanji. Pensar en esa comparación lo ponía enfermo.

—Marimo, el desayuno está listo.

—No hace falta que vengas a mi habitación para avisarme cada puto día. No me gusta que sea tu rostro el primero que vea.

—Maldito desagradecido... Encima que te aviso porque sino Luffy te dejará sin...

***

Esa mañana de sábado hacía calor. Un sol abrasador había aparecido para tocarle las narices al peliverde. No le gustaba el calor, era todo un coñazo.

Había decidido pasarse por una floristería antes de ir al hospital. Le apetecía hacerle ese detalle a Robin, pues las rosas de Nami que tenía en la mesita de la habitación del hospital ya estaban marchitas.

Se decantó por unos lirios de agua despampanantes. Era lo que a él le recordaba cuando la veía. No sabía cómo explicarlo pero esa flor representaba la elegancia y la calma materializadas.

Con los lirios ya comprados, se metió en su coche de un bote y encendió el aire acondicionado.

Tenía un buen presentimiento.

***

Zoro abrió la puerta de la habitación esperando encontrar a la paciente sola. Sin embargo, lo primero que vio fue a Nami al lado del camastro.

—¡Zoro! ROBIN HA...

—¿¡Qué!? ¡Quita!

Apartó a la pelirroja del medio sin cuidado.

El corazón le dio un vuelco cuando la vio despierta. Estaba adormilada y parecía ausente.

—Ten más cuidado, imbécil.

—¡Llama al doctor!

—¿Quieres callarte? Acaba de despertar ahora mismo. Antes de decirle nada a nadie quiero hablar con ella un poco.

—Nami, será mejor que llamemos al doctor cuanto antes.

—¿Dónde estoy...?

—Robin, por fin has despertado... —gimiteó la pelirroja corriendo a abrazar con fuerza a su mejor amiga —N-no sabes lo mal que lo he pasado. Te quiero muchísimo. Estoy tan feliz.

La morena parecía perdida, después de todo era normal habiendo estado en coma durante 7 meses.

Nami al no recibir respuesta por parte de su amiga se preocupó hasta temerse una gran desgracia.

—¿Robin? ¿Sabes quién soy, verdad? Di mi nombre, por lo que más quieras...

—¿Qué sandez es esa, Nami? Claro que me acuerdo de tu nombre.

—¿Qué es lo último que recuerdas, cielo? —le preguntó Nami sentándose en el colchón.

—Ahora mismo no me viene nada a la mente...

—Has estado 7 meses en coma. Te atropellaron, Robin.

—¡Zoro, idiota! Podrías haberlo dicho con más tacto.

—¿Por qué? Eso es lo que exactamente ella necesita saber. Anda, iré a avisar al doctor. Adiós, os dejo solas —anunció cerrando la puerta tras de sí.

—¿Qué mosca le ha picado?

—Deja al pobre chico. Por cierto, Nami, no asimilo haber estado 7 meses en coma, me gustaría que me explicaras si...

—Lo siento, Robin, pero este subnormal me saca de mis cabales. Ahora se hace el frío y duro pero créeme que Zoro ha estado cuidando de ti más que otra persona. Aunque me duela reconocerlo.

—¿Ah sí? Pues me alegro. ¿Pero qué razón tenía tu amigo de hacerlo? Porque he de suponer que lo es, ¿no?

—Robin, él es Zoro. No es un simple amigo.

—¿Novio tal vez?

—No...

—Tranquila, no estás obligada a contarlo. Pues no sé qué tiene tu amigo que me recuerda a mi prometido. Qué curioso, ¿verdad?

 Qué curioso, ¿verdad?

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HASTA EL ÚLTIMO ADIÓS (ZoroxRobin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora