El Sueño

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Cuando de pronto recordé que tenia las llaves de su casa. Me dirigí a su puerta y abrí sigilosamente. No había nadie pero su teléfono estaba en la mesa. Comenzo a vibrar y a sonar pero con un timbre diferente, era un sonido muy peculiar. Y siendo honesto jamás me había metido en su intimidad. Pero el sonido era tan persistente que cedí y agarré su celular, y entonces lo vi.

Mis ojos se abrieron de golpe. Aristóteles tenia descargado Grindr. Esa aplicación donde los hombres gays buscaban sexo, Diego una vez me la había enseñado, pero nunca indage. Lo peor de todo era que tenia más de 10 conversaciones en es instante y una era peor que la otra. No pude evitar y comencé a leer:

"Me encantas", "Me gustaría conocerte", "Yo también busco sexo", "No, soy soltero" y la peor de todas: "Hay que vernos hoy".

Mi cuerpo comenzo a temblar. Las lágrimas salieron de mis ojos y mi juicio se nubló completamente. No podía creer lo que estaba pasando.

Me sentí culpable pero a la misma vez muy molesto. Apreté el celular muy fuertemente en mi mano, y sentí una sensación de mareo. Mi pulso se elevo y me senté en la silla más cercana. Respiré una y otra vez, intentanto calmarme. La chapa de la puerta sonó y se abrió sigilosamente. Era Aristóteles, quien entraba en silencio como queriendo ocultar algo. Yo me oculte en un lugar donde podia verlo claramente pero él a mi no. Deje su teléfono y espere para ver lo que haría.

Él se acerco al teléfono y simplemente sonrió al ver los mensajes. La aplicación sonó varias veces y su mirada cambiaba con cada sonido. Se detuvo a leer un mensaje y se alzo la camisa, para tomarse una foto de su abdomen desnudo.

—Así que eso haces ahora—dije con voz clara.
Aristóteles entró en pánico al verme, su mirada cambio por completo y su teléfono se le resbaló de entre las manos. Nos quedamos en silencio por unos segundos.
—Temo puedo explicartelo—dijo muy temblorosamente.
—¿Qué me vas a explicar? ¿Qué hablas con hombres desconocidos? ¿Qué les dices que eres soltero? Dime algo Aristóteles, ¿con cuantos te has acostado? ¿Es a caso por eso que ya ni me tocas?

Mientras que sus ojos emaban miedo y arrepentimiento. Los míos estaban llenos de desconcierto y rabia.

—Yo te he dado todo lo que tengo Ari, ¿y así me pagas?
—Temo por favor escuchame, te lo quiero explicar.
—A ver Aristóteles, explicame por que razón tienes una aplicación para conseguir sexo.
Aristóteles se quedo en silencio por unos segundos. Entiendo que no sabia que decir o hacer.
—Temo discúlpame ¿si?, creeme que no fue mi intención lastimarte. Es simplemente que tú nunca tienes tiempo para mi. Y esta aplicación era para conocer más amigos.
No pude evitar comenzar a llorar del enojo.
—Pues espero que esos amigos te ayuden cuando los necesites porque conmigo ya no cuentes para nada.

Salí disparado y todo furioso. Cerré la puerta con tanta fuerza que pude haber roto la chapa. Tan solo camine un metro cuando me derrumbe en el suelo. Me sentía tan desconsolado y no sabia que hacer. Me intenté ocultar junto a unas masetas para que nadie me viera. Callé mi llanto, y mi sozollo que era más fuerte. Cuando de pronto sentí una mano en mi espalda.
—¡Lárgate Aristóteles, no quiero verte!—grite.
—Por Dios Tami, parece que andas en tus días.
Mi cabeza giro por la voz femenina que escuche. Era Yolanda quien estaba ahí parada con su celular y su cara de tonta.
—Dejame en paz Yolanda.
—¡Es Yolotl! —argumento ella.
—Yolo, Yolanda para mi es igual. Déjame solo.
—Temo, sé que no esta bien. Tú y yo no hemos sido los amigos más cercanos pero no me gusta verte así. Por favor, dejame ayudarte.
Mis ojos se llenaron más de lágrimas y me abrace a ella. Ella se quedo en silencio mientras mojaba su blusa.
—Y bueno, dime porque razón estas así. De seguro paso algo tan malo como para que te pongas de esta forma. ¿Tú papá esta bien? ¿Le pasó algo a tu hermanos? ¿A Susana?
—No, no es nada de eso.
—¿Entonces?
—Es Ari, lo acabe de descubrí usando una aplicación para buscar sexo.
Yolo no parecía impresionada, ni mucho menos preocupada, como si ella supiera algo.
—Mira Tami, yo no había querido decir nada porque sé lo enamorado que estas de Aristóteles. Pero en la escuela he oido rumores y no son buenos.
—¿Y POR QUÉ RAYOS NUNCA ME DIJISTE? —Grite todo alterado.
—¿A caso me hubieras hecho caso?
Me quedé en silencio porque parecía que ella y yo estábamos de acuerdo en algo.
—Yolanda dímelo por favor, esto parece un maldito sueño sacado de una horrenda pesadilla.
—Tami Tiene que prometerme que no te vas a alterar, por favor.
Yolanda solo logro ponerme los nervios de punta. Veía su rostro consternado como tratando de buscar como decirme las cosas.
—Ya dilo —insistí.
—Pues Aristóteles, él...

Lo Que Siempre Quisimos Ser. #Wattys2019 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora