La Revelación

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Yolanda se quedo nuevamente callada como dándome a entender que no sabia como decirme las cosas.
—Aristóteles, él tiene otra pareja.
Mi corazón se congeló y mi cuerpo parecía que se desprendía para romperse en mi pedazos. Quería llorar, gritar y tirarme al suelo.
—¿y tú cómo lo sabes?—la cuestione.
Yolanda se quedó congelada, su mirada se perdió y la desvío de la mía. Entonces lo supe. Aristóteles Córcega estaba saliendo con Yolanda y conmigo al mismo tiempo.
—¿Eres tú Yolanda?, ¡DÍMELO!—le grite alterado. Ella no supo que decir y entonces entendí que mi peor pesadilla se había vuelto realidad.
Mi enojo se encargo de dirigir a mi cuerpo. Mi mano se abalanzo sobre la cara de ella y le solte una cachetada que hasta le gire la cara. La verdad es que no sabía que esta pasando. Todo pasó muy rápido. Yolanda aceptó mi golpe mientras yo me paraba furiosamente.
—Temo, espera, discúlpame. No fue mi intención—dijo entre lágrimas.
—¿No fue tú intención?, por favor Yolanda inventate una escusa más creativa. Al menos ten los ovarios de aceptar que me robaste a mi novio. Eres una maldita destruye hogares. Pero esto no se va a quedar así.
—Temo, no es lo único que debes saber y sé que me vas a odiar por el resto de tu vida pero...
—¿Pero que Yolanda? ¿Qué puede ser peor que esto? ¿Acaso estas embarazada de Aristóteles?
Los ojos de Yolanda se abrieron como platos. Sus mejillas se tornaron rojas y yo me desmorone. Mi vida se había acabado en menos de 5 minutos.
Aristóteles decidió aparecer, y su mirada lo decía todo.
—¿Por qué me hiciste esto Aristóteles?, ¿Qué daño te he hecho?, ¡Dímelo!—le grite.
—Temo, espero algún día puedas perdonarme, pero esta es la verdad, es nuestra verdad—dijo mientras tomaba de la mano a Yolanda.

¿Qué estaba pasando? Esto era una mierda. Mi vida parecía irse a la mierda.

—Jamás en mi vida los quiero volver a ver. A NINGUNO. Nunca voy a perdonar esto que me hicieron. ¿Después de todo lo que pasamos Aristóteles?, ¿Es neta?, al menos dame una explicación, la merezco.

Aristóteles quería buscar las palabras pero siempre fue muy tonto para poder expresarse. Además estaba muy molesto y mi tolerancia era 0.

Me di la vuelta y comencé a correr hacia mi casa. Intenté buscar mi llaves para entrar rápido pero Aristóteles me pesco de la cintura mientras me abrazaba, lloraba y me pedía disculpas. Yo sollozaba muy fuertemente. Las lágrimas salían de mis ojos sin parar y no quería nada, ni a nadie. Solo quería morir. Logre abrir la puerta y safarme de Aristóteles. Cerre la puerta y justo al cerrar, mis ojos vieron todo negro, mi cuerpo no me respondía y estaba cayendo literalmente al suelo, mi respiracion no estaba bien y sentía un dolor fuerte en mi pecho, como un vacío. Aristóteles abrió la puerta, pero yo caía mientras él estaba entrando.
—¡Temo!—fue lo último que escuché.

Lo Que Siempre Quisimos Ser. #Wattys2019 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora