Selena es una adolescente de tan solo 13 años y pronto 14, aunque por su físico y madurez parecía de unos años más, es inteligente, simpática, pero al verla a simple vista pareciera de esas chicas fresas y populares, pero no, ella odia que la gente...
-Quiero que me ensillen a Tormenta- ordeno a uno de los empleados del club.
-Si, joven- me responde firme, asiento y él corre hacia los establos.
-Joven, no podemos ensillar a Azabache, está algo inquieto- me avisa un hijo de los empleados, es moreno y creo que pronto suplantara a su papá- creemos que quiere verle.
-¿Donde está Azabache?- pongo mis manos en mi cintura frunciendo mi ceño.
-En su establo, no quiere salir ni dejarse tocar- el niño contesta servicial.
-Bien, voy a tratar de calmarlo- le miró para luego sonreír un poco y poner mi mano en su cabeza- Ve por un jugo o agua para ti, di que vas de mi parte, se te nota agotado- le sonrió de lado inclinándome un poco para tratar de verlo a los ojos.
-¿Enserio joven?, ¿puedo?- me sonríe tímido con un brillo en sus ojos negros.
-Si, ahora ve- asiento y me incorporo sonriéndole.
El pequeño me sonríe feliz y corre emocionado hacia el restaurante del club.
Camino hacia el establo de mi caballo con mis manos dentro de mis bolsillos, chicas que vienen a practicar equitación me sonríen seductoras y lo único que hago es sonreírles guiñándoles un ojo, ellas se sonrojan y dan pequeñas risitas entre sí.
En cuanto llegó a los establos buscó el de Azabache, el caballo que fue de mi pertenencia desde que tengo memoria, el mejor de todos.
Me asomo por la ventana de madera qué hay en su establo, puedo ver como varios empleados con cuerdas tratan de detenerlo pero mi inquieto cabello solo salta casi aplastando a varios.
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-Azabache- doy un asentimiento como saludo sonriéndole.
El relincha y se calma, trota hacia mi y sienta cabeza para que acaricie su cabello negro como el carbón como todo su pelaje.
Rió un poco y entro al establo, les doy un gesto a los empleados para que salgan lo cual me obedecen.
Elevó la cuerda para mostrársela, el emocionado trota rápidamente hacia mi y se inclina para yo ponérsela.
La enrollo en su cuello y ambos salimos del establo yo guiándolo con la cuerda.
Caminamos algo lejos hasta llegar a un campo de césped verde desierto, aquí los dos cabalgamos al aire libre para estar calmados, es un campo que mi padre puso a mi nombre, ademas que solo yo y Azabache hemos sido los únicos en pisar este campo.
Le quito la cuerda y la lanzó a un lado- y dime ¿Como está eso de que no te comportabas bien, amigo?- actuó como si estuviera molesto haciendo una mueca rara y graciosa.
El baja la cabeza regañado.
Doy un suspiro y pongo mi mano en su espalda, acariciando suavemente desde su melena a el final de su largo y grueso cuello haciéndolo entender que no pasa nada.
