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—¿Todo bien en tu nuevo hogar?—TaeHyung, uno de sus nuevos amigos del trabajo, se mostraba interesado en cada cosa que hacía.

Trabajan en el sector de administración en la empresa, constantemente están llenos de tareas al día que deben cumplir. Ambos son jóvenes, puede que el castaño tenga uno o dos años más, pero ambos eran parecidos, por eso, nunca detenía sus intentos de conseguir una cita con ella. ChanMin lo rechazaba, pues decía no necesitar de nadie en esos momentos de su vida, sólo quería trabajar, conseguir buen dinero y ascender en la empresa. Si era posible, algún día le gustaría abrir su propia organización empresarial.

—Si.—se limitó a responder, toda su atención estaba en la pantalla frente a ella donde armaba el gráfico que el jefe pidió.

—¿Tus vecinos son agradables? Yo cuando llegaba a la ciudad no podía acostumbrarme a sus innumerables reglas, era realmente pesado.—bebía de su americano con tranquilidad mientras giraba en la silla de ruedas.

A la femenina comenzaba a colmarle la paciencia nuevamente en lo que iba de mes, ¡Sólo llevaba cuatro semanas allí! A pesar de su poco tiempo podría decirse que conocía a la mayoría, pero sin dudas, su compañero era insufrible. Tenían mucho trabajo por hacer, sin embargo él apenas realizaba una cuenta.

—¡Kim TaeHyung!—impactó sus manos contra el escritorio, de esta forma llamó la atención de la mayoría en el piso, quienes salieron de sus cubículos para verla. Avergonzada hizo su cabeza hacia abajo y se escondió— Idiota.—gruñó.

Como era mayor, no tenía otra opción más que tratarlo con respeto, más no le diría "oppa", su confianza llegaba un límite. Y estaba segura que él moriria por escucharla llamarlo por ese honorífico tan extremadamente sexualizado en la actualidad. Tomó aire para luego exhalarlo, debía concentrarse, era inteligente, solo necesitaba paz y armonía.

—¿Qué sucede?—como si no entendiera la situación se acercó, dejando el americano terminado en la basura— Pareces molesta, ChanMi.

—Estoy molesta, sunbae-nim.—asintió, arreglando sus lentes— Usted no me deja trabajar, y no hace sus cosas.

—Ah, es eso.—rió, sentándose en su silla giratoria— No te preocupes por mi, suelo terminar todo muy rápido.

—¿Qué?

Sorprendida se levantó para ver su computadora, y efectivamente, él tenía todos los deberes ya hechos. Cuentas con resultados precisos y archivos completos y enviados a la cede principal. Nunca se lo espero, siempre que lo veía estaba tonteando al rededor de los demás o bebiendo un americano recién hecho.

—¿Sorprendida?—arrogantemente cruzó sus brazos mientras se hallaba sentado— Veo que tú aún no terminas.

—Estoy en eso.—dijo rápidamente, sentandose para fijar su vista en la computadora— Mientras tanto, ya no me distraigas.

—Sólo quiero una cita.—murmuró.

—Suerte con eso, patán.—sonrió.