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El recorrido por los límites de la hacienda fue más que gratificante, Dayanne quedó sorprendida al ver lo extensa que era, incluso compartía un pequeño arroyo con la hacienda aledaña.

—Muchos han tratado de comprarla — comento el capataz —Pero el señor siempre dijo que no.

Dayanne se sorprendió un poco, ya que su difunto esposo nunca se apegaba a nada, incluso vendió varias tierras por un valor más bajo de lo que costaban, bueno, aunque este lugar era mágico y atrapaba con solo respirar ese aire tan puro.

—¿Hasta donde llegan los trabajadores?

—Ellos se quedan en la zona norte, allí está ubicado un caserio, tienen prohibido venir a esta zona, esas fueron las órdenes del señor.

—¿Prohibido? —  que tenía de especial esta zona para que no permitiera a los trabajadores venir — ¿Porqué?

—La verdad no tengo idea, el señor frecuentaba este lugar cada que venía.

Dayanne se coloco desde la distancia, en dirección al arroyo y ordeno que las instrucciones dadas por su difunto esposo siguieran como hasta ahora. Además, si él había dado una orden, ella no seria quien objetar, al contrario, aunque él estuviera muerto debía respetar sus órdenes, de esa manera también se mostraba estricta ante los empleados para que la respetaran, sabía que no era nada fácil lidiar con trabajadores, al menos siendo mujer.

Los siguientes días fueron de gran aburrimiento, había pensado en dejar sola a su mamá para que sintiera el abandono, pero al parecer la que se sentía cada vez más sola era ella, quizas la marquesa estuviera rodeada de sus aristócratas amigas, compartiendo en eventos sociales, mientras que ella por un ataque de ira se había ido hasta un lejano lugar.

Clara era una gran compañía, pero no era suficiente, le hacia falta hablar con sus amigas, en el poco tiempo de conocerlas se apego mucho a ellas, aunque también estaba el hecho de que ella nunca había tenido amigas y tal vez por ello se había apegado mucho a ellas, pero también sabía que los momentos eran diferentes cuando compartía el tiempo con ellas, todo era alegría, incluso había descubierto que poseía determinación y coraje para hacer algunas cosas. Ahora se encontraba aislada y solitaria, aunque fácilmente prefería eso a estar bajo el yugo de su madre o peor aún, de algún otro hombre.

—Me esta agobiando este encierro — se quejo Dayanne mirando a través de los cristales del ventanal de madera que daba la vista a la entrada de la mansión.

—Milady, creo que Madame Giselle debía entregar sus vestidos esta semana

—¡Claro! iremos hasta allá, yo misma recogeré los vestidos.

—De inmediato voy a dar aviso para que preparen el carruaje. — dijo Clara con una sonrisa.

Debía aprovechar que su señora tenía ganas de salir a entretenerse, porque a ella tambien le estaba afectando estar encerrada, bueno, estar en la misma hacienda que él.

—¡Clara! ¿necesitas algo?

—La... la señora va a salir — la doncella evito mirar los ojos del capataz y hablo rápido para salir huyendo de allí —Necesita listo el carruaje ahora.

—¡Clara! — la doncella quedo estática al oírlo, sus pies no reaccionaban, quizas era por los nervios del momento o quizás, él aún podía revolver sus sentimientos de manera catastrófica —Necesitamos hablar.

—No tengo nada que hablar con usted — sin girar a verlo la doncella siguió su camino

Quizas los aristócratas debian tener problemas acorde a su título, pero los de clase baja al no tener posesiones materiales estaban atados a sentimientos estúpidos o al desespero de tener una mejor posición dentro de su clase. Esto incluía a Virkam, quien cayo rendido ante la posibilidad de escalar en su posición sin importarle los sentimientos que dejaba atrás, sin importarle el daño que podía causar.

Pacto Nupcial. (Serie Noble Desamor IV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora