Capítulo 1 - No es como las demás.

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"Dos semanas antes..."

Otro día más de Universidad.

Otro día más sin él.

Pensaba que llevaría mejor el que mi novio se hubiera ido a Estados Unidos a trabajar, pero parece que no es así.

-Adrianna Holder, ¿está usted aquí en clase o su mente está en otro lugar?

No sé en que estaba pensando al elegir esta clase.

-Sí, sí, estoy aquí.

-Que sea la última vez que le tengo que llamar la atención.

Se vuelve para volver a escribir en la pizarra algo que ni siquiera entiendo.

Sólo es mi segundo año en la Universidad y ya estoy harta de los profesores y de los alumnos, sobre todo de los alumnos. Le he dicho a mis padres lo de dejarlo y lo único que dicen es que si la dejo y no tengo dinero, que aunque vaya arrastrándome no me ayudarán a pagar el alquiler. Dicen el alquiler porque piensan echarme de casa si lo hago.

Todo sería más facil si mis padres fueran más comprensivos, pero creo que la poca comprensibilidad que tenían la gastaron al dejar que mi hermana Diana se fuera a New York a vivir con su novio ex presidiario lleno de tatuajes de serpientes y signos raros hace tres años, eso sí, pagando ella el viaje con la beca que le habían dado.

-Tu hermana era una de mis mejores alumnas y ha desaprovechado todo su talento al irse con ese personaje al que llamaba novio. Espero que usted no vaya a seguir su camino.

¿Se puede saber cuando se ha ido todo el mundo dejándome sola con el profesor?

-Claro, claro.

A él que le importa lo que haga con mi vida, para eso es mía.

-Deberías de aprovechar más tu inteligencia.

Me apresuro a recoger mi fichero y mi cartuchera, y meterlo en la cartera.

-Y tu deberías de utilizar más la técnica del silencio. -susurro.

-¿Me decias algo? -me pregunta mientras se gira hacia mí.

-No, nada.

-Bueno, nos vemos el Miércoles.

Sale de clase dejándome sola con mis pensamientos.

A veces pienso que tiene más edad de la que tiene. A sus veinticinco años está igual de amargado que mis padres de cuarenta.

Salgo de clase y me dirijo a la cafetería a por mi café y mi magdalena matutinos antes pasándome por el servicio.

Tras hacer mis necesidades me recuerdo que debo afeitarme las piernas, me lavo las manos y me observo en el espejo. Mi pelo ondulado está hacia un lado dejando ver un arañazo en mi cuello, inmediatamente me lo tapo con el pelo.

-Mierda. -dice alguien desde uno de los servicios.

Es una rubia que no recuerdo haber visto antes. Sólo espero que no sea igual de estúpida que todas las rubias que conozco.

-Hola.

-Hola.

Se acerca al espejo y se pone un poco de lapiz de ojos.

-¿Quieres un poco? -me pregunta.

-Bueno, vale.

Tras hacerme la raya, se lo devuelvo y me presento.

-Soy Adrianna, ¿y tú?

-Ángela, encantada.

Le estrecho la mano que me tiende.

-¿Eres nueva?

-Sí, vengo de Cádiz.

-El año pasado estuve de veraneo por allí, es muy bonito.

-Si que lo es.

Vale, ha pasado la prueba: no es cómo las demás rubias.

-Iba a la cafetería, ¿te vienes? -le pregunto.

-Claro.

Allá voy magdalenas de arándanos.

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