Seis de la mañana, el reloj de su mesa de noche comenzó a sonar; ni siquiera se había dado cuenta cuán rápido había pasado el tiempo. Salió de la habitación y se percató de los rayitos de sol que se colaban por la ventana, la primavera estaba llegando y eso le encantaba. Se concentró bastante en lo que sucedía allí afuera con el cielo y todos esos colores preciosos. Su distracción fue interrumpida por el sonido de su celular; se le congeló el cuerpo, debía ser Kellan. No quería hablar con él, la voz se le entrecortaría y él comenzaría a preguntarle que le sucedía; además Jenny sentía ganas de gritarle en la cara todo lo que había descubierto. Dejó que el teléfono sonara cuantas veces quisiera; estuvo para frente a la ventana de brazos cruzados escuchando como su móvil parecía reventar con las llamadas, y como sus mejillas eran surcadas nuevamente por las lágrimas. El teléfono dejó de sonar y luego de un largo respiro regresó a su habitación. Tomó el teléfono inalámbrico y llamó a sus padres; Jenny intentaba actuar de la manera más natural posible, no tenía entrañas para confesarles a sus padres lo cruel que había sido Kellan y de haberlo hecho probablemente mataría a su madre y su padre fundiría a Kellan en la cárcel por el resto de su existencia.
Decidió no ir a la universidad. Su cara no reflejaba nada bueno y tampoco quería poner a trabajar su mente en alguna excusa para darle a Erika o a quien le preguntara que le sucedía. Aun así debía excusarse con su amiga, pero no estando cara a cara sería muchísimo más fácil y creíble.
—“Eri, amanecí bastante descompuesta y prefiero quedarme descansando. Quizás mañana vaya por tus apuntes” –escribió en un mensaje de texto y lo envió-
—“Tranquila amiga, avísame cualquier cosa, mejórate. Un beso” –le respondió a los pocos minutos.
Dio un largo suspiro después de leer el último texto y volvió a meterse a la cama. En realidad sí quería descansar, o más bien quería morir o que por arte de magia nada de eso estuviese sucediendo. Sentía un nudo en el pecho que parecía quemarle el cuerpo entero. Quería reclamarle a Kellan, quería insultarlo y mandarlo a la mierda por todo lo que estaba haciendo, pero a la vez quería besarlo, quería olvidar todo y amarlo como nunca había amado a nadie.
Apoyó la cara en la almohada y la cabeza comenzó a llenársele de dudas, lo que más le pesaba era el hecho de no saber que tendría más fuerza en su interior ¿El odio y el rencor o el amor y la pasión?
No dejaba de dar vueltas en la cama y su teléfono no dejaba de sonar reflejando una llamada internacional; Kellan insistió casi siete veces pero ella no le contestó. Jennifer no hacía más que llorar y recordar con rabia todo lo que había conseguido, más aún su mente no dejaba de armar e inventar historias… ese gusanito de la duda seguía comiéndole el pecho ¿Habría sido capaz Kellan de asesinar a sus hermanas? No podía ser, eso era espeluznante…
Toda la mañana estuvo perdiendo el tiempo entre las sabanas de aquella cama en la que tantas veces había hecho el amor con Kellan. A medio día se levantó y preparó una ensalada sencilla con un par de trozos de pollo, no tenía ánimos, pero si hambre. Recordó a Vicky pero, a pesar de que le daba pena dejarla un día sin comer, le era muy difícil volver a casa de Kellan.
Todo el resto del día su presencia estuvo oscilando entre la televisión, la cama, el living y la ventana en la que contempló el atardecer. No quería que llegara la noche, pues eso anunciaba un nuevo día y con él la llegada de Kellan, pero no podía evitarlo. La naturaleza no se iba a detener por ella, así que el tiempo seguía corriendo.
Sábado. La madrugada le sentó bastante bien a Jenny y pudo descansar sus horas completas. Se levantó a las ocho de la mañana con una extraña sonrisa en sus labios; recordaba lo que había sucedido con Kellan, pero por alguna razón sentía una especie de alegría interior. Se cepilló los dientes, se duchó y llamó a sus padres mientras desayunaba. Luego de esto comenzó a organizarse para dedicar su tiempo a ordenar su apartamento. Tenía todo bastante desarreglado y le llevaría tiempo dejar todo en perfecto estado.
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Jenny Was A Friend Of Mine
RomansLa familia Everett era una de las más respetadas en Newark, New Jersey; el señor y la señora Everett eran abogados reconocidos, y sus tres únicas hijas gozaban de un conjunto de cualidades envidiables: belleza, inteligencia y carisma -solo hacia qui...