Der Richter Krähe

77 10 13
                                    


Aiakos dormía como un niño de esos que revuelven las sábanas, a pesar de que forzó un abrazo incómodo, en cuanto se quedó dormido lo soltó e inició la pesadilla. Kagaho durmió por ratos, por benditos minutos que atesoró pues fueron escasos. Casi a las ocho de la mañana, sintió el brazo de Aiakos rodeando su cintura, se removió con incomodidad arrepintiéndose cuando sintió los movimientos lascivos con los que su acompañante respondió.

–¿Porque estas obsesionado con Krahe? –fue la pregunta que inició la charla precisa, aquella que los prepararía para lo que verían más adelante.

Kagaho se sintió en confianza, nunca nadie se lo había preguntado y sus tíos lo habían atribuido al libro, no pensaron en que podría existir otra razón.

–Cuando era niño, después de la muerte de mis padres, tuve un sueño–comenzó a relatar con calma, dejando caricias distraídas sobre la mano que reposaba en su abdomen– soñé a un hombre joven, él me entregó la insignia y me pidió, con mucha insistencia, que lo buscara. Cuando recibí el libro, reconocí la insignia de inmediato.

Aiakos recargó el rostro sobre el hombro ajeno para afianzar el abrazo, sus cabellos desprendían un aroma exquisito que aspiró con fuerza, como si aquello le causara nostalgia.

–Tus sueños son más interesantes que los míos–aseguró, sonriendo contra la piel de Kagaho–yo solía soñar que me revolcaba sobre una alfombra verde, mientras un cuervo me observaba desde el otro lado del cristal. Era un niño muy banal.

Kagaho se rió porque el sueño le resultó gracioso, además estaba de acuerdo en que Aiakos al ser tan interesante, a veces tenía pensamientos muy simples. Ofendido, el mayor lo castigó con un ataque de cosquillas que se convirtió en riña y terminó en besos. Recordó que no se había tomado la molestia de revisar la computadora y, sin consideración, detuvo los besos para hacerlo. Aiakos se quedó en cama haciendo berrinche, pero lo dejó que terminara el trabajo que dejaron a medias por el festejo de cumpleaños.

Lo que Kagaho encontró fue una foto perfecta. A. Krähe tenía un terrible parecido con Aiakos. Aunque aquello no era del todo una prueba. Inmediatamente pasó a la segunda fase del sowtware y buscó coincidencias de esa imagen con alguna otra existente en la base de datos de imágenes de la época. Los minutos pasaron y parecía quedarse sin pistas, pero la búsqueda arrojó un par de resultados. Imágenes con la misma calidad pésima que contenían detalles importantes. Era Krahë junto a otros hombres que no tenían nada que ver con el circo volador. Sus uniformes pertenecían a otro escuadrón y Krähe portaba un abrigo que ocultaba la insignia. Quizá por eso nunca lo identificó.

Ese escuadrón era otro enigma en la historia de la guerra, lo llamaban "Unterwelt" pues contrario al célebre circo volador, ellos eran los encargados de exterminar áreas que significaban un punto importante para el enemigo. Hospitales, escuelas, bases militares o puntos en los que pudiesen obtener víveres. Eran aves de presa que destrozaban lugares estratégicos para sembrar caos, bien conocidos por su frío proceder y por la existencia de tres aviones que, incluso durante la época de guerra, fueron valuados en una fortuna. Grifo, Wyvern y Garuda. Llamados los tres jueces del inframundo, aunque nunca se supo a ciencia cierta por qué. Los datos de los pilotos nunca existieron en los archivos del ejército, los protegieron bien para evitar represalias a sus familias, pues se suponía, provenían de familias adineradas.

Al final, resultó que Krähe era un tipo de lo peor.

Kagaho se sentó en la silla mientras intentaba asimilar la decepción. Krähe y su insignia no eran un símbolo del romanticismo, Krähe era un hombre conocido como "el tercer juez" acusado de incendiar poblados completos sin importarle que hubiese civiles inocentes en ellos. Era un hombre codicioso que todo lo hacía por dinero. No le era suficiente la fortuna que podría heredar de su padre, no. Él quería más y la obtenía sin importar lo que tuviese que hacer para conseguirla.

Siete VidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora