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Ya en la cocina escucho la regadera abrirse y mi mente no pierde el tiempo en imaginar lo bien que se debe ver el agua recorrer su cuerpo e inmediatamente el deseo por poseerla y beber el agua de sus senos mientras los beso se enciende.

Busco en los gabinetes, harina, huevos, anís, mantequilla, panela, sal y azúcar. Tomando las cantidades necesarias y dejándolas en el mesón.

Cocinar es una buena forma de bajarle unas dos rayas al calor sexual que encendió verla ejercitarse, por lo que estos pristiños quedarán hechos un manjar.

En una cacerola caliento agua con anís mientras que en otra dejo que la panela se derrita con un poco de agua para la miel.

Poco a poco el ambiente se va llenando de un dulce aroma con suaves toques anisados, en un bowl mezclo el resto de los ingredientes adicionando a ellos el agua de anís y un poco de agua fría  logrando una masa esponjosa lista para bolearla y hacer porciones para estirarlas.

Retiro la miel de la estufa y dejó que se enfríe en una jarra en el refrigerador. En su lugar en una sartén hondo pongo a calentar el aceite en una llama baja, vuelvo mi atención a la masa, tomo una de las porciones y empiezo a estirarla con el bolillo dejándola plana y ovalada, con un cuchillo hago cortes en los lados de la masa, tomándola por los extremos más lejanos y uniendolos.

Una a una cada masa pasa por el mismo proceso quedando acomodados en una charola plástica mientras compruebo que el aceite esté en la temperatura perfecta.

En medio de mi concentración mientras amasó y boleo un par de masas que quedaron disparejas siento en mi espalda que una mirada, lentamente volteo para mi sorpresa encontrarme con Pao sentada en el desayunador solo usando una toalla en su cabello y su cuerpo desnudo.

-Ahora entiendo por que eres tan bueno y delicado con las manos-pronuncia Pao con una sonrisa.

-Y como te diste  cuenta de eso - respondo sonriendo pícaramente.

-Pues… - se sienta erguida para colocar sus manos en sus senos apretandolos y acariciandoolos mirándome mientras me da una clava sus ojos en mi provocadora - cuando los acariciabas así, es como si trabajarás con la masa- sonríe dejando de hacerlo volviendo a apoyarse en el desayunador.

-Bueno… - trago un poco de saliva - son cosas que uno aprende - es lo único que atino a decir tratando de controlar las emociones.

-Guille… - llama mi atención señalando la cocina - creo que ese aceite se está quemando.

-Eh, que - rápidamente volteo a ver en dirección a donde señala para fijarme en el color negro que se a tornado el aceite y la sartén, retirandola la quito de la cocina y cambiandola por otra dejando la quemada en el fregadero hasta que se enfríe un poco.

-Si ves lo que provocas - la acusó divertido.

La escucho soltar una carcajada mientras coloco una nueva sartén con aceite en la estufa.

-Yo no he hecho nada más que responder tu duda- dice mientras pestañea de forma angelical.

-Exacto eso mismo me distrae cuando cocinaba- vuelvo a acusará comprobando que el aceite este listo para ir soltando los pristiños de tres en tres.

Poco a poco van inflándose y tomando color café que los caracteriza gracias al aceite caliente, uno tras otro va saliendo, voy colocándolos en otra bandeja cubierta con papel para quitar  el exceso de aceite.

Volteo un poco para mirar cómo Pao con atención observa  la transformación de la masa a los pristiños, puedo notar como se le hace agua la boca por probarlos.

El Fuego de tu PielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora