Los últimos días no dormí bien, siento mi cuerpo pesado, mis párpados insisten en querer cerrarse en cualquier momento y no puedo evitar girarme a observar mí alrededor todo el tiempo. Me encuentro llegando al colegio, usando una campera liviana con la capucha puesta y unos lentes negros, últimamente no quiero que me vean mucho.
El día de hoy no esperé a Camila, casi que corrí al salón para estar tranquilo. Ni bien entrar me dirigí a los asientos de última fila, ni bien apoyo mi culo pego mi frente contra la madera del escritorio.
No sé cuánto tiempo pasó, si me quedé dormido por unos minutos o qué, pero cuando levanté la vista ya todo el mundo estaba en sus lugares y la profesora estaba entrando.
-Buenos días, chicos. –Dijo la cara de culo.
Observo a mis compañeros, lo mismo de siempre, no sé si el que me envía esos mensajes anónimos estará cerca de mí en las horas de clase, pero pensar lo contrario me hace bien.
Camila me mira preocupada desde su asiento, no la culpo. Al final decidimos desinstalar las cámaras de los casilleros ya que no lográbamos captar nada.
-Parker y Zamorano. –Dijo la vieja puta.
-¿Eh?
-El trabajo para hoy.
Asentí y me levanté para entregarlo, al final Dylan me había dejado su parte el día de ayer para que la juntara con la mía y le pusiera el nombre de los dos.
Hablando de Dylan, apenas y me mira después del beso; mejor así, no quiero tener nada que ver con un nene de mamá como él.
Al volver a mi asiento Camila saca su celular y me hace señas con la mirada de que agarre el mío.
-¿Qué te pasa? No me esperaste. –Dice por mensaje de texto.
-Necesitaba llegar rápido.
-Boludo, te está haciendo mal esta situación. Tenés que calmarte un toque.
Suspiré y asentí, ella pudo verme. La verdad es que estoy hasta los nervios, pero es al pedo. El mensaje era claro, nos divertiríamos en el viaje y faltan tres días, pero estos tres días serían de paz absoluta.
Termina la clase y salgo al patio, pienso saltearme matemáticas. Me prendo un cigarro y me siento debajo de un árbol. El lugar era tan tranquilo que de repente el sueño que tenía se amplificó.
Al terminar el cigarro me pongo a escuchar un poco de música, pero mis ojos poco a poco se fueron cerrando.
-El último de la noche. –Dijo una muy escotada Camila con una petaca llena de vodka en la mano y un cigarro en la otra.
-Si por favor, que me quiero ir a dormir. –Dije apoyándome en el poste de luz de aquella esquina.
Un auto viene y aminora su velocidad a medida que se acerca a nosotros, para parar justo donde estábamos.
-Hola preciosos. –Dijo un hombre de unos treinta años, sus ojos eran azules como el cielo.
-Buenas noches. –Digo apoyándome en su ventanilla. -¿Buscás divertirte?
El hombre asiente con una sonrisa pícara en sus labios.
-¿Vamos a mi casa?
-Una noche con nosotros no es barata.
-Puedo pagar lo que sea. Suban.
Camila y yo subimos a ese lujoso auto gris y nos encaminamos a algún lugar de Buenos Aires.
Al llegar, la casa era grande, no era lujosa, pero se notaba que sobresalía en la clase media. Ni bien entrar nos quitamos nuestros abrigos y los dejamos en el perchero de la entrada. Lo seguimos hasta una habitación en específico.
En el trabajo, accedíamos a tratar al mismo cliente al mismo tiempo, siempre y cuando Camila y yo no tengamos que tocarnos entre nosotros. El pudor no existía en estos tiempos.
Durante el acto, sentí las manos del hombre ir a mi cuello, empezó a apretarlo muy fuerte.
-Me es… tas… lastimando… -Dije como pude, pero no paraba.
-Basta, le hacés mal. –Dijo Camila, pero el hombre no paraba y seguía con sus embestidas violentas dentro de mí.
Camila intentó empujarlo, pero éste le propinó un cachetazo y la dejó tirada en el piso.
-Cierren el orto, putitas, que las putas nunca dicen que no.
Sentía mi cuerpo irse, el oxigeno me faltaba. De repente pude respirar, Camila le había roto un jarrón en la cabeza.
Si bien eso pudo haber suficiente para dejarlo inconsciente, por alguna razón este hombre seguía despierto. Rápidamente me pongo de pie para ponerme mi ropa interior.
-Hijos de puta. –Dijo levantándose para abrir un cajón, de éste sacó un arma.
Sentí mi cuerpo temblar.
Abro los ojos y puedo escuchar música, me quito los auriculares. Mi cuerpo estaba cubierto de sudor. Mis ojos comenzaron a lagrimear. Intenté ponerme de pie pero me temblaban las piernas del miedo.
¿Así se sentía el terror? Cuanto tiempo sin sentir.
-¿Qué te pasa? –preguntaron cerca.
Me giré, pude observar a Dylan a unos metros, pero se estaba acerando. No quiero que me vea así, se va a burlar.
-Nada. –Digo, pero para mi desgracia, tengo la voz temblorosa.
-No parece ser nada. –Dijo sentándose a mi lado.- Estás muerto de miedo. ¿Alguien te está molestando?
-Solo tú. –Digo poniéndome de pie, con mis piernas temblando para marcharme.
¿Qué carajos le pasa a este idiota? De repente como que es muy bueno conmigo.
-¡Espera!- Gritó él, para agarrarme del brazo. –Necesito un favor tuyo.
Con razón, es bueno conmigo porque necesita algo de mí. Suelto mi brazo de su agarre con un brusco movimiento.
-¿Ahora qué?
-Quiero el número de Camila.
Solo una palabra puede describir lo que siento: ¿AHRE?
-Jamás.
-Oh vamos, no es por lo que tu piensas. Es una apuesta que hice y debo ganarla.
-Pues te toca ganarla sin ayuda de quien más te detesta en este lugar. -me di la vuelta para irme.
-Si lo sigues diciendo así quizá te lo empieces a creer.- dijo riendo.
Pongo mis ojos en blanco y escapo del lugar. No me gusta pensar que charlar con él me haya distraído, pero así fue y me cuenta cuando empecé a sentir el miedo en mis huesos nuevamente.
Se hizo la hora del almuerzo y me dirigí al comedor con la respiración algo alterada, una vez sentado con mi grupo decido no acotar nada.
-Nicky. ¿Estás bien?- preguntó una preocupada Ashley.
Como detesto que me digan Nicky.
-Estoy bien.
-¿En serio? Sabes que puedes hablar conmigo. -insistió bajo, para que los demás no escuchen.
Sentí mi sangre hervir. Sin entender mucho el por qué me dejé llevar por la ira.
-¿para qué? ¿para que vayas con cotilleos al colegio entero como la puta chismosa sin vida e insulsa que eres? Prefiero hablar mis problemas personales con cualquiera antes que con la chismosa del colegio. Consíguete una puta vida y déjame solo.- le dije, o más bien grité, furioso mientras me levantaba de mi asiento para parecer intimidante y observarla con asco y odio.
Vi sus ojos cristalizarse, su labio inferior empezó a temblar y llevó su mano derecha a la boca para tapar ese detalle.
Toda la cafetería me observaba, incluyendo a mi grupo quienes cada uno tenía una mirada distinta, Jennifer y Courtney me observaban con desaprobación , Víctor con decepción y Camila… Camila me miraba con una preocupación y una tristeza parecida al día de la muerte de nuestras madres.
La cafetería entera se encontraba en un silencio que se vio interrumpido con los primeros sollozos de Ashley y, caí en cuenta de lo que había hecho con alguien que solamente se había preocupado por mi.
Mi corazón empezó a estrujarse, sentí una pena que hace mucho no sentía, era como si toda la humanidad que reprimí desde el día que mi madre murió y empezara mi mala vida volviera de golpe a mi cuerpo, me está matando.
Puedo sentir que mis ojos amenazan con comenzar a llorar, automáticamente agarro mi mochila y salgo corriendo del comedor, siento que Camila grita mi nombre y me sigue, pero quiero evitarla.
Me encierro en el baño de hombres del segundo piso, el cual no es concurrido casi nunca, muchas veces vengo a fumar acá cuando estoy en horas de clase.
Empiezo a llorar desconsoladamente, me maldigo a mi mismo por haberme debilitado, por estas razones me recuerdo que es mejor ser alguien sin emociones ni sentimientos. Solamente amo a mi mejor amiga, era lo único que pude sentir en estos últimos tres años.
El dolor de haber lastimado a alguien se sienta tan irreal después de haber hecho todo lo que hice, el miedo que siento al pensar en ese sueño me paraliza y no me deja actuar con normalidad y la preocupación por el anónimo me está ahogando. Estoy muriendo.
Siento que comienzo a hiperventilar y mis pocos reflejos me hacen agarrar mi celular y desbloquearlo, para llamar a la primer persona que se me viene a la cabeza: Isabel.
El tono de llamada dura unos segundos hasta que atienden el teléfono.
-¿Nicolás? ¿Qué pasa?- dijo, creo que pudo escuchar mi respiración y sollozos ya que enseguida preguntó:- ¿Estás bien?
-Por favor… ven a buscarme. -digo en susurros desgarradores que hasta a mi mismo dan lástima.
-¿Estás en la escuela?
-Si.- digo, para empezar a llorar más fuerte.
-Todo va a estar bien cariño, enseguida estaré allí.
Dicho eso colgué el teléfono e intenté retomar mi respiración.
Una vez logré medio calmarme, saco una caja de cigarros de mi mochila para sacar uno y prenderlo.
El tabaco me tranquiliza un poco mas, empiezo a dejar se llorar para sentir las lágrimas secarse en mis mejillas.
¿Qué me está pasando? No tengo ni idea. No sé por qué estoy tan alterado siendo yo una persona tan fría y calculadora.
Mi teléfono, el cual estaba tirado en el piso, empieza a sonar. Era Camila.
No quiero enfrentarla, no ahora. Dejo el celular sonar hasta que deja de hacerlo, pero ella vuelve a llamar varias veces.
Se rinde después del quinto intento. Siento la puerta del baño abrirse, rezo para que no sea ella, ya que este es uno de mis escondites secretos.
-sé que estás aquí.- escuché una voz masculina. Dylan.
-vete.- digo en un tono muy cansado, mientras me sorbo la nariz.- no quiero ver a nadie.
La puerta de mi cubículo se abre, me siento tan cansado físicamente que no tengo ganas ni de pelear con él o intentar que no me vea.
Supongo que mis ojos estarán rojos y en mis mejillas habrá un rastro dejado por las lágrimas, pero no importa, no siento que mi rostro sea bello de por si, lo único de bello que tengo es el físico, y eso es algo que platón puede refutar.
Llevo mi cigarro a mi boca para darle la última pitada, luego lo tiro a un lado del inodoro.
-¿Qué pasó?
-¿Qué quieres?- suspiré.
-Camila me pidió que te buscara a cambio de su número.
-Siendo bueno conmigo de nuevo por tu puta apuesta.- digo poniéndome de pie.- Dile a Camila que no me encontraste o divulgaré lo del beso.
-Nadie te creerá.
Tome mi celular del piso y simule guardarlo en mi mochila. Luego me acerco a él para intentar salir pero el no me deja.
-muévete o lo vas a lamentar.
-¿Qué vas a hacerme en ese estado?
Me acerqué a el tomé su rostro con mi mano izquierda, estampé mis labios en los suyos. Al principio éste no entendía nada, pero pasados unos segundos me devolvió el beso.
Apreté mi mano derecha y un flash se posó sobre nosotros dos. Al darse cuenta él se separa, pero yo lo empujo y cierro la puerta de mi cubiculo y le pongo llave.
Rápidamente le envío la foto a Camila y le digo que después le explico lo sucedido y la foto.
-¡Voy a matarte! ¡borra esa foto!
-ahora van a creerme. -le digo triunfal mientras abro la puerta.- se la envié a camila, no sirve que la borre.
Este chico quedó mudo, pasé por su lado y salí del baño mientras él se quedo estático. Corrí hasta la puerta del colegio, Isabel estaba llegando. Corro a su auto y me siento en el auto del acompañante.
-¿Qué pasó?
-No quiero hablar ahora… pero… gracias por venir. -digo en un suspiro antes de que arranque el auto.
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Ellos son los culpables
Teen FictionNicolas zamorano es un argentino que vive en estados unidos desde la muerte de su madre. tiene una reputación firme la cual esta obligado a mantener junto a su mejor amiga, Camila Etcheverry y una rivalidad con el capitan del equipo de basquetbol...