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-Es hermoso…- susurré acercándome al animal.
Estábamos en un establo, aparentemente cabalgaríamos por la playa con los niños de primer año.
Frente a mí, había un caballo de un color negro, con cabellos largos y rizados, observé su sexo, era una yegua.
-¿Seguro que no quieres que nadie te lleve? Puede ser algo peligroso cabalgar.- dijo un hombre encargado de cuidar los caballos, al cual le había dicho que prefería cabalgar solo. Negué con la cabeza.- entonces ya prepararemos a Mina.
-No es necesario. Yo puedo solo.- dije.- solo tráiganme las cosas.
El encargado, algo extrañado, asintió antes de alejarse. Camila se acercó a mi.
-Que linda.- dijo acariciándole el lomo.
Yo asentí y comencé a acariciarle la sien. La susodicha Mina relinchó feliz por los mimos.
-no es muy brava. -comenté- si es dócil significa que no es muy rápida.
-así que hablan español.- dijo el encargado, trayendo las riendas, la silla de montar y una lona.
Yo asentí acercándome al señor, tomé las cosas y las dejé en el piso a un lado de Mina.
Tomé la lona y la puse en el lomo de la yegua, luego apoyé la silla y comenté a atarla alrededor del vientre del animal. Una vez quedo lo suficientemente apretada como para que la silla esté estable y lo suficientemente desajustada como para que el animal respire, me dispuse a colocar las riendas.
-Sabes como tratar a un caballo.- dijo el hombre un poco asombrado.- no tienes la apariencia de un jinete.
-Cabalgaba mucho en el pasado.- respondí una vez el animal ya estaba listo para ser montado.
-Voy a buscar a mi caballo. ¿nos vemos en la puerta?- dijo Camila.
Subí de un salto al lomo del animal y una vez acomodado la miré y asentí.
Pude observar a Dylan intentando subirse a su caballo sin éxito. Me causaba gracia porque yo siendo mucho mas bajito que el puedo subirme sin problemas.
Cabalgué hasta la entrada de la granja, donde casi todos estaban esperando. Camila venía detrás de mi en un caballo blanco con pelaje brilloso.
-¿están todos?- preguntó el director. Giré a ver que Dylan ya estaba acá.- pues vámonos.
Todos comenzamos a cabalgar en dirección al mar, una vez en la playa los caballos caminaban paralelos al mar. Camila iba a mi derecha , a mi izquierda se encontraba Ashley, delante el resto del grupo y detrás de mí se encontraban los mandriles.
Curioso que el caballo de Dylan se lo notaba nervioso. También pude observar que Dylan mantenía sus pies en los apoya pies muy adentro, debes llevarlo hasta la mitad pues pueden engancharse en caso de caerte y el caballo te arrastrará.
La mayoría iban nerviosos, pues creo que es la primera vez cabalgando de casi todos.
El caballo de Ashley se notaba inquieto, y esto hacía que ella se ponga aún más nerviosa.
-Tranquila.- le digo.- si te pones nerviosa el animal lo estará también. Demuestra confianza.
Ella asintió y respiró profundo.
El sol golpeaba mi espalda y la brisa marina me refrescaba, se sentía muy bien. Mina por suerte estaba tranquila, de vez en cuando acariciaba su cuello para generar más confianza con el animal.
-Oye Zamorano.- escuché decir a dylan.- te reto una carrera.
Dejé que Mina se ponga a la par del muy nervioso caballo de Dylan.
-Te voy a dar ventaja.- dije.
Le di una palmada con fuerza en el trasero del caballo de Dylan, lo que provocó que salga disparado. Los gritos del idiota no tardaron en aparecer.
-¡Vamos!- grité al momento de darle un pequeño golpe a mina con el talón.
La yegua empezó a galopear y yo la guiaba hacia donde Dylan se dirigía, quien obviamente estaba aterrado.
Sentí las miradas curiosas de algunos alumnos y al director gritar. No joda señor.
Cuando por fin paso a Dylan puedo notar que algo va mal. Su caballo no piensa en detenerse.
Creo que la cagué.
-¡Detente!- gritó Dylan tirando de las riendas, pero fue inútil.
Camila venía galopeando pero su caballo no era lo suficientemente rápido.
Me puse a la par de Dylan.
-¡Tira mas fuerte!- le grito.
-Eso intento.- dijo con molestia tirando de las riendas.
El caballo no se detenía y cada vez aumentaba más la velocidad.
-¡Zamo!- chilló Camila una ves estuvo cerca.
-Vamos a encerrarlo. Ponte del otro lado.- le digo a ella.
Asiente y se dirige a un lado del caballo de Dylan mientras que yo me mantengo del otro. Poco a poco nuestros caballos se acercan lo suficiente como para intentar contenerlo.
Pero fallamos. El caballo de Dylan empujó al de Camila y pudo escaparse con un movimiento brusco, lo que provocó que Dylan perdiera el equilibrio.
Todo esto era mi culpa y tenía que arreglarlo.
Dylan cayó y como lo predije, sus pies se atoraron en las apoyaderas siendo arrastrado por el potro.
No lo dudé ni por un segundo. Llevé a Mina nuevamente al lado del caballo y una vez lo suficientemente cerca apoyé mis pies en el lomo de la yegua para saltar al otro caballo.
Una vez encima del descontrolado potro, intento subir a Dylan.
-¡Toma mi mano!- le grito.
Dylan estaba que se moría de miedo pero lo estaba intentando. Se golpeaba constantemente en la espalda con la arena y temía que se rompiera un hueso.
El no podría llegar a tomar mi mano. Como pude, enredé mi pie en la apoyadera izquierda para tirar mi cuerpo hacia donde Dylan había caído, usando las riendas como si fueran sogas.
Una vez consigo tomar la mano de Dylan, uso todas mis fuerzas para volver a mi lugar y jalar a Dylan.
-¡Un poco más!- gruño usando la poca fuerza que tengo.
Lo senté en mi espalda y noté cómo se aferraba a mi con todas sus fuerzas.
Tomo un poco de pelo del caballo y lo junto con las riendas para jalar todo al mismo tiempo. Esto provocó que el animal se vaya deteniendo. Pasados los segundos el animal se detuvo por completo y Dylan bajó de un salto.
Noté que estaba algo lastimado pero nada fuera de lo normal.
-¿Estás bien?
Se lo notaba agitado, se sentó en el piso y tomaba bocanadas de aire, incluso creí notar que alguna lágrima amenazaba con saltar de sus ojos.
-Lo siento. No debí de hacer eso. Fue imprudente de mi parte y pudiste salir más herido. -le dije en un suspiro.
Él no respondía, el grupo estaba lejos de nosotros, casi ni podía verlos. Los caballos estaban tranquilos y quietos cerca nuestro.
-oye…- dije apoyando mi mano en su hombro.
Esperaba un movimiento brusco de su parte, pero no, nunca pasó. Mi mano posaba en su hombro y noté como sus ojos cristalinos luchaban para no llorar, mordía sus labios y hacía un extraño puchero bastante sutil.
“No suelo hacer de consuelo, pero haré una excepción, solo por esta vez.” Pensé.
-Ven aquí.- susurré.
Rodee su cuello con mis brazos fuertemente, automáticamente él escondió su rostro en el hueco de mi cuello y me abrazó fuerte por la cintura, posando sus manos en mi espalda, empujando hacia si mismo.
Sentí sus sollozos un poco más altos, incluso creí sentir que había empezado a llorar.
-Lo siento, prometo que te lo voy a compensar. Lo prometo. ¿si?
El asintió levemente y apretó el abrazo. Si no estuviera acostumbrado a que me aprieten me estaría asfixiando.
-Tuve mucho miedo.- dijo débil.- pensé que iba a pasarme algo peor.
-lo sé y es mi culpa. No debiste de pasar por eso.- dije acariciando su espalda.- pero intentaré hacer que te sientas mejor, ¿si? Prometo no pelear contigo en todo el viaje.
-Está bien. -susurró, parece que ya dejó de llorar.- gracias por salvarme y… por ayudarme ahora. – dijo separándose.
Su mirada se clavó en la mía. Sentí un choque eléctrico que escalaba por mi columna, vértebra por vértebra lentamente y a la velocidad de la luz al mismo tiempo.
-Era mi deber…- dije sin despegar la mirada.
Y nos quedamos así. Los caballos parecían respetar el silencio, ya que no se habló mas. Solo nos quedamos viéndonos sin hablar. No era algo incómodo, al menos no para mí. Sentía una paz que hace tiempo no tenía, volvía a sentirme yo mismo.
Sentí un caballo galopar en las cercanías. Era Camila.
-Mierda que esos caballos son rápidos. El mío perdió velocidad enseguida, es un haragán.- se quejó en español.- Dylan. ¿Estás bien?
Rompimos el contacto visual, él la observó y asintió con la cabeza. Nos pusimos de pie y yo me dirigí a Mina. De un salto ya estaba en su lomo.
-¿Volvemos con el resto? Deben estar preocupados.- dije.
-No quiero andar en eso.- dijo Dylan.
Me acerqué a el y le tendí la mano.
-Te llevaré en el mío, iremos despacio y tu guiaras a tu caballo con el resto.
Él pareció dudarlo, pero tomó mi mano y lo ayudé a subir a Mina. Nos acercamos al caballo restante, tome sus riendas y se las entregué a Dylan, quien las tomó desde una distancia prudente para mantener alejados a Mina del otro caballo.
Empezamos a cabalgar hacia el resto.
-¿Cómo lograste que parara?- le preguntó Camila a Dylan.
-De hecho fue él.- dijo Dylan.
Le conté lo que hice a Camila y no podía creerlo.
-boludo.- empezó a hablar en español.- ¿vos? ¿saltar de un caballo? ¿Para salvar a Dylan? Fua, no sabía que eras un superhéroe.
-Primero, si. Salté para ayudarlo porque él estaba en problemas frente mío. Y segundo, yo ocasioné la situación, me correspondía arreglarla. Si el caballo se hubiera disparado solo, yo no hubiera hecho nada para salvarlo.
Ella se empezó a reír, demasiado fuerte.
-Te conozco mejor que vos mismo.- me dijo ella sin mirarme.- sé lo que está pasando.
-¿Qué está pasando?
-Estás demostrando que sos un ser humano.
Apreté los dientes.
-emmm…- se quejó Dylan.- mi español es nulo, no los entiendo.
-No importa.- le respondí. – de todas maneras la conversación no llevaba a ningún lado.
Dicho eso, observé a Camila con algo de molestia, ella sonreía porque creía tener la verdad. No me gusta mentir, hay veces que me parece que ella tiene el poder de ver mi alma.
Me da escalofríos que alguien sepa todas mis cualidades, pensamientos y debilidades de la manera que ella lo hace, pero me tranquiliza saber que es mi hermana de otra madre.
Al llegar con el resto el director nos empezó a regañar. Sorpresivamente Dylan me protegió, mintió al decirle que el caballo se asustó solo y yo solo corrí a ayudarlo al igual que Camila.
Por un lado me alegraba no tener que aguantar al director con sus problemas autoritarios, pero por otro sentía que ya le estaba empezando a deber demasiados favores a Dylan, y no me gusta deber.
-Sorprendentes reflejos.- dijo uno de los encargados del lugar.- me gusta tu técnica, además sucedió todo sincronizaste con la yegua para alcanzar la máxima velocidad posible junto a la máxima estabilidad posible. ¿Dónde aprendiste a cabalgar?
Lo miré a los ojos fríamente, ya casi llegamos al establo para guardar los caballos.
-En Latinoamérica. – respondí seco.
-Ya veo…
Rompí el contacto visual y al llegar al establo, Dylan bajó primero y se fue rápidamente. Bajé luego de él y por costumbre comencé a quitarle la silla de montar y riendas al caballo.
Noté su lomo sudoroso, así que decidí que debería darle una refrescada al pobre animal que hoy corrió una maratón. Observé una manguera cercana y no dudé en tomarla.
Comencé a mojar al animal sin compasión, al principió se sobresaltó pero luego comenzó a juguetear con el agua. Iba y venía, se revolcaba en la tierra mojada y luego se paraba para que la mojara aún más.
Sin darme cuenta yo mismo terminé empapado. Mientras refrescaba su cabeza comencé a acariciar sus mandíbulas y desenredar cariñosamente mechones de su pelo.
En cierta manera me recordaba un poco a la etapa feliz de mi pasado. Pocas veces me ponía así de sentimental.
-Veo que te agrada. Y tu le agradas.- escuché la voz de una mujer mayor.  Me giré rápidamente, sentí que lo que estaba haciendo era algo malo.- oh, querido. Lamento haberte asustado, no pude evitarlo, Mina es un animal peculiar.
La observé detenidamente. Era una señora mayor, de unos setenta y tantos. Su cabello era completamente gris y muy largo, atado en una gran trenza que le llegaba a su cintura. Estaba un poco encorvada, pero le daba un toque simpático.
-No me asusté, solo pensé que nadie estaba mirando.- dije volviendo a “limpiar” al animal.
-Debes de ser alguien muy especial. La única persona que pudo acercarse de esa manera a Mina fui yo.
-Solo sé como tratar a un caballo, al parecer los hombres de por aquí no  saben realizar su trabajo.
La mujer chasqueaba la lengua y negaba sonriente repetidas veces.
-Eres alguien especial, que nunca se te olvide, querido.- dijo con su sonrisa más grande que una casa.
Al mismo tiempo el cuidador se acercó para llevarse a la yegua.
-Muchas gracias… pero debo irme.
Salí del lugar lo más rápido que pude. Me subí al autobús y en unos minutos ya estábamos partiendo al hotel. Estaba atardeciendo y éramos libres de hacer lo que queramos.
Al entrar a la habitación me metí en la ducha, me baño rápido y luego salgo a la habitación, Dylan estaba esperando a que yo salga para entrar él.
-¿Estás mejor?
El asintió.
-Estaré mejor luego de una ducha.
Se metió en el baño y yo me vestí, me recosté y tomé mi celular para ver las notificaciones de mis redes sociales y distintos mensajes.
Cuando Dylan sale del baño, no puedo evitar ver su cuerpo semidesnudo, tragué en seco y dirigí mi vista forzosamente al celular.
Camila envía un mensaje al grupo de whatsapp que tenemos con las chicas y Víctor.
-Botellón en la playa esta noche, las chicas nos ocupamos del alcohol.
Sonreí gustoso.
-¿Qué harás a la noche?- le pregunté a Dylan.
-¿Dormir?- dijo en burla.
-Haré botellón en la playa. ¿se te apetece ir?
Se tapó el torso desnudo con una sudadera y guio su vista hacia la mía.
-No veo por qué no.
-Nos encontramos aquí después de cenar.- le dije- ahora voy a dormir un rato hasta la hora de la comida. ¿Me despertarías?
El asintió antes de salir de la habitación.
Mis ojos comenzaron a cerrarse, hasta que caí en los brazos de Morfeo y empecé a soñar.
Camila tiró de mi al momento en el que escuché un disparo. Algo aturdido, me pongo de pie aún en ropa interior y empiezo a correr por la casa. Al llegar a la entrada, la puerta está cerrada con llave. Las ventanas de la habitación contigua tienen rejas (barrotes), salir es imposible sin una llave.
-Vengan para acá porque cuando los encuentre no solo me los voy a recontra culear, sino que les meto un corchazo en la frente a los dos.- escuché hablar en español.
Observé a Camila, ella estaba muy asustada. Sentí mis piernas temblar. Rápidamente la tomé de la mano y la llevé lo más sigiloso que pude a la cocina. Nos escondimos detrás de una encimera.
Observé una de esas maderas con varios cuchillos que se ven en las películas de terror yanquis. Tomé uno con algo de torpeza y me preparé para atacar a lo primero que se cruce en mi camino.
Sentía que cada fibra de mi cuerpo estaba alerta. Estaba listo para matar si era necesario.
-Todo va a estar bien.- le dije temblorosamente a Camila.- siempre todo está bien cuando estamos juntos. ¿si?
Ella asintió, una lágrima caía por su cachete. No la culpo.
Escuchamos que alguien entró en la cocina. Se mantenía en silencio. Usé el cuchillo como espejo ya que estaba reluciente. Pode ver como el hombre armado analizaba cada rincón del lugar.
-Veo que falta un cuchillo- dijo riéndose.- no me van a hacer nada con eso, háganla fácil y salgan que si me hacen buscarlos me voy a enojar.
Como obtuvo silencio por respuesta, chasqueó la lengua y salió por donde entró.
Observé una puerta, contraria a donde este sujeto había salido. La señalé y Camila me entendió.
Nos acercamos al lugar y la abrimos, nos encontramos con unas escaleras de madera que llevaban a un subsuelo, un sótano.
En ese momento no recordamos lo que las películas de terror y asesinos nos enseñaron, por lo que decidimos bajar.
Una vez abajo, los llantos de Camila no se hicieron tardar, no la culpo, yo también empecé a llorar en silencio, del miedo, del terror.
El miedo se apoderó de mi ante aquella escena.
Casi una docena de cuerpos mutilados, con expresiones de pánico, aunque la mayoría parecieron haber sido estrangulados por las marcas en sus cuellos, muchos estaban ensangrentados, llenos de cortes, unos con disparos en distintas partes del cuerpo.
Pero todos estaban desnudos  y todos eran cuerpos de gente joven.  Automáticamente até cabos al ver las prendas tiradas y amontonadas en un rincón. Todas eran provocativas.
Estábamos en la casa de un asesino serial, un asesino de prostitutas y prostitutos.
Mi sangre se heló cuando la puerta escaleras arriba a nuestras espaldas se abrió.
-Se que están acá…- dijo una voz que me repugnó totalmente.
-¡Oye!- me sacudían.
Sentí mis ojos pesados, mi cuerpo sudado y tenía mucho moco líquido en la nariz. Estaba llorando.
-Despierta. Oye, eh eh…¿ estás bien? ¿Qué pasó?
Era Dylan, sentado en mi cama y tomándome de los hombros. Mis lágrimas caían, tenía pánico. Lo abracé sin pensarlo.
Él no dudó en devolverme el abrazo. Empecé a calmarme con las caricias que proporcionaba en mi espalda.
-Ya… era solo un sueño.
Negué con la cabeza. Eso no era un sueño. Me separé de el y me quedé observando el cubrecama.
-Gracias.- le dije.
-No hay por qué.- me respondió acariciando mi pelo en forma amistosa.-Oye… ese celular no es tuyo, ¿verdad?
Observé que señaló algo en la mesa de luz y, efectivamente era un celular. Uno de los viejos. Lo tomé y lo desbloqueo, puedo ver que el botón para poner play abarca toda la pantalla.
Lo toco y observo detenidamente la imagen. Al principio no se ve nada, es todo negro y se escucha el sonido de una ducha de fondo. Luego, cuando la ducha se apaga, la cámara muestra unas rendijas y cuando se enfoca la imagen, me veo a mi mismo recostado en mi cama y a Dylan apareciendo semidesnudo con una toalla en la cintura.
Automáticamente entro en pánico. Toco el botón  que llevaría la pantalla al menú principal para que Dylan no siga viendo.
Pero el fondo de pantalla del celular me dejó helado. Era un pequeño texto. Decía: “Te dije que nos divertiríamos".
-¿Qué demonios es esto?- me giré hacia Dylan y ví como se levantaba asustado.
Mis nervios no me permitían ni hablar. La pesadilla estaba solo empezando.

Ellos son los culpablesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora