O6 | QUIDDITCH

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James no habló con nadie acerca de la nota. Estaba asustado, pero algo le decía que podía confiar en “C.S.”. Por otra parte, sólo les contó de la desaparición de la profecía a dos personas, Fred y Dominique. Además de ser sus primos, los dos chicos eran las personas en las que James más confiaba en el mundo y no podría haberles ocultado algo así.

Cuando se enteraron, Fred empezó a caminar nerviosamente de un lado a otro, analizando la situación, y Dominique se sentó al lado de James y comenzó a temblar. El azabache pasó una mano alrededor de su prima y la atrajo hacia él.

—Si la persona que asesinó a Vi pudo entrar en tu cuarto y robar la profecía, debes contarle a McGonagall —dijo la rubia sujetando fuertemente la mano de James.

—¿Cómo crees, Dom? —se sorprendió el chico—. No puedo decirle a nadie. No quiero que todo el mundo comience a tratarme diferente sólo por estar involucrado en una estúpida profecía. No quiero que me comparen con mi padre, Dominique. Yo no soy Harry Potter. Soy James y no soy nada cómo él. ¿A ti te gustaría que todos te conozcan sólo por ser la hija de Fleur Delacour? No. Pues a mi no me gusta ser el hijo de Harry Potter

Dominique asintió, entendiendo el punto de su primo, aunque obvió el hecho de que cada vez que viajaba con su familia a Francia eso era justamente lo que pasaba. La llamaban “la hija de Fleur” y esperaban que sea exactamente como su madre, cosa que a Dominique le asqueaba. Ella no quería ser elegante o sofisticada. Quería ser Dom, una Weasley que jugaba Quidditch y hacía bromas. Para princesas estaba Victoire.

Y hablando de Quidditch, Frank Longbottom entró en ese momento a la habitación para avisarles a sus amigos que el partido de Slytherin-Ravenclaw estaba por comenzar en menos de diez minutos y, que si seguían allí encerrados se lo iban a perder. Los cuatro chicos se acercaron al campo de Quidditch lo más rápido posible y buscaron su lugar en las gradas, junto a la casa de Slytherin. Por más que los amigos pertenecieran a Gryffindor, el buscador de las serpientes era Albus y James iba a alentar a su hermano. Desde la parte de Ravenclaw, Lorcan les sonreía y saludaba con la mano, él alentaba a su hermano, cazador de las águilas.

Cuando llegaron, los dos equipos ya estaban en la cancha de juego y el árbitro daba la señal para que el partido comience. El comentador, Credence Finnigan estaba claramente inclinado hacia que el equipo de Ravenclaw ganase el partido, cosa que no dejaba de recalcar. A pesar de eso, a los diez minutos del partido, el marcador mostraba 50 a 10 a favor de las serpientes.

—Scamander toma la quaffle, se la pasa a Davies —relataba Finnigan—. ¡Oh, vamos Davies! Malfoy intercepta la quaffle, esquiva una bludger enviada por Boot, se la pasa a Nott, Nott la devuelve. Maia Gray no puede detener el tiro y Malfoy anota. ¡Slytherin va ganando 60 a 10! ¡Vamos Ravenclaw! ¡Derrota a las serpientes! No puedo creer que el maldito de Malfoy haya vuelto a anotar.

La profesora McGonagall miraba con desaprobación hacia la cabina del comentador.

—¡Centrate en el juego, Finnigan! ¡No tomes bandos! —dijo luego de realizar un Sonorus—. Y no insultes a los jugadores.

—Intentaré no hacerlo, profesora —respondió el chico.

Mientras todos estaban concentrados en la conversación entre la directora y el gryffindor, nadie se dio cuenta que Albus había visto la snitch y volaba hacia ella a toda velocidad. James vio cuando su hermano pasó frente a él y comenzó a alentarlo. Albus atrapó la snitch y toda la tribuna de Slytherin resonó en vítores. Pero los festejos se vieron interrumpidos, ya que la escoba de Albus se empezó a mover frenéticamente y el azabache, quien estaba demasiado distraído con el festejo, cayó al suelo y la escoba tras él.

El estadio se paralizó. James miró hacia todos lados intentando buscar al causante de la caída, pero no lograba ver nada. Todo lo que había eran caras de preocupación y terror. El azabache salió corriendo gradas abajo, abriéndose paso entre los alumnos, seguido de Fred y Dominique. Le costó bastante llegar a donde estaba Albus. Scorpius Malfoy ya se encontraba a su lado e intentaba reanimarlo. La snitch estaba dando vueltas alrededor de su cabeza. James la empujó de un manotazo y se arrodilló al lado de su hermano.

Oh, my Violet | James S. PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora