O9 | SHRIEKING SHACK

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El caos reinaba en Hogwarts.

Los alumnos corrían de un lado a otro del Gran Salón cubiertos de pintura. Cabelleras rojas, amarillas, verdes y azules estaban entrando en pánico y llenando el comedor de gritos. Los alumnos que no habían sucumbido a la desesperación salieron a toda velocidad hacia sus respectivas salas comunes encontrándose con el hecho de que un gran pantano les impedía la entrada.

Los profesores iban de una punta a otra intentando encontrar a los culpables y atendiendo a los alumnos que estaban en shock. Teddy Lupin y Victoire ya habían desistido de la tarea de buscar a los cinco amigos porque sabían que no los podrían encontrar hasta el día siguiente y prefirieron ayudar a los pequeños alumnos de primer año que estaban llorando asustados. Victoire estaba furiosa con su hermana, ya que desaprobaba bastante las bromas que ella y sus primos y amigos hacían.

Fred, Frank, Lorcan y James, por su parte, buscaban desesperados a Dominique.

—No está en las cocinas, no está en los invernaderos y tampoco pudo haber entrado a la sala común —dijo Fred revolviéndose el pelo preocupado.

James tenía un mal presentimiento acerca de lo que estaba sucediendo. Dominique no era de esa clase de personas que desaparecía sin avisar, mucho menos en momentos como esos. Conociendo a su prima, James sabía que vendría corriendo a presumir lo bien que había cumplido con su parte de la broma y lo fantástica que era. Dominique era demasiado orgullosa de sí misma como para no aprovechar la oportunidad perfecta para festejar la broma.

La Sala de Menesteres, el lugar al que habían ido luego de pasar media hora buscando a la rubia, estaba en silencio. Los cuatro amigos estaban demasiado preocupados como para poder hablar la última vez que habían estado tan callados había sido durante su quinto año, cuando McGonagall había amenazado con dejarlos fuera del Quidditch si no se esforzaban en sus TIMOs.

—Qué tal si… —empezó Lorcan rompiendo el silencio—. ¿Y si esto tiene algo que ver con la profecía? O peor, con la muerte de Violet.

—¡Por las malditas tangas de Merlín, Lorcan! —exclamó James alarmado—. ¿Puedes callarte? No vuelvas a decir nada como eso, jamás. Dom está bien, tiene que estarlo.

—Si mi prima no aparece en quince minutos iremos a decirle todo a McGonagall —sentenció Fred.

James lo miró fijamente.

—¿A qué te refieres con “todo”?

—A la profecía y la broma, James —el azabache lo miró como si estuviera loco—. ¡Dominique puede estar en peligro, James! ¡No nos podemos comportar como niños estúpidos que juegan a ser los héroes! ¿Porque sabes qué? ¡Ya no somos niños! ¡Y tampoco somos héroes!

Fred tenía razón. James no podía ocultarle más estas cosas a los mayores, y mucho menos si Dominique no aparecía. Suspiró. Justo en el momento en el que le estaba por dar la razón, una lechuza apareció de la nada y se posó sobre una de las lámparas de pie. Todos se preguntaron por dónde había entrado el animal, ya que la Sala de Menesteres no tenía ventanas visibles. Seguramente había sido la magia de la habitación, pensó James acercándose al ave y desatando la nota de su pata. Tras darle un picotazo amable, la lechuza emprendió vuelo y se perdió en la oscuridad.

James desdobló la nota esperando encontrar algo de ayuda. Y efectivamente lo hizo. El azabache se permitió suspirar aliviado cuando leyó la firma de la carta.

James: No hagas preguntas y confía en mí. Sé que sigues sin tener idea quién soy, pero necesito que me escuches. Tienen a Dominique en la Casa de los Gritos. Avisale a alguien. NO vayas solo.
Ten cuidado.
C.S.

—¿Qué diablos es eso, James? —preguntó Fred arrancándole el papel de las manos y leyéndolo en voz alta—. ¿Piensas explicarnos qué es esto? ¿Quién es C.S. y por qué sabe dónde está Dom?

James mordió su labio nervioso, sin saber cómo responderle a su primo.

—Me estuvo… Dando información, por así decirlo —respondió—. Perdón por no habértelo dicho.

—¿Qué estamos esperando? —intervino Frank antes de que los dos primos se pelearan—. Hicimos todo lo que dice la nota. James no hizo preguntas, le avisó a alguien acerca de la Casa de los Gritos y tampoco irá solo. Vayamos a buscar a Dom.

—¿Esperas creerle a una nota enviada por Merlín sabe quién? —preguntó Fred.

Los chicos asintieron y el pelirrojo suspiró resignado. Antes de salir de la sala, James garabateó una nota que guardó en su bolsillo.

Mientras corrían por los pasillos del castillo, casi chocan con Albus y Scorpius. Tras encomendarle a su hermano que le enviara la nota a su padre, los Gryffindors siguieron su camino, dejando a la pareja muy confundida.

Fue demasiado fácil llegar hasta el sauce boxeador, y aún más fácil lanzar el hechizo para hacer que se detuviera. Lo más complicado fue lograr que cuatro chicos de diecisiete años se pudieran arrastrar por el pequeño túnel hasta la casa. James fue el primero, seguido de Fred, luego Lorcan y Frank cerrando la retaguardia. Cada uno iba con su varita en mano, preparados para lo que pudiera llegar a pasar.

Salieron tranquilamente del túnel y silenciosamente se dirigieron escaleras arriba. En una de las camas, Dominique y Nicolette Malfoy se encontraban atadas de pies y manos. Frank y Lorcan se acercaron para desatarlas y quitarles los pañuelos que les impedían hablar.

—¡James! ¡Cuidado! —exclamó Dominique apenas pudo decir algo.

Un hechizo impactó en el pecho de James haciendo que saliera expulsado hacia atrás. Lo último que recordó el azabache fue un impresionante dolor de espalda y pedazos de pared y piso volando hacia todos lados. Luego, todo se volvió negro.

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¿Opiniones?

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(-2)

-Josefina

Oh, my Violet | James S. PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora