Le puse uno de mis auriculares a Alícia y inicié el reproductor de audio. Mi canción empezaba a sonar y yo me fijé en la cara de mi amiga. Me daba bastante vergüenza enseñarle la canción porque la había hecho con mucho sentimiento y sentía que era un tanto privada. Pero sabía que con ella podía compartirlo todo y siempre me diría las cosas positivas de todo. Acabó la canción y me miró con una sonrisa. Le había gustado y yo ya no necesitaba más. La abracé sin darle tiempo a reaccionar y le di un beso en la mejilla. Cuando nos separamos le sonreí y ella me devolvió la sonrisa justo en el mismo instante en que las puertas del metro se abrían, invitándonos a salir al andén.
Llegamos a la calle pocos minutos después. Y ya no nos pudimos decir nada porque nuestras amigas nos esperaban. Hablamos un rato de temas banales mientras andábamos hacia la Uni para empezar otra jornada de estudios. Antes de que empezaran las clases, encendí el móvil, pero me encontré con el fondo de pantalla sin ninguna notificación. Joder... No entendía qué le pasaba a Andrea para ni siquiera ver mis mensajes...¿Acaso estaba pasando de mi?
- Sí, joder - saltó Lorena, sobresaltándome - No eres tan importante, Lara. A ver si te enteras de una vez.
- ¿Lara? - me devolvió a la realidad Martí, que me miraba desde la silla de al lado. - ¿Estas bien? ¿Pasa algo?
- No, no, Martí. Tranquilo. Esta todo bien. - lo tranquilicé. No le había dicho a nadie que veía a gente que nadie más veía y no quería preocuparlos. - No es nada.
- Vale, vale. Me alegro. - respondió, sonriendo.
La clase empezó y me centré en la profesora. Pero pronto cogí un bolígrafo de mi estuche y empecé a dibujar en la mesa. Recordé un poema de Alejandra Martínez de Miguel llamado "La mesa de mi cuarto" en el que decía "esa mesa que cuando me regañaban en el cole diciendo es que acaso tú pintas las mesas de tu cuarto yo respondía pues la verdad que sí...". Me gustaban los poemas de esa mujer y me gustaba recordar algunas cosas que decían. Esas palabras que quizá para otras personas solo eran simples sonidos divagando por el aire, pero que para mí eran mucho más que eso. Significaban todas esas batallas en las que me había rendido y ahora me arrepentía. Arrepentirse. Esa palabra que tanto me desagrada pero que últimamente asalta mi mente cada segundo. Esa palabra que la encuentras en cada movimiento antes de hacerlo y justo después de hacerlo. Eso que te machaca por dentro hasta que te das cuenta que por mucho que te arrepientas ya no puedes volver el tiempo hacia atrás y modificar aquello que ojalá no hubieses hecho. También significaban todas esas cosas que quería ser. La primera de ellas, ser alguien en la vida, no alguien importante, simplemente ser alguien. ¿Nunca habéis sentido que no pintáis nada aquí, que nada de lo que hacéis tiene sentido? Bueno, pues yo lo siento. Siento que ni siquiera yo sé quién soy ni cómo soy. Me encuentro a mi misma intentando descifrar cómo presentarme sin decir mi nombre o decir lo que los demás afirman de mí. No sé cómo soy si lo pienso yo misma, solo sé unos cuantos adjetivos por el simple hecho que mis amigas alguna vez los dijeron y yo no tuve más remedio que creérmelos. Quiero ser alguien, sentir que no soy invisible, que realmente existo y soy real. ¿Nunca habéis pensado qué quizá no sois reales, que esta no es la realidad y que puede que seáis un personaje que una escritora está creando para darle un momento en su historia? No me toméis por loca si os digo que yo sí. ¿Sabéis? Esa es una de las únicas cosas que sé de mi misma: que estoy loca. No sé exactamente cuando empecé a preguntarme si era real o no, pero es algo que me ha roto el cerebro durante bastante tiempo. Bueno, qué más da. Lo que decía es que quiero ser alguien y punto. También me gustaría entenderme y saber porque las lágrimas empiezan a resbalar por mis mejillas como si salieran de la nada. ¿Por qué ese sentimiento de tristeza, dolor e incomprensión todo el rato? ¿Por qué he de sentir que no sirvo para nada y que todo hubiese sido mejor si no hubiese nacido? Muchas veces deseo que los médicos tuviese razón, que mi abuela tuviese razón. Yo nací prematura, con unos siete meses. Éramos mi hermano y yo; él estaba mejor, yo peor. Solamente pesaba 1 kg y 300g, poquísimo. Y, como a todos los prematuros, nos hicieron una prueba para comprobar los latidos del corazón. El primer examen de mi vida y el primero que suspendí. Los médicos avisaron a mis padres de la posibilidad de que muriese, ya que tenía solo un 40% de probabilidad de sobrevivir. Mi abuela, tiempo después, me confesó que ella también había pensado que yo moriría. Pero no. Yo tuve que desafiar a los médicos y sobrevivir. ¿Por qué? ¿Por qué cogí ese 40% y me aferré a él? Supongo que tampoco sabía que me depararía la vida. No lo sé. Pero quizá hubiese sido mejor rendirme. Quizá a veces es mejor no ser tan valiente ni ser fuerte y simplemente dejar de luchar, dejar de intentarlo y rendirte. Lo que me recuerda bastante a una canción que descubrí un día que estaba súper deprimida, llorando. Esa canción no es una canción muy conocida pero me representa muchísimo y me siento muy identificada. Es de Katelyn Tarver y se llama "You don't know". Es muy triste, pero muy real. Habla de aquello que sientes cuando estás mal y simplemente quieres estarlo pero los demás no te entienden e intenentan decirte un millón de razones por las que estás bien. Y tú solo agachas la cabeza porque deseas taparte los oídos porque, por mucho que lo quieras, nada va a cambiar tú forma de verte a ti misma. No me gusta cuando la gente me mira y me dice que no tengo motivos para estar mal. Yo pienso que no siempre se han de tener motivos racionales. A veces, simplemente quieres estar mal y quizá es irracional, sí, pero por mucho que te digan que no hay motivos vas a seguir estando mal y queriendo estarlo. Además de que sabes que no entienden como te sientes y eso todavía te duele más.
- Lara - la voz de María me sacó de mis pensamientos y me devolvió a la realidad, provocando que el bolígrafo cayera de mi mano y impactara contra el suelo de la clase.
- Dime - respondí.
- Na', que se ha acabado lo clase.
- Ahh, vale - volví a centrarme en mi mesa. Había dibujado un rostro inacabado. Inacabado porque le faltaba la mitad. Estaba triste; unas lágrimas le caían por las mejillas. Era una de esas tantas chicas que dibujaba en las mesas. No teníamos profe, así que saqué el móvil y le hice una foto. Sabía que mañana ya no estaría observandome desde la mesa. Algo que me da mucha rábia. En el instituto, simpre que estaba dibujando algo bonito me veía el profesor y me obligaba a borrarlo. Y no es justo. No es justo que yo me pase dos horas haciendo un dibujo para qur luego venga un profe y me diga que lo borre por la cara. Que entiendo que es material del insti o de la uni, pero no sé, da rábia. Porque tampoco les molesta.
Bueno, que más da. Borré mis pensamientos y me centré en todas las clases que seguían.
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Perdón por tardar taaaantoooo en publicar😔😭😭 Espero poder actualizar más rápido😊
Gracias por leer esta historia, mi historia.😘😘❤
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Soy...
Fiksi RemajaLara, una chica de 19 años, es una chica timida pero que tiene muchos amigos y parece estar genial. Saca buenas notas, tiene una buena familia y buenas amigas y amigos. Pero ella no ve lo mismo; su realidad es diferente. Su autoestima esta casi roza...