CUATRO ESTACIONES

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-CUATRO AÑOS DESPUÉS-

No era tan malo ser policía. El uniforme azul le quedaba bien después de todo y como la tasa de crímenes en el pueblo era tan baja, pasaba sus días ayudando en pequeñas y simple labores. Ese día se encontraba en la floristería de Asgore Dreemurr. Unos pesados sacos de fertilizante le habían sido enviados y el pobre no era capaz de bajarlos todos por su cuenta.

Susie entró a la tienda cargando el último saco y lo dejó en una esquina junto a los otros. Tenía la camisa azul remangada hasta los codos y su gorra de policía atada al cinturón junto a su arma. Se secó el sudor con el antebrazo y buscó con la vista al dueño de la tienda.

—Ese era el último saco Señor Dreemurr—advirtió la chica con una sonrisa al ver al adulto salir de la cocina con un vaso de jugo de naranja—¿Necesita que lo ayude en algo más?—le preguntó recibiendo el vaso del agradable señor.

—Eso era todo pequeña. Como siempre muchas gracias por tu ayuda—respondió el de cabellos rubios con una sonrisa amable y se acercó a la joven para hablarle en voz baja—¿Undyne no te regañara por no estar patrullando junto a ella?—le preguntó algo asustado. Susie rió ante las palabras de él.

—No se preocupe. Ella está demasiado ocupada gritándole a los conductores que pasan por “su calle”—respondió la chica tras una carcajada. Asgore sonrió también, pero con algo de miedo—En fin. Fue un placer ayudarle—se volvió a colocar la gorra—Que tenga un buen día—se despidió con una sonrisa antes de salir de la tienda.

—Igualmente pequeña. Pasa uno de estos días a visitar a Tori.—le habló Asgore con una sonrisa—De seguro se alegrará mucho de verte—le comentó. Susie solo asintió y una vez en la calle estiró los brazos. Cargar todos esos sacos la habían dejado agotada.

Se dispuso a volver a la comisaría cuando escuchó una melodía a lo lejos. Una tonada que se le hacía muy conocida. Obviando sus pensamientos de antes siguió las notas musicales hasta detrás de la floristería. A un lado del sendero que daba entrada al bosque había una mochila y varias maletas.

Susie sintió su corazón latir con fuerza y echó a correr, en el proceso tropezó con varias ramas. Cuando por fin llegó a aquel jardín que hacía tantos años no visitaba, escuchó la tonada de un piano con claridad.

Caminó lentamente, como si estuviera hipnotizada hasta llegar al pequeño observatorio. Dejó caer su gorra en el proceso. No podía creerlo.

Sentado en frente del viejo piano, con los ojos cerrados y tocando con delicadeza cada tecla, como si fueran de cristal, estaba un chico humano de cabellos castaños. Se veía más alto, ya no tenía esa apariencia de niño pequeño de antes. Ahora se veía como el joven adulto que era. Varias lágrimas comenzaron a caer por las mejillas de Susie, sentía como un globo lleno de aire en el pecho. Sin saber que decir terminó gritando lo primero que se le vino a la mente.

—¡Maldito freak!—gritó una vez estuvo tras él chico humano, el cual, al escuchar el grito casi se cae de su asiento. Volteó a ver algo asustado y con una sonrisa tímida. Susie estaba tras él, hecha una furia mientras lloraba.—¡Primero me besas y luego te vas como si nada! ¡Todo este tiempo y ni siquiera una mísera llamada!—se acercó a él y lo levantó agarrándolo de la camisa.

Kris movía sus manos frenéticamente en negación. Finalmente sacó su teléfono y comenzó a escribir.

«Nuevo mensaje de Kris Dreemurr (alias: nerd)»
¡Perdóname! (>_<)" No tengo excusa para eso. Sé que estás molesta, pero no paso un solo día en el que dejará de pensar en ti. Los estudios se llevaron casi todo mi tiempo.

Al leer el mensaje Susie cambió su semblante de enojado a uno triste y soltó a Kris. Comenzó a sollozar bajo mientras se limpiaba el rostro con el antebrazo. El humano se acercó a ella y la abrazó con ternura, sus ojos también se cristalizaron por las lágrimas.

—Eres un idiota. Tienes suerte de que esté enamorada de ti.—sollozó Susie correspondiendo al abrazo—De lo contrario ya te hubiera matado—Kris tragó en seco, sabía que la chica estaba hablando muy en serio. Susie lo abrazó con más fuerza—No te vuelvas a ir—el humano asintió y le palmeó la espalda. Se separó del abrazo y tras mirarla a los ojos, depositó un casto beso sobre sus labios.

FIN—

A QUIET PLACEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora