3.- Paz y tranquilidad... por ahora

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Todos nos intentamos ir hacia el exterior de la cueva, ya que los ruidos no se escuchaban más. Fuimos caminando lentamente hacia afuera, y vimos todo devastado; árboles caídos, casquillos de bala, manchas de sangre.

Me llamó mucho un objeto que estaba tirado en el suelo: una especie de collar con una flor en el centro del anillo que colgaba de aquel collar.

"Le quedará bien a Carolina" Pensé y lo guardé en mi bolsillo, debía esperar el momento adecuado para regalárselo.

Fuimos caminando sigilosamente hacia el refugio, mientras íbamos avanzando, mayor desastre se observaba alrededor.

-¿¡Qué hacen aquí!? ¡Les dije que se mantuvieran en un sitio seguro!- El comandante enfurecido nos gritó a todos.

En un principio el refugio estaba rodeado de soldados, arbustos y flores; estaba devastado. Eran pocos los soldados que aún seguían en pie, auxiliando a los otros que se hallaban desvanecidos.

¿¡Cómo era posible que los profesores fueran capaces de hacer algo así!? Por mi mente sólo pasaba esa pregunta.

-No entiendo cómo habréis hecho para sobrevivir, pero me alegra que estéis todos a salvo- Nos dijo el comandante un poco exhausto.

-Sin duda ha sufrido graves lesiones, comandante- Dijo uno de los soldados, con vendas y medicamentos en mano, empezó a curar las heridas más notorias y graves.

-No importa, sólo son superficiales- Dijo el comandante con un tono relajado.

¡Hirieron al comandante! Sin duda había sido un enfrentamiento bastante intenso. Una vez el soldado había terminado de sanar las heridas del comandante, nos hizo una señal, indicándonos que le siguieramos.

Mientras caminabamos, seguía pensando en cómo nos habíamos metudo en tremendo problema. No lo podía asimilar aún. ¡Estabamos en otra dimensión! ¿¡En dónde estamos!?

Llegamos a un campo militar muy bien resguardado, lleno de torres de control, soldados vigilando las entradas y salidas, cámaras por todos lados. Sin duda éstos tipos sabían qué es lo que hacen.

-Vengo de parte del comandante, una tropa de alumnos llegó de un portal, cerca de uno de los puntos de batalla más frecuentes, por favor, el comandante exige de inmediato su entrenamiento- Dijo el soldado con seriedad hacia los guardias de la puerta principal.

-Por supuesto... ¡Soldado! ¡Abra las puertas y lleve a estos alumnos hacia la sala de entrenamiento!- Le dijo el guardia a un soldado dentro de la base.

Una vez las puertas se abrieron, todos guardamos silencio y caminamos hacia dónde se dirigía el soldado.

Entramos a un hángar demasiado grande, repleto de zonas de entrenamiento.

Sin duda, el entrenamiento había comenzado...

"Querido Maestro"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora