Atardecer.

50 2 1
                                    

Y que triste mirarme las piernas y ver la piel de gallina por el suave viento de la playa a las siete de la tarde.

Y que dulce cuando el motivo eran tus besos por mi cuello, tus manos calientes subiendo lentamente por mis piernas y elevandome, guiando con cuidado el placer, por si se nos va de las manos y me haces gritar mientras te corres.

Lo dicho, precioso el mar y lo que provoca.

Ponle precio a la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora