Estoy en tierra extraña, tierra ajena y tengo miedo.
Hemos sufrido la desesperanza la traición y el amor acurrucados como viejos gatos, ambos muy desconfiados y escurridizos. Van dos días que a penas pego el ojo pensando en mis siguientes movimientos. Mi mano tirita al escribir esto y llevo dos cigarros entre tanto. Sólo siento un poco de consuelo cuando estoy estrechada al lado tuyo, en el suelo, en la hierba silvestre , en la cama sintiendo tu corazón vibrar junto mi cabeza. Si no fuésemos una historia verdadera, después del dolor que nos mantuvo vivos antes de encontrarnos, el destino nunca hubiese tirado de los hilos para que yo terminase llorando abrazada de un desconocido, y para que tu consolases a una menuda mujer en el alfeizar de tu puerta. Y que esto se repitiera continuamente en el vaivén del tiempo, pero ahora riendo.
Me siento una estúpida, pues me enamoré de ti como se cae a un hoyo, sin poder evitarlo y no queriendo tocar el fondo . Sé que me amas con la fuerza que tu corazón te permite, más sé también que soy una extranjera en el mundo en el cuál vives. Mi alma se descascara cada vez que despierto y no siento tu olor en mi metro cuadrado. Adoro la forma en la que tocas para mí canciones que te he enseñado y creo te amo.
Pero tú estas bajo la sombra de otra mujer lo suficiente buena para que yo te entienda, en alguna parte de esta enorme ciudad que bauticé como la ciudad de la desgracia y el desencanto. Es de noche, te escribo como pájaro enjaulado y pienso en tí mientras me desabrocho la camisa de dormir, y mis manos -siempre torpes y temblantes- me tocan pensando en tu tacto, sintiendo que en cualquier momento tocarás la puerta y llenaras la habitación con tu porte y olor eterno que me penetra.
También pienso que si no te pierdo me perderé yo. Pero poco me interesa. Sabes de mis problemas paternales, sé de los tuyos y por eso mismo me relajo: es obvio que llegarás buscando mi inexperto aliento.
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El Paraíso de Las Vírgenes.
Romance≪ -Dime que me miras- muevo mi dedo anular por el bordillo de la cortina, sosteniéndolo- o por lo menos, mírame. ≫ Todas diferentes salvo por un detalle: son jóvenes, inocentes e inexpertas. Y comienzan a darse cuenta de su alrededor cuando la calid...