Atentamente: Para Ti

La Tierra no lo tiene todo.

El Sol parece distraerse mientras hace su trabajo en medio del Universo, pero... ¿Qué tanto observa a lo lejos? Es quizás un tanto imposible obtener constantemente lo que siempre está mirando, sin embargo, siente esa pequeña certeza de que la Luna, esplendorosa en su órbita, también lo observa del mismo modo. Sentía, con aires jubilosos, que esa agradable Luna lo veía con detenimiento mientras daba el día a la Tierra; lo sentía y creía en ello porque... Unas cuantas veces él había hecho lo mismo. Aunque el Sol irradiaba mucha más luz que la Luna, optaba siempre por mirarla brillar a ella.

Había tenido que soportar la idea de que nadie podía visitarlo, pero disfrutaba ver cómo los humanos la exploraban a ella y se fascinaban de sus cualidades... Eso no era exactamente lo que al Sol le dolía, le debilitada saber que otros se acercaban a ella y él... Él no podía.

La Tierra es iluminada por ambos, hay quienes aman más el Sol y otros aman más la Luna. También están esas personas que desde temprano están contemplando el melifluo sonido de las aves al cantar, que desde la ventana te recuerdan que debes despertar, luego emprenden su vuelo hasta lo más profundo del cielo donde ni los aviones pueden pasar, porque todos siempre tienen un secreto que guardar y la Tierra tiene lugares donde el humano jamás podrá descubrir. Hay paisajes fascinantes, cuyos mares y flores suelen verse como amables esculturas voluptuosas, iluminadas ligeramente por los rayos del Sol. Al caer la noche, el río y lo más profundo de él, adopta el brillo de la Luna; que nunca es egoísta con sus lentejuelas o diamantes. Y así, pues, los animales acuáticos comienzan su fiesta debajo de un reflector elocuente que los hace brillar la noche entera. Los tucanes, tapires y demás animales en la superficie, bostezan para iniciar las horas de sueño profundo; pero al otro lado del mundo también bostezan porque acaban de despertar.

El meticuloso amanecer los baña a todos con su luz dorada, los lirios se estiran para saludar a los gladiolos y también se suman al espectáculo los flamingos en el lago que empiezan a danzar, reavivando las aguas claras con los tonos rosas de sus pieles, alimentándose poco a poco de pequeñas plantas acuáticas.

El cóndor vuela por las montañas, donde en lo más alto de ellas se torna a blanquecido gracias al frío, divisándose a lo lejos como si estuviese dulcemente espolvoreado de azúcar glas.

Y si nos vamos mucho más lejos, donde todo está cubierto de hielo puro, se lograría apreciar la distinción del hielo que cubre cada rincón del lugar como finos cristales; todos ellos hacen juego con el gran suelo que parece un extenso espejo, donde los pingüinos rey observan sus delicadas pieles blancas.

Mejor contemplemos la lavanda, las rosas y el jazmín para que nos rocíe sus fragancias y así desprenderlas por todo el camino hacia quién sabe dónde, pero las plantas de lino decorarán nuestros pasos siempre.

El viento va corriendo por los valles y cuando empieza a llover, las rosas de damasco lavan sus gentiles pétalos para relucir en su festival. Persigamos al viento e intentemos alcalzarlo como si nuestros ojos vieran la caricia que le obsequia al mar, al río, al lago, a las alas de las aves y a los picos montañosos. Incluso imaginemos ver cómo acaricia nuestros rostros iluminados y húmedos por el agua fresca que nos limpia después de un chapuzón. ¿Quién nos dice que no podemos intentar ver al viento?

Hay quienes piensan que el planeta Tierra posee todo, pero la verdad no es esa... La Tierra no lo tiene todo, pues, le hace falta personas. Personas, pero no que sólo habiten en ella, sino que aprecien y valoren cada cualidad que tiene. Que asuman cuidarla y amarla para siempre, pues de nada funcionaría aprovecharse de todo lo que nos brinda cuando no se sabe cuidar.