Tenemos que Hablar - 6 -

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Rodrigo despertó de un sobresalto en el asiento de copiloto, ladeó la cabeza y se percató que había pasado toda la noche y parte de la mañana en su auto. Eso había sido muy estúpido.

Miró su muñeca, su reloj marcaba las diez en punto, pleno mediodía. Suspiró y pasó su mano por su rostro al sentir incomodidad, humedad. Estaba todo transpirado por el fuerte sol, y parte de su camisa se le había pegado al pecho, pensó en lo molesta que estaría Amanda si se entera que durmió allí, dentro del auto, sabiendo que pudo haberse insolado.

Arrancó el auto y fue a la primera cafetería que se encontró, se sentía algo mareado por lo que pidió una botella de agua y luego un café con un bizcocho de chocolate, no le gustaban mucho los dulces o postres, pero ese día tenía ganas de comer algo dulce, algo con chocolate y crema. Llamó de nuevo a la camarera y cambió la orden por un cappuccino y un pastel de chocolate. La camarera, sonriendo, le dijo que no había problema y se fue, moviendo las caderas.

Rodrigo suspiró y soltó una risita, a veces tener una cara bonita y ser atractivo tenía sus ventajas.

Revisó su celular, esperando un mensaje de Amanda, respondiendo el suyo de anoche, pero no había encontrado nada. Ya era mediodía y conociéndola, estaría despierta, desayunando o haciendo ejercicio, quizás estudiando también. Quizás haciendo abdominales y leyendo de historia mundial. Amanda era así de productiva, de dedicada... deseó que le pusiera la misma emoción al noviazgo que tenían.

Vio de reojo cómo dejaban a su lado lo que había ordenado, y sonrió gustoso, de verdad quería algo dulce, pero cuando miró a la camarera, esa sonrisa se congeló.

–Que lo disfrutes, cariño. –dijo un muchacho apuesto, coqueteando–Si necesitas algo, estaré atento.

–... Gracias.

El camarero se marchó con la bandeja, entrando a la cocina.

Rodrigo se quedó pensativo, el muchacho tenía un tatuaje de dragón en todo su brazo izquierdo, dos piercings en las mejillas, algo que no se había imaginado, sabía de la existencia de perforaciones en los labios, orejas, narices, cejas, incluso en pezones o partes íntimas... ¿pero mejillas? Eran como dos cuernos. Y tenía una voz peculiar, ni aguda, ni muy grave, era como rasposa, y tenía cabello negro, quizás teñido, pero un negro muy opaco.

¿Querido? ¿Será que es homosexual?

Dejó de pensarlo en cuánto vio el cappuccino, tenía un corazón. ¿Diseño del cappuccino o lo hizo a propósito? Ladeó la cabeza, y decidió dejar de pensarlo. Estaba perfecto, se sentía la leche, el chocolate, el café. Y con la cuchara partió un pedacito del postre, era igual de placentero, el chocolate, suave, pero con un sabor intenso, se derretía en la boca, y el bizcocho estaba lo suficientemente húmedo, era delicioso.

Miró de nuevo su celular, y cuando se dio cuenta ya estaba mandándole un "Buenos días, hermosa <3" a Amanda, pero se detuvo, ¿Sería bueno mandarle ese mensaje? Quizás ella necesita tiempo para pensar, pero tampoco quiere que ella lo sienta a él distante, que se haya olvidado de ella. Le gusta que le recuerde qué tan enamorado está de ella, y a él le gusta hacérselo saber.

Se recostó en la silla, suspirando, se preguntaba qué demonios tenía que hacer.

Sintió ansiedad, hace tiempo que no se sentía así, y miró al camarero de antes, tuvo una idea, pero no sabía si podía meterlo en problemas. Pero cuando se debatía entre llamarlo o no, el muchacho caminó hasta él.

–¿Necesita algo? –preguntó con una sonrisa, pero manteniendo distancia.

Tenía un acento andaluz, es decir, español.

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