| Dos semanas después. |
Amanda estaba distante desde que Rodrigo la había invitado a su casa, a pesar de haberle prometido ser honesta, y contarle sus problemas, había algo que ella estuvo ocultando desde que empezaron su relación. Se preguntaba si cambiaría en algo el que lo contara, pues no era algo precisamente malo, pero era un secreto, algo que ocultó por su propio bien... o eso ella creía.
Él la había llamado esa tarde, diciéndole que prepare rápidamente una maleta con las cosas necesarias para un día de playa, pues tal cual, irían a pasar lo que restaba de la tarde y noche allí. Él había notado ese comportamiento en ella, creyó por días que quizás era la culpa, o quizás ya no lo amaba como antes, pensó que quizás ella no estaba lista y él la forzó a prometer algo que ni siquiera sabía si podría cumplir.
Rodrigo empezó a cuestionarse, ¿Él era un buen novio? ¿O le gustaba tener el control de las cosas? ¿Realmente ayudaba en algo a la relación o conseguía, de alguna manera, terminar con los resultados que aspiraba como mejores?
Sacó esos pensamientos de su mente, él no debía dudar de sí mismo, menos de sus sentimientos, ciertamente era inseguro, pero no dejaba abatirse por ello. Condujo su auto (último modelo, por supuesto) hasta llegar a la casa de Amanda, quien estaba lista ya esperando con la maleta en las manos.
–Hola. –dijo él, molesto por sus propios pensamientos–¿Lista?
–Si... –contestó ella incómoda, le sorprendió verlo con esa actitud, cuando siempre la había recibido con un abrazo, o un beso, o ambos.
–Vamos entonces... –dijo, pegando la vuelta y caminando hasta el auto, pero a mitad del camino se detuvo en seco y volvió a voltearse, recordando–Hey.
–¿Si?
–Te ves hermosa. –dijo sonriendo a medias, pero sonriendo.
Amanda sintió su corazón latir, el lado dulce de su novio no se había ido, agradeció y se animó a besarle la mejilla.
–Tú también, te ves muy guapo. –agregó ella, sonrojándose y mordiendo su labio.
Él solo sonrió y rodeó el coche para abrir la puerta de copiloto, Amanda sonrió al ver que su novio nunca dejaba de ser atento y caballeroso con ella. Eso le subió un poco el ánimo.
Ambos subieron al coche y tomaron la avenida que daba directamente hacia la playa, pero en este caso, no irían a la pública, pues a dos cuadras de la costa Rodrigo tomó otro camino.
–¿A dónde vamos? –preguntó ella, mirando confusa las casas elegantes, entendiendo que se trataba de un barrio privado–¿Visitaremos a alguien primero?
–Nop. –contestó con una sonrisa, una más honesta.
–¿Entonces?
–Entonces ya verás. –se apresuró a decir, y de pronto estacionó el coche en frente de una casa algo grande, con un glamuroso jardín–Ven, entremos un segundo. –dijo con una sonrisa, una alegre sonrisa.
Amanda estaba extrañada, ¿Por qué la repentina felicidad? Notaba su entusiasmo en sus ojos, y de alguna manera la contagió, ella estaba confusamente entusiasmada, bajó del coche y acompañó a su novio hasta la puerta, esperó a un lado a que él tocara el timbre, pero simplemente entró y eso la descolocó. ¿Era la casa de un conocido, o de un amigo quizás? Pidió permiso para entrar y en cuánto cruzó el marco de la puerta, vio a su novio abrazar muy fuerte a una señora, quien correspondió el gesto con alegría.
–Amanda, ella es María, mi madre. –aclaró con una sonrisa, dejando de abrazar a aquella señora refinada–Bueno, no biológica, pero es la mujer que me crió básicamente, cuando mi padre estaba de viaje por negocios.
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Tenemos que Hablar
Teen FictionRodrigo esperaba con ansias la llegada de su novia a su casa, después de dos años de salir y de esperar que ella aceptara, ya que Amanda, su novia, se había negado siempre a ir a la casa de su novio. Pero al recibirla, se encontrará con una molesta...