Capítulo 2: Mensajes

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Al acabar la presentación, María y yo decidimos ir a un restaurante para almorzar.

—¿Conoces a alguien de los que te tocaron en clase?—le pregunté.

—Sí, a una niña que está conmigo en las particulares de Francés y a Alex, el que estaba en mi clase el año pasado —respondió.

—Tienes suerte, yo solo conozco a Fran y Jesús, no sé si los recuerdas pero estaban también en mi clase. Aunque nunca he llegado a tener una conversación con ellos más largas que un «¿me dejas un boli?»

—¿Y no hay ninguno que te llame la atención de los que viste?

— Que va —mentí.

Pensaréis que soy algo mala por mentirle, pero tampoco es gran cosa. Prefiero dejarlo así y que no me haga un bombardeo de preguntas y después intente que me acerque a él.

—Pues yo vi a uno guapísimo que irá a tu clase —dijo.

—¿Si? ¿Cómo era?

Que no sea moreno, alto y delgado, estando bastante bien de cuerpo y se llame David, por favor, pensé.

—Pues era moreno, alto y delgado. Tenía buen cuerpo aunque tampoco es de esos que están muy fuertes. Creo que se llamaba David.

Mierda

—¿Ah sí? Pues no me fijé, la verdad —continué mintiendo—. Supongo que ya lo veré en clase mañana.

—¡Era guapísimo! —me dijo emocionada—. ¿Te imaginas que acaba siendo novio de alguna de las dos?

—Bah, seguro que es de los típicos guaperas con el ego por las nubes y que se tira a cualquiera que tenga un par de tetas.

—Sí, seguro que ahora dices eso pero cuando lo veas en clase te llamará la atención rapidísimo.

Ya lo hizo

—Aunque lo hiciera, no saldría con él —contesté sinceramente—. Yo las relaciones no las quiero de una noche y que después se olvide de mí. No pienso ser una fácil.

—Ya lo sé, te conozco bastante bien.

—Ojalá estuviese en tu clase —cambié de tema.

—No, perdona —me respondió—. Ojalá estuviera yo en la tuya y tuviese la oportunidad de conocer a ese tal David.

Suspiré.

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Cuando llegué a casa no tenía nada que hacer, para mí aún eran vacaciones. Decidí coger ‘El Diario de Ana Frank’ de mi estantería y continuar con la lectura que ya había empezado. Me metí tanto en la historia que hasta que no comenzó a anochecer no me di cuenta de la hora que era, así que decidí coger el móvil y ver si tenía algún mensaje.

«¡Tía! ¿Sabes a quién me he encontrado por la calle?»

«¡Eh! Deja de leer y hazme caso un rato»

Qué bien me conoce.

«Bueno pues ya que no me haces caso no te diré que me he encontrado con David, tu próximo amor»

Creo que no entendió lo de que no saldría con él nunca.

«No digas que será mi próximo amor, porque no será así. Además, dudo que se fije en mí en todo el curso.» respondí.

Dejé el móvil en la cama y comencé a ducharme mientras escuchaba música. Nunca cantaba mientras estaba en la ducha porque al ser mi casa algo pequeña (si la comparamos con las típicas casas estadounidenses de dos pisos) todos me escuchaban y odiaba que lo hicieran. Por eso, solo canto cuando toco la guitarra y no hay nadie en casa.

Un nuevo comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora